La oposición nicaragüense se embarca en una nueva búsqueda de unidad contra el régimen de Ortega
El Grupo de Monteverde, conformado en el exilio, persigue superar las diferencias ideológicas internas y lograr “una salida pacífica a la dictadura”
Exiliada y desterrada, la oposición de Nicaragua se embarca en una nueva búsqueda de “unidad” contra el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo, un propósito que, después de las protestas autoconvocadas de 2018, se había vuelto escurridizo. Los principales liderazgos opositores se reunieron esta semana en Houston, Estados Unidos, y presentaron a través de un comunicado el Grupo de Monteverde. No es una plataforma política, sino “un espacio” que “busca la salida pacífica a la dictadura y la construcción de una sociedad democrática”, pero sobre todo intenta acercar a las diversas vertientes contrarias al aparato sandinista.
La reunión en Estados Unidos congregó a los opositores exiliados desde 2018 y a los principales líderes que fueron excarcelados, desterrados en un avión por el régimen en febrero pasado y después despojados de su nacionalidad , entre ellos precandidatos presidenciales. “Este proceso de unidad es un espacio inclusivo en el que participan personas de diversos sectores, entre ellos jóvenes, campesinos, líderes de organizaciones políticas y líderes sectoriales. La diversidad de perspectivas es valorada y fomentada en este espacio, ya que se cree que es la única forma de lograr enriquecimiento colectivo y una unidad plural y diversa que sea capaz de liderar una transición democrática del país”, dice el comunicado que suscribieron.
A pesar de que Monteverde fue presentado este 28 de junio, fue un espacio que nació a finales de octubre de 2021 en una zona montañosa de Costa Rica (de donde el grupo toma su nombre). Los opositores, entre quienes estaban los exiliados desde 2018 en Costa Rica y los que no fueron cazados por la policía del régimen en 2021, fundaron este grupo “de personas” para exigir la liberación de los presos políticos. Pero también los convocó la urgencia de conciliar las diferencias internas de los opositores, muy marcadas por una discusión ideológica entre “izquierda y derecha”.
Después del levantamiento popular contra Ortega y Murillo, la oposición que se articuló es muy diversa: incluye desde sectores estudiantiles, campesinos, empresarios, políticos tradicionales, líderes de sociedad civil, exguerrilleros sandinistas, hasta integrantes de partidos políticos descabezados, entre otros. Todos se oponen al régimen y han sido golpeados en la misma medida por la represión de la pareja presidencial. Sin embargo, no han logrado conformar un solo bloque opositor debido a desconfianzas mutuas. El factor ideológico ha permeado de tal manera que ha dinamitado el anhelo que se nutre desde el año 1990, cuando la coalición de partidos políticos llamada Unión Nacional Opositora (UNO) llevó a la presidencia a Violeta Barrios de Chamorro y la revolución sandinista fue derrotada en las urnas.
Después de las elecciones de 2021, en las que Ortega y Murillo se perpetuaron en el poder, Monteverde sentó en el exilio a actores políticos antagónicos: desde Kitty Monterrey, presidenta del Partido Ciudadanos por la Libertad (CxL), hasta integrantes de la Unidad Nacional Azul y Blanco (UNAB), y de la Unión Democrática Renovadora (UNAMOS). “Los primeros encuentros de Monteverde constituyeron los acercamientos iniciales y la creación de un espacio de diálogo entre personas a título individual, pero vinculadas con diferentes grupos pro democracia en Nicaragua. Estos encuentros permitieron disminuir los prejuicios e ideas preconcebidas entre personas con perspectivas políticas diferentes; así como abrir puentes de comunicación a pesar de las diferencias. Todo sobre la base del respeto”, explica a EL PAÍS una fuente ligada a Monteverde, pero que por temor a represalia a su familia en Nicaragua pide anonimato.
“Ortega es el adversario de todos”
Las principales críticas que ha recibido Monteverde proceden de sectores de ultraderecha –la mayoría afincados en Miami–, que señalan al grupo de ser “un nido de izquierdistas”. Sin embargo, los integrantes de Monteverde sostienen que el espacio “cuenta con más personas de centro y derecha que de izquierda”. “Hay un buen balance en el grupo. Lo más importante de destacar es que el problema fundamental en Nicaragua es entre dictadura y democracia. Ortega es el adversario de todos”, afirma una fuente ligada a los opositores.
De acuerdo con el comunicado emitido por Monteverde este miércoles, las personas participantes lo hacen a título individual, sobre la base de principios como “respeto a los fundamentos democráticos y los derechos humanos, compromiso con el diálogo entre sus participantes y la construcción de consensos, compromiso con la acción cívica y la inclusión”.
“El mayor reto ha sido dejar de un lado las posiciones que dividen y conciliar los intereses de todos”, insiste uno de los miembros de Monteverde. “Partiendo de ese principio, en este proceso, las banderas ideológicas se quedan en casa. Los diálogos y los consensos que buscamos se basan en la democracia, la justicia y la libertad, sin importar las ideologías políticas”, plantea el grupo.
Hay muchos otros miembros de Monteverde que prefieren mantener su participación en el anonimato por “seguridad”, pero hay otros que administran su participación de manera abierta: Eliseo Núñez, Héctor Mairena, Jesús Tefel, Alexa Zamora, Daisy George, Luciano García, Juan Diego Barberena, Francisca Ramírez, Ana Quirós y María Laura Alvarado. Casi todos ellos despojados de su nacionalidad por el régimen. “Monteverde se define como un proceso de concertación y acción, de incidencia nacional e internacional para contribuir con la construcción de la democracia en Nicaragua”, afirman.
Aunque las críticas y suspicacias en torno a Monteverde persisten, analistas independientes consultados por EL PAÍS coinciden que el reto para la oposición es mayúsculo: por ahora deben articularse en el exilio, mientras lidian con el hecho de no tener nacionalidad que les permita aspirar a un cargo público en Nicaragua. A eso se suma que no tienen articulado un plan de nación que proponer al país. El nuevo intento opositor, que pretende sumar a más actores, aspira a cambiar la tendencia hasta ahora experimentada: Todos los intentos de articularse en un solo emblema han terminado en fracaso.
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