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Rachel Reeves y Angela Rayner: las dos mujeres con más poder en el nuevo Gobierno laborista del Reino Unido

La ministra de Economía y la vice primera ministra simbolizan el centrismo y el izquierdismo del partido renovado de Starmer

Rachel Reeves (a la izquierda) y Angela Rayner flanquean a Keir Starmer en el Parlamento, el 18 de mayo de 2022.
Rachel Reeves (a la izquierda) y Angela Rayner flanquean a Keir Starmer en el Parlamento, el 18 de mayo de 2022.UK PARLIAMENT/JESSICA TAYLOR (via REUTERS)
Rafa de Miguel

Dos mujeres acumulan gran parte del poder en el nuevo Gobierno de Keir Starmer. Las dos comparten amplia responsabilidad en la estrategia y empeño que llevaron al Partido Laborista a la victoria en las elecciones del Reino Unido del pasado 4 de julio.

Una de ellas es hija de maestros. Una niña aplicada que a los 14 años llegó a ser campeona nacional de ajedrez, y una universitaria que estudió Economía en Oxford y trabajó en el departamento de estudios del Banco de Inglaterra.

La otra creció en una vivienda social de Stockport, una población dependiente del Gran Mánchester, en medio de la pobreza. Es hija de una madre bipolar, que no sabía leer ni escribir. Que muchos días no se levantaba de la cama. Con tendencias suicidas. Que solo salió adelante por los cuidados de la pequeña. Hasta que esa pequeña se quedó embarazada, con 16 años, y su vida dio un vuelco.

Una es Rachel Reeves (Londres, 45 años). Es la primera mujer que ocupa el cargo de ministra de Economía en la historia del Reino Unido. La segunda es Angela Rayner (Stockport, 44 años), vice primera ministra del nuevo Gobierno británico y ministra de Vivienda y Equilibrio Territorial.

La mejor introducción de ambas políticas son sus propias palabras:

“Ha habido dos cosas que siempre intenté demostrar: que una niña puede ser igual de buena en algo que un niño, pero también que una niña procedente de un entorno familiar normal puede ser igual de buena que un niño procedente de un entorno privilegiado”, explicaba Reeves al diario The Times.

“Me han llamado taruga porque no fui a la universidad o porque, según ellos, no hablaba correctamente. No soy taruga, evidentemente, o no habría llegado a donde he llegado. Hablo como habla la gente del barrio en que crecí. ¿Y sabes algo más? Ser mujer no te hace inferior a un hombre”, contestaba Rayner en el periódico The Guardian a los diputados conservadores que intentaron burlarse de ella.

Crecimiento económico y pragmatismo

Reeves se define como una socialdemócrata. Rayner, como una socialista. Reeves trabajó en la Embajada británica de Washington, como becaria del Banco de Inglaterra. Conoció los entresijos de la Reserva Federal y los hilos del poder en Estados Unidos. Su paso poco después por la banca, ya de vuelta en el Reino Unido, le permitió entender los impulsos y estímulos de la empresa privada.

Casada con Nicolas Joicey, que escribía gran parte de sus discursos al exministro de Economía de Tony Blair y posteriormente primer ministro, Gordon Brown, Reeves viaja con una mochila ligera de ideología y plena de pragmatismo: es más defensora de la modernización y reforma de la economía que de la nacionalización de las empresas o las subidas de impuestos.

Durante los años en que el veterano izquierdista Jeremy Corbyn tomó las riendas del laborismo, Reeves siguió como diputada, pero se mantuvo en un segundo plano, claramente distanciada de las políticas que impulsaba entonces el partido.

No fue la primera elección de Starmer para ocupar el puesto de “ministra de Economía en la sombra” (shadow chancellor, en su denominación inglesa). El líder laborista, cuestionado en sus primeros meses al frente del partido, fue, sin embargo, lo suficientemente astuto como para reforzar su mandato con una mujer que aportó un discurso de prudencia, responsabilidad fiscal y mano tendida a los empresarios. Su influencia está claramente detrás de un programa electoral centrado en las reformas, la inversión y el crecimiento.

