_
_
_
_

Scholz y Merz plantean la campaña electoral alemana como un duelo ideológico y personal

El socialdemócrata y el democristiano difieren sobre impuestos, inversiones y deuda, pero la gran coalición es una opción tras las elecciones de febrero

Friedrich Merz y Olaf Scholz
El líder conservador, Friedrich Merz, habla en el Bundestag este martes con el canciller alemán, Olaf Scholz, de fondo.Liesa Johannssen (REUTERS)
Marc Bassets

El canciller socialdemócrata, Olaf Scholz, y el democristiano Friedrich Merz, rivales en las elecciones del 23 de febrero en Alemania, en apariencia se oponen en casi todo, pero están de acuerdo en algo fundamental. Y es que ambos quieren que la campaña electoral sea cosa de dos. De ellos dos. Un duelo Scholz contra Merz, una elección clara para los votantes.

El problema en este planteamiento es que no hay solo dos candidatos, sino algunos más. El otro problema es que ambos rivales, con personalidades muy diferenciadas y recetas opuestas para sacar el país del marasmo ―más inversiones y endeudamiento los socialdemócratas; menos impuestos los democristianos―, posiblemente estén condenados a entenderse tras las elecciones y gobernar juntos en una gran coalición.

El último sondeo de instituto Forsa, publicado este martes, sitúa en primera posición a la Unión Democristiana/Unión Socialcristiana (CDU/CSU) de Merz, con un 30% de votos. Le sigue con un 19% la extrema derecha de Alternativa para Alemania (AfD), con Alice Weidel como candidata. En tercera posición, el Partido Socialdemócrata (SPD) de Scholz con un 17%. Los Verdes sacarían un 13%. Según este sondeo, ningún otro partido (ni los liberales ni la izquierda populista) superarían la barrera del 5% para entrar en el Bundestag.

“La idea es que socialdemócratas y democristianos dominen el debate, un duelo entre Scholz y Merz”, dice, en una conversación en la cafetería del Parlamento, el diputado socialdemócrata Nils Schmid. “La carrera está muy abierta”, confía Schmid, también portavoz de Asuntos Exteriores del SPD en el Bundestag y candidato a la reelección en su Estado federado, Baden-Württemberg.

La democracia alemana, en la que casi todo es previsible y está pautado, hasta las crisis políticas, está hecha de rituales. Después de que el lunes el Bundestag retirase la confianza a Scholz y abriese el camino para convocar elecciones anticipadas, este martes llegó el momento de los programas electorales.

Incentivos fiscales y salario mínimo

El SPD propone incentivos fiscales para las inversiones en la industria, reinstaurar las subvenciones a los coches eléctricos y aumentar el salario mínimo de 12 a 15 euros por hora. También subir los impuestos a los más ricos, rebajar el IVA para los alimentos del 7% al 5% y limitar las tarifas energéticas.

La CDU/CSU quiere marcar bien el perfil conservador y el de su líder Merz, alejado del centrismo de la canciller democristiana Angela Merkel. Defiende la mano dura con la inmigración y propone trasladar a los demandantes de asilo a países considerados “seguros”. También promete abolir la ley de autodeterminación de género que adoptó la coalición de Scholz y que acaba de entrar en vigor.

En materia económica, los democristianos promueven una rebaja general de impuestos. Y quieren suprimir la renta ciudadana y la llamada contribución solidaria, que pagan las personas con más ingresos para equiparar las condiciones de vida entre Oeste y el Este de Alemania. Creen que hay margen para ahorrar y encontrar dinero para las inversiones sin necesidad de superar el estricto límite de la deuda que prescribe la Constitución. Tanto el SPD como Los Verdes quieren flexibilizar estas reglas.

El debate sobre flexibilización de las reglas fiscales fue el detonante en noviembre de la ruptura de la coalición entre Scholz y los liberales del ministro de Finanzas, Christian Lindner, apóstoles de la austeridad. Y será clave tras las elecciones en un país estancado desde hace cinco años, con una crisis industrial que lleva a empresas como Volkswagen a contemplar el cierre de fábricas y con unas infraestructuras envejecidas.

“Habrá un verdadero debate de ideas sobre la política económica y social”, pronostica el socialdemócrata Schmid. “Y se tratará de la personalidad de los principales candidatos: Merz contra Scholz”, añade el diputado, quien anticipa la estrategia de su partido: retratar al democristiano como un político volátil, sin experiencia de Gobierno, pese a décadas de trayectoria parlamentaria, y con una imagen de hombre frío y antipático para muchos votantes. “Intentaremos establecer un contraste claro con la personalidad de Scholz”.

Los candidatos buscan el cuerpo a cuerpo. Se pelean con un tono que en otros países (Francia, España, EE UU) podría parecer anodino, pero que en la Alemania de los consensos, las buenas maneras y los argumentos razonados llama la atención por estridente.

El lunes, en el debate sobre la cuestión de confianza, Merz retrató a Scholz como un canciller sin influencia internacional, silencioso y marginado durante las cumbres. “Da vergüenza ajena”, le espetó, “como se comporta usted en la Unión Europea”.

Scholz disparó después en la cadena ZDF: “Fritze Merz dice tonterías”. El diminutivo Fritze y la palabra en la variedad del alemán del norte que el canciller usó para decir tonterías (Tünkram) son de una familiaridad que aquí puede desentonar. Y provocó reacciones indignadas entre los conservadores.

Como es habitual en Alemania, ningún partido podrá gobernar en solitario y, si Merz gana, deberá buscar uno o varios aliados. Excluida, por el cordón sanitario, la extrema derecha, partidaria de sacar Alemania de la UE y del euro, quedan otras opciones. La más probable, una alianza de los democristianos con los socialdemócratas como socio menor, la gran coalición. O una coalición, inédita a escala federal, entre democristianos y verdes.

Scholz ha dicho que no será vicecanciller bajo un hipotético canciller Merz. Si pierde, se marchará. Pero, por antagónicos que parezcan los programas y las personalidades, socialdemócratas y democristianos saben que es muy posible que acaben gobernando juntos como ya hicieron durante los años de Merkel.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Marc Bassets
Es corresponsal de EL PAÍS en París y antes lo fue en Washington. Se incorporó a este diario en 2014 después de haber trabajado para 'La Vanguardia' en Bruselas, Berlín, Nueva York y Washington. Es autor del libro 'Otoño americano' (editorial Elba, 2017).
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_