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Los satélites de Starlink: el otro poder desestabilizador de Elon Musk en África

El servicio de internet que ofrece SpaceX garantiza una conexión más rápida y contribuye al desarrollo de países empobrecidos al cubrir áreas rurales que antes no tenían conectividad. Sin embargo, apenas emplea trabajadores locales y se enfrenta a problemas legales y de competencia

Starlink
El magnate sudafricano Elon Musk junto con el presidente de Sudáfrica, Cyril Ramaphosa, el pasado 24 de septiembre en Nueva York.Presidencia de Sudáfrica
Patricia R. Blanco

El desembarco en África de Starlink ha sacudido en poco menos de dos años el mercado de las telecomunicaciones del continente. El servicio de internet satelital que desarrolla SpaceX, la compañía del magnate sudafricano Elon Musk, no solo ofrece una conexión mucho más rápida que la de sus competidores, sino que es capaz de llevar la conectividad a zonas rurales que distan cientos de kilómetros de las infraestructuras terrestres de cable o de las torres para repetidores wifi gracias a su red de más de 6.000 satélites. La telemedicina o la utilización de recursos digitales en la educación son solo algunas de sus aplicaciones más valiosas en las zonas más remotas de los 17 países africanos en los que ya está disponible.

Sin embargo, su modelo de negocio, con apenas empleados africanos y escasas inversiones en infraestructuras en el continente, y ciertas prácticas empresariales agresivas, como el aumento de los precios de un día para otro, ensombrecen los réditos positivos que ha cosechado su expansión. Además, la compañía se enfrenta a problemas con el cumplimiento de las legislaciones nacionales en materia de comunicación y a la resistencia de los monopolios estatales en algunos países. El último ejemplo es del de Namibia, que ordenó a Starlink la semana pasada el cese de sus operaciones tras acusar a la compañía de operar de forma ilegal al no disponer de licencia en el país.

“Starlink tiene dos grandes ventajas comparativas; la primera es que proporciona servicio a través de satélites en órbita terrestre baja y su velocidad de internet es muy superior a la que se puede obtener a través de un proveedor terrestre”, explica a este diario Nate Allen, experto en ciberseguridad del Centro Africano de Estudios Estratégicos. La segunda, continúa el analista, está relacionada con su capacidad de expansión: “Lo que realmente podría cambiar las reglas del juego es que Starlink sea capaz de lanzar aún más satélites en los próximos años, porque podría entrar en competencia directa con los proveedores terrestres en función de los costes, lo que podría sacudir drásticamente el mercado de las telecomunicaciones en todo el continente”.

Esa convulsión a la que alude Allen es una de las mayores preocupaciones sobre Starlink. “Si se convierte en un monopolio, tendrá con el tiempo el control de los precios”. Según el experto, “ya hay algunos nichos de mercado en los que roza el monopolio, sobre todo entre quienes necesitan internet rápido”.

El caso de la comunidad educativa de Okaka, una localidad del Estado nigeriano de Oyo, en el suroeste del país, es el paradigma de los beneficios que ofrece Starlink, los riesgos que plantea su crecimiento y los recelos que despierta entre los Estados africanos. Los niños de Okaka tienen desde hace poco más de un año acceso a todos los materiales educativos de código libre que les ofrece internet gracias a un programa de becas impulsado por la consultora Space in Africa que ha llevado internet de alta velocidad a las escuelas rurales de esta ciudad a través de Starlink. “El objetivo era proporcionar a estos estudiantes y a sus profesores acceso asequible a recursos en línea de alta calidad”, explica Temidayo Oniosun, directivo de Space in Africa y experto en la industria satelital del continente.

Sin embargo, sin el apoyo de Space in Africa, es poco probable que la comunidad educativa de Okaka pueda afrontar el previsible aumento de las tarifas de un servicio que ha revolucionado los cimientos educativos de esta comunidad rural y que, según Unicef, es prioritario para garantizar la equidad en la educación a nivel mundial. El pasado 30 de septiembre, sin previo aviso y de forma unilateral, Starlink anunció que en un mes duplicaría el precio para los suscriptores nigerianos, una medida que se vio obligado a retirar “temporalmente” días después por la presión de la Comisión de Comunicaciones de Nigeria, el primer país africano en que comenzó a operar —en enero de 2023—. No obstante, según anunció en un comunicado, aplicará el incremento de la suscripción cuando “supere los retos regulatorios”.

Esta subida de precios es posible por la política de Starlink, que se presenta como una compañía que no firma contratos: “Starlink no requiere un contrato. El servicio se factura mensualmente y puede cancelarlo en cualquier momento si decide que el servicio no se adapta a sus necesidades”, afirma la propia empresa. Sin embargo, a su vez, esta circunstancia le permite cambiar los términos del servicio.

