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Un juez da curso a una demanda de estudiantes judíos contra Harvard por permitir el antisemitismo en el campus

El fallo dice que la universidad actuó con “deliberada indiferencia” hacia su comunidad judía

Estudiantes del campus de Harvard
Estudiantes del campus de Harvard desmantelan en mayo el campamento en solidaridad con Palestina, en una imagen captada por un dron.Brian Snyder (REUTERS)
María Antonia Sánchez-Vallejo

La Universidad de Harvard no ha logrado convencer a un juez de distrito estadounidense de que desestime una demanda en la que estudiantes judíos acusan al centro de la prestigiosa Ivy League de permitir que su campus se convirtiera en lo que consideran un bastión del antisemitismo. El fallo puede reavivar la encendida polémica sobre los límites entre el derecho a la libertad de expresión y los mensajes de odio que los estudiantes judíos aseguran haber percibido durante la movilización estudiantil en solidaridad con Gaza, que recorrió los campus de EE UU desde el comienzo de la guerra y eclosionó en forma de acampadas masivas esta primavera.

Sin pronunciarse sobre el fondo, el juez de distrito de Boston Richard Stearns considera que la respuesta de Harvard a los incidentes ocurridos en el campus fue inadecuada y que “los hechos denunciados demuestran que Harvard falló a sus estudiantes judíos”, que alegaron sensación de inseguridad en un ambiente hostil. Stearns sostiene que también es “dudoso” que Harvard pudiera ampararse en el argumento de que algunas de las actividades denunciadas en el campus estaban protegidas por la primera enmienda de la Constitución de los Estados Unidos, que consagra el derecho a la libertad de expresión.

Los estudiantes presentaron una demanda en enero —el enfrentamiento en los campus arrancó en octubre, tras el comienzo de la guerra en Gaza—, acusando a Harvard de aplicar selectivamente sus políticas antidiscriminatorias para no proteger a los estudiantes judíos del acoso al que decían verse sometidos por estudiantes propalestinos, al ignorar sus peticiones de protección y contratar a profesores que, a juicio de los demandantes, apoyaban “la violencia antisemita y difundían propaganda antisemita”.

Stearns dice haber encontrado suficientes alegaciones de que Harvard actuó con deliberada indiferencia hacia su comunidad judía. “Concluir que [la demanda] no ha probado de forma plausible una deliberada indiferencia premiaría a Harvard por declaraciones públicas virtuosas que en su mayor parte, según las alegaciones, resultaron vacías a la hora de adoptar medidas disciplinarias contra los estudiantes y profesores infractores”, se lee en el fallo.

Stearns apunta en su fallo que los demandantes de Harvard pueden presentar otras dos demandas por el incumplimiento contractual de la universidad de sus políticas de no discriminación, y por trato injusto a los estudiantes al no aplicar esas políticas “imparcialmente”.

La demanda solicitaba una orden judicial para poner fin a las supuestas violaciones por Harvard del Título VI de la Ley de Derechos Civiles de 1964, que prohíbe a los receptores de fondos federales la discriminación por motivos de raza, religión u origen nacional. Se presentó ocho días después de la dimisión de la rectora, Claudine Gay, por su gestión de la crisis, pero también en la picota por acusaciones de plagio. La demanda es una de las muchas contra las principales universidades del país, algunas de ellas ya zanjadas, como las de la Universidad Brown y la Universidad de Nueva York, resueltas el mes pasado.

La Universidad de Columbia, por su parte, acordó en junio proporcionar personal de seguridad y otras medidas para llegar a un acuerdo ante las acusaciones de que su campus se había vuelto inseguro. De hecho, la rectora, Minouche Shafik, plantea dotar de nuevas funciones, incluida la potestad de detener a estudiantes, a los 290 miembros del equipo de seguridad interno, informaba este lunes el diario The Wall Street Journal, una medida muy polémica en vísperas del inicio de curso.

La temperatura del debate sobre si las universidades hicieron lo suficiente para atajar las manifestaciones de repulsa a los judíos por la ofensiva militar israelí en Gaza no ha bajado, pese al desalojo, en ocasiones por la fuerza, de las acampadas que brotaron en los campus en abril. De hecho, se ha convertido en una nueva trinchera de las guerras culturales en EE UU. Del comité del Congreso que sometió a juicio sumarísimo a las rectoras de Harvard, Pensilvania y el MIT, a la presión de importantes donantes, que amenazaron con retirar sus ayudas —lo que provocó la dimisión de las dos primeras—, la movilización de los campus se ha convertido en un arma política en año electoral, e incluso en munición retórica para el discurso que hace diez días pronunció el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, en el Congreso de EE UU, de ahí que el fallo pueda resucitar una polémica que los republicanos han atizado con ardor y que ha creado una división en las filas demócratas.

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