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Asesinadas en dos cárceles de Ecuador siete personas acusadas de matar al candidato presidencial Fernando Villavicencio

Seis hombres de nacionalidad colombiana, recluidos en Guayaquil, fueron ahorcados en uno de los pabellones de la prisión. Otro, ecuatoriano, murió de la misma forma en Quito

Asesinan a sicarios colombianos ligados al asesinato de Fernando Villavicencio
Los seis detenidos por el asesinato de Fernando Villavicencio, en una imagen facilitada por la policía ecuatoriana el 10 de agosto.GOBIERNO DE ECUADOR

Los seis colombianos detenidos en Ecuador por la muerte del candidato presidencial Fernando Villavicencio fueron asesinados el viernes en una cárcel de Guayaquil, según han informado las autoridades. De acuerdo con una fuente a la que ha tenido acceso EL PAÍS, los presos fueron ahorcados. Un séptimo involucrado en el magnicidio, de nacionalidad ecuatoriana, murió de la misma forma en una prisión de Quito, la capital del país. Hace unos días, Estados Unidos ofreció una recompensa de cinco millones de dólares (unos 4,7 millones de euros) por información que llevase al arresto de los autores intelectuales del crimen del político. Las muertes se han producido a nueve días de que se celebre la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en el país, el domingo 15.

Los seis supuestos sicarios permanecían recluidos en el pabellón 7 de la penitenciaria del Litoral, en Guayaquil, donde se encuentran encarceladas unas 5.700 personas. Se trata de Andrés Mosquera Ortiz, José Neider López Hitas, Adey Fernando García García, Camilo Romero Reyes, Jules Osmín Castaño Alzate y Jhon Gregore Rodríguez. A última hora de la tarde del viernes, equipos de la Fiscalía y de la policía ecuatoriana accedieron al recinto para realizar el levantamiento de los cadáveres y proceder a su identificación.

Ecuador ha decretado la alerta máxima. Un séptimo implicado en el homicidio de Villavicencio fue ahorcado la madrugada de este sábado. José Montaño, de nacionalidad ecuatoriana, fue asesinado en la cárcel del Inca, en Quito, una ciudad que se encuentra a 420 kilómetros de Guayaquil. La policía lo acusó de transportar a los sicarios y proporcionarles las armas. Los otros seis implicados que quedan con vida han sido llevados a otros lugares. La Fiscalía ha abierto una investigación porque los muertos tenían órdenes de traslado y las autoridades encargadas de prisiones no las ejecutaron.

El Servicio Nacional de Atención Integral a Personas Privadas de Libertad informó de que las víctimas “no presentan signos de tortura ni heridas fruto de algún combate”. Aunque sus cadáveres aparecieron en el pabellón 7, los presos habían sido destinados en principio al pabellón 9, y hace cinco días los cambiaron al 10, según fuentes policiales. Desde 2020, más de 400 presos han sido asesinados en el sistema penitenciario ecuatoriano, principalmente por enfrentamientos entre bandas criminales rivales.

El presidente Guillermo Lasso, que se encontraba en Nueva York, anunció que retornará a Ecuador, donde mantendrá una reunión con el gabinete de seguridad. “En las próximas horas regresaré al Ecuador para atender esta emergencia. Ni complicidad ni encubrimiento, aquí se conocerá la verdad”, publicó en X (antes Twitter). Por su parte, el expresidente Rafael Correa escribió “¡Dios mío!”, a través de la misma red social. Y añadió: “Si son los sicarios de Villavicencio, ratifica que el Gobierno estuvo detrás del crimen. #LassoResponsable”.

Este sábado terminaba el tiempo de instrucción fiscal contra las 13 personas imputadas como autores materiales del asesinato de Villavicencio. La noche del 9 de agosto, horas después del crimen, los seis que ahora han sido asesinados fueron detenidos en dos barrios del sur de Quito y las autoridades iniciaron una investigación que duró 30 días. Casi un mes después, el 8 de septiembre, fueron apresadas otras siete personas y la investigación se amplió otros 30 días, un plazo que justo concluía este sábado. Los investigadores ecuatorianos creían conocer quiénes habían empuñado el arma, pero desconocían a los autores intelectuales. La recompensa de Estados Unidos pretendía resolver este misterio que, con la muerte de los supuestos sicarios, será aún más difícil de aclarar.

“Me he enterado por Twitter”, cuenta por teléfono Diana Patricia Mosquera, la madre de Andrés Mosquera Ortiz, uno de los asesinados. La familia estaba muy preocupada por su seguridad desde que las autoridades ecuatorianas detonaran un dron con explosivos en el techo de la cárcel. Algunos lo interpretaron como parte de un plan para silenciar a los sicarios, que habían sido trasladados de Quito a Guayaquil.

Ecuador vive una crisis de seguridad sin precedentes. Los carteles de la droga han infiltrado una nación que durante décadas había sido inmune a la violencia del narcotráfico que azotaba a otros países de la región, como Perú y Colombia. Para finales de este año, si el ritmo no baja de intensidad, alcanzará una tasa de criminalidad de 40 homicidios por cada 100.000 habitantes, lo que ubicaría a Ecuador entre los países más violentos del mundo. La violencia es el principal tema que han discutido durante la campaña los dos candidatos, Daniel Noboa y Luisa González, que el día 15 se disputarán la presidencia en la segunda vuelta de las elecciones.

El crimen de Villavicencio despertó todos los demonios de Ecuador. El político, periodista de profesión, había denunciado la infiltración del crimen organizado en las instituciones ecuatorianas. El 9 de agosto, a la salida de un mitin, fue acribillado por un sicario colombiano, Johan David Castillo López, alias Ito, de 18 años. Lo acompañaron en el ataque otros tres pistoleros, según grabaron las cámaras de seguridad de los alrededores. Dos de ellos fueron detenidos en el lugar por la policía y por los propios seguidores de Villavicencio, que en cuestión de minutos comprendieron lo que había pasado. Ito fue baleado cuando trataba de escapar y murió en el lugar a los pocos minutos. Horas después fueron detenidos los seis restantes, todos colombianos. El mundo esperaba saber a través de ellos quién había ordenado el crimen, pero sus voces han sido silenciadas para siempre.

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