Su mano está también detrás de la rebaja en las ambiciones de algunas medidas iniciales propuestas por el Partido Laborista, como la reforma de la legislación laboral o la promesa de multimillonarias inversiones (33.000 millones de euros) en la nueva “economía verde”. La primera, para no espantar a los empresarios. La segunda, por no agravar más unas cuentas públicas afectadas por una inflación que ha sido galopante durante el último año.

La guardiana de la izquierda

Si Reeves es observada con recelo por el ala izquierda del partido y por sus aliados naturales, los sindicatos, Rayner simboliza para muchos de ellos la guardiana de las esencias de la izquierda en el nuevo Gobierno.

Al pasar bruscamente de adolescente a madre soltera, decidió que su vida no estaría condicionada por los subsidios y ayudas sociales de las que dependían mucha gente de su barrio. “Debía cuidar a un pequeño, y quería demostrar a todos que no iba a ser la escoria que todos pensaban que estaba destinada a ser. Quería ser una buena madre, y comprendí que alguien me iba a amar como yo merecía ser amada”, contó en un congreso del Partido Laborista.

Entró a trabajar como cuidadora de personas dependientes, en una empresa privada. Su combatividad fue detectada de inmediato por los compañeros, que la nombraron delegada sindical. Antes de darse cuenta, ya ocupaba un puesto de diputada laborista.

Rayner fue responsable del área de Trabajo y Pensiones durante los años de oposición de Jeremy Corbyn. Mantuvo su lealtad al veterano izquierdista hasta el final, aunque nunca se ha querido identificar como corbynista.

En un proceso similar, aunque todavía más beligerante que el de Reeves, Starmer quiso prescindir de ella, como parte de su empeño en borrar del partido los rastros de la dirección anterior. Elegida directamente por las bases como número dos de la formación, Rayner salió triunfante de la pugna e incluso acumuló más poder, pero ambos comenzaron a entender que se beneficiaban más como aliados que como rivales.

“La idea de que Rachel [Reeves] y Keir [Starmer] están en la esquina de los empresarios y yo en la de los trabajadores es una sandez. Los tres apoyamos a los trabajadores y a los empresarios ingleses. Los tres nos hemos comprometido a eso”, afirmaba recientemente la nueva vice primera ministra.

Su puesto es más bien honorífico y depende de la propia fortaleza personal y política de quien lo ocupa. Que es mucha. La misión encomendada a Rayner es devolver las competencias y la autonomía a los ayuntamientos del Reino Unido, reforzar los derechos de los trabajadores y —su principal sueño— construir un millón de viviendas sociales dignas que dejen atrás el mundo de pobrezas y carencias que vivió ella de niña.

Rayner presume de sus dos tatuajes —la abeja laboriosa que representa a Mánchester y la rosa del laborismo—. Su hijo Ryan la hizo abuela a los 37 años, pero tiene dos hijos más, y peleó como una leona para sacar adelante al que nació prematuro, con 23 semanas, y sufre una ceguera severa y ligera discapacidad.

Durante los frívolos años del mandato de Boris Johnson, la prensa conservadora llegó a acusar a Rayner, que se sentaba en la primera fila de la bancada de la oposición junto a Starmer, de despistar al primer ministro como hacía Sharon Stone en la película Instinto Básico, al cruzar y descruzar sus piernas. “No puede competir con las habilidades retóricas que Johnson adquirió en Oxford, pero ella tiene otras habilidades”, contó una fuente anónima al tabloide Daily Mail, que se ganó la reprimenda del presidente del Parlamento.

En el nuevo Gobierno de Starmer, de 25 miembros, hay 11 mujeres. Reeves y Rayner simbolizan, más que ninguna otra, la razón última de la victoria electoral laborista. Sus respectivas trayectorias personales, plagadas de fuerza de voluntad, pragmatismo y una voluntad más instintiva que ideológica de reequilibrar la sociedad británica, han convencido a muchos votantes.

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Sobre la firma

Rafa de Miguel
Es el corresponsal de EL PAÍS para el Reino Unido e Irlanda. Fue el primer corresponsal de CNN+ en EE UU, donde cubrió el 11-S. Ha dirigido los Servicios Informativos de la SER, fue redactor Jefe de España y Director Adjunto de EL PAÍS. Licenciado en Derecho y Máster en Periodismo por la Escuela de EL PAÍS/UNAM.
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