El rey Carlos III desgrana las 40 leyes que plantea Starmer para revitalizar el Reino Unido
El monarca presenta en su discurso ante el Parlamento las medidas del Gobierno laborista, que incluyen nuevos derechos laborales y reformas en energía y urbanismo
Un discurso repleto de reformas radicales, para “levantar el pie del freno en el Reino Unido” y acelerar su crecimiento, pero leído en una ceremonia que preserva la tradición repetida siglo tras siglo. Carlos III ha vestido la corona imperial y se ha vuelto a sentar en el trono de la Cámara de los Lores, acompañado de la reina consorte Camila —que este miércoles cumplía 77 años—, para leer ante los miembros del Parlamento la agenda legislativa del nuevo Gobierno laborista del Reino Unido.
“La misión fundamental consistirá en asegurar el crecimiento económico [del país]. Mi Gobierno —por algo el término oficial es el de “Gobierno de Su Majestad”— perseguirá una alianza con empresarios y trabajadores para ayudar a los ciudadanos a remontar la actual crisis del coste de la vida, dando prioridad a la creación de riqueza en todas las comunidades”, anunciaba Carlos III.
Ninguna de las 40 leyes anunciadas por el monarca ha sido una sorpresa. El Partido Laborista ha tenido tiempo, durante los meses previos a su victoria electoral del 4 de julio, para detallar sus propósitos políticos una vez alcanzara Downing Street. Escuchar cómo el rey enumeraba todas las medidas —muchas de ellas, una pequeña revolución en sí mismas— ha servido para que los británicos tomaran conciencia de la dimensión que puede suponer, si realmente se cumple, la “renovación nacional” prometida por Keir Starmer.
“Ha llegado el momento de levantar el pie del freno en el Reino Unido. Durante demasiado tiempo, los ciudadanos han sido forzados a quedar atrás. Sus trayectorias vitales han venido determinadas más por su origen que por su talento o por su duro esfuerzo”, ha dicho Starmer, poco antes de que el rey diera a conocer sus próximas medidas. “Las nuevas leyes que hoy presentamos nos ayudarán a recuperar el control y establecerán las bases del cambio real que este país reclama a gritos”, añadía el primer ministro, que se permitía incluso arrebatar al anterior Gobierno conservador uno de sus eslóganes más populares: take back control, recuperar el control, el grito de guerra para impulsar el Brexit.
Reforma de la planificación urbanística, para conceder más poder al Gobierno frente a propietarios del suelo a la hora de desarrollar nuevas infraestructuras, viviendas sociales o centrales de energía renovable. Reformas laborales para garantizar salarios más justos y nuevos derechos a los trabajadores. Reformas para devolver competencias en transporte y planes de crecimiento a los gobiernos locales. Planes para nacionalizar las redes y servicios ferroviarios del país si las empresas privadas no enderezan el deterioro de los últimos años. O una nueva corporación pública, Great British Energy, para acelerar la inversión en nuevas tecnologías verdes y abaratar la factura de electricidad y gas.
Starmer ha querido transmitir desde el primer minuto su voluntad de mantener la estabilidad y el rigor presupuestario que se desbordaron con anteriores gobiernos. Sobre todo durante la debacle económica que supuso el breve mandato de Liz Truss y su irresponsable bajada de impuestos. Quedaba claro en el primer párrafo leído por Carlos III: “Cada decisión será congruente con la normativa fiscal. Legislaremos de modo que quede asegurado que cada cambio en los impuestos o en el gasto sea sometido a una evaluación independiente de la Oficina de Responsabilidad Presupuestaria”, la auditora independiente a la que el Ejecutivo ha prometido que otorgará nuevos poderes.
El ex primer ministro Rishi Sunak, encargado de elaborar la respuesta al discurso por parte de la oposición, mientras se mantiene provisionalmente al frente del Partido Conservador, ha prometido que los tories no bloquearán las nuevas leyes por pura estrategia partidista, pero ha insistido en el que fue su principal argumento durante la batalla electoral: la intención oculta de los laboristas, según él, de subir los impuestos. “El Partido Laborista ha prometido en su programa electoral que no subirá los impuestos a las clases trabajadoras, cuando ya tenía conocimiento pleno de las cuentas públicas”, ha dicho Sunak. “Ya no pueden decir ahora que las cosas estaban peor de lo que pensaban para renegar de esa promesa”, ha añadido.
Más allá de la economía
El grueso del discurso se ha centrado en los planes de crecimiento económico, pero Starmer ha querido introducir otras medidas ya prometidas, de contenido más social. En su mayoría, enfocadas en el área de seguridad, porque el texto ha recuperado la promesa de crear un Mando Conjunto de Fronteras, para combatir a las mafias de la inmigración irregular; el compromiso de reforzar a la policía para que las calles sean más seguras, y la voluntad de reducir a la mitad los casos de violencia de género contra mujeres y niñas.
El nuevo Gobierno ha reiterado su voluntad de mejorar las relaciones con la UE, y su compromiso con la solución de los dos Estados para la crisis que enfrenta a Israel con Palestina.
El primer ministro, que no ha dudado en mantener una actitud cordial con su predecesor, Sunak, durante la ceremonia del Parlamento, ha rescatado además tres proyectos del anterior Gobierno conservador que no llegaron a salir adelante: la prohibición gradual de la venta de tabaco a menores, el refuerzo de los derechos de los inquilinos en las viviendas de alquiler y una nueva entidad reguladora del mundo del fútbol.
La pompa de la ceremonia
Carlos III ha protagonizado por segunda vez, como monarca del Reino Unido, la ceremonia de apertura de la legislatura. Ha viajado desde el Palacio de Buckingham al Parlamento de Westminster en la Carroza Real del Jubileo de Diamante; ha llevado sobre su cabeza la corona imperial, un kilo de peso compuesto de 2.868 diamantes, 273 perlas, 17 zafiros, 11 esmeraldas y 5 rubíes; los famosos beefeater, la guardia personal del monarca, han rastreado los sótanos del Parlamento, antes de que llegara la comitiva real, por si había rastro de pólvora. Y la Dama del Bastón Negro (Black Rod), Sarah Clarke, la representante real en ambas Cámaras, ha vuelto a ver como la de los Comunes le daba con la puerta en las narices cuando intentaba convocar a sus miembros a escuchar el discurso del monarca. Tres golpes ha vuelto a dar en la puerta con su bastón, para que le dejaran pasar, en una liturgia de siglos que representa la independencia de los diputados frente a la corona.
La nueva Cámara de los Comunes, habitada ahora mayoritariamente por representantes laboristas, ha acudido al ala opuesta del Parlamento de Westminster, a la Cámara de los Lores, para escuchar un plan de Gobierno que, según el propio Starmer, promete ser aún más transformador que aquel que presentó Tony Blair en 1997.
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