Modelo de negocio de competencia local

“Su modelo de negocio inicial era utilizar precios globales en África, con productos que costaban unos 100 dólares al mes [95 euros], pero luego entendieron que tenían que adoptar una estrategia diferente y competir con los precios de las compañías tecnológicas locales”, detalla por videoconferencia Oniosun. Por eso, continúa, “en algunos países cuesta 20 dólares al mes y en otros 30 dólares frente a los 100 dólares que cuesta en Estados Unidos”. El resultado, según el experto nigeriano, es que “Starlink ha provocado una disrupción en el mercado africano y ha hecho que muchas compañías de telecomunicaciones estén perdiendo suscriptores”.

Su potencial de expansión es enorme. “Desde un punto de vista continental, la conectividad media a internet en África es del 47%, inferior a la media mundial, que es del 66%”, explica Michael Markovitz, director del Centro de Análisis sobre liderazgo mediático del Instituto Gordon de Ciencias Empresariales de la Universidad de Pretoria (Sudáfrica). Sin embargo, pese a los precios aparentemente bajos, Markovitz reflexiona sobre el número real de ciudadanos que podrá realmente afrontarlos. “Va a ser difícil para la mayoría de los que no pueden permitirse comprar un móvil, aunque sí va a ser muy competitivo para la gente que lo puede costear en zonas rurales, como agricultores o empresas de ciudades pequeñas, donde la conectividad que ofrecen los operadores móviles es cara” y lenta. Pero la pregunta para analizar el impacto de Starlink, según el experto de la Universidad de Pretoria, es, ¿cuál es el número verdadero de suscriptores de Starlink? Por ejemplo, en Nigeria, donde en función de las clasificaciones Starlink es el tercer o cuarto proveedor de internet, la cuota de usuarios no llega a 30.000, frente a la compañía sudafricana MTN, que en el mismo país tiene unos 77 millones, explica Markovitz.

Aunque la expansión de internet de alta velocidad puede favorecer la economía africana, los expertos también destacan que el modelo de negocio de Starlink “no deja una gran huella en el continente” porque apenas necesita infraestructura terrestre. “La gran preocupación para muchos países es lo que Starlink podría significar para el futuro de las empresas de telecomunicaciones, muchas de ellas de propiedad africana o estatales y que emplean a muchos africanos que pagan una gran cantidad de impuestos en África”, reflexiona Allen. Por ejemplo, en Kenia, Safaricom, “según sus propios datos, apoya hasta 1,2 millones de puestos de trabajo y emplea directamente a unas 6.000 personas, es decir, es una actividad empresarial que genera una tonelada de ingresos fiscales para el Gobierno”, subraya el analista del Centro Africano de Estudios Estratégicos. Oniosun comparte el mismo argumento: “Starlink no tiene una gran cantidad de empleados en África y los pocos que tiene son como extranjeros que vienen al continente”.

Pese a ello, Allen cree que Starlink “seguirá expandiéndose, especialmente entre los sectores que necesiten una conectividad rápida”. “Es bastante difícil superar a la compañía de Elon Musk en este momento, aunque su futuro dependerá también del coste y de cómo entre en competencia directa con otros proveedores en el futuro”, añade.

Otro de los obstáculos, según Markovitz, será cómo se adapta a la legislación de cada país. Namibia le acaba de obligar a cesar su actividad por la falta de licencia, una medida que ya tomó Camerún a principios de años, ordenando incluso la incautación de los equipos de Starlink en los puertos. “En Sudáfrica, todavía no tienen licencia de operador porque no cumplen la legislación”, que exige que el 30% de la propiedad de la compañía sea negra, comenta el experto, que recuerda que en este país, con un 75% de población con acceso a internet, la competencia es mucho mayor. “Musk se ha reunido con [el presidente de Sudáfrica, Cyril] Ramaphosa y hay muchas noticias sobre que el Gobierno hará una excepción, pero es muy difícil que ocurra en una democracia porque la ley es muy clara”, zanja. No obstante, advierte: “Elon Musk no tiene prisa, es el hombre más rico del mundo. Tiene una estrategia de seguir lanzando satélites y es lo que seguirá haciendo”.

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Sobre la firma

Patricia R. Blanco
Periodista de EL PAÍS desde 2007, trabaja en la sección de Internacional. Está especializada en desinformación y en mundo árabe y musulmán. Es licenciada en Periodismo con Premio Extraordinario de Licenciatura y máster en Relaciones Internacionales por la Universidad Complutense de Madrid.
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