El regreso de una osa panda de EE UU a China evidencia las maltrechas relaciones entre Washington y Pekín
El estado de salud del animal se había convertido en el centro de un acalorado debate que disparó las muestras de nacionalismo en redes sociales chinas
El regreso a China de la panda gigante Ya Ya se ha convertido en el último símbolo de las frágiles relaciones entre las dos principales potencias mundiales. Ya Ya aterrizó el jueves por la tarde en Shanghái tras abandonar el zoo de Memphis (Tennessee), donde vivió las últimas dos décadas junto a su compañero Le Le, que falleció en febrero. Su marcha marca el final de un acuerdo de préstamo de 20 años y coincide con un periodo en el que la desconfianza entre Pekín y Washington está por las nubes. Los rumores y las acusaciones de maltrato al animal se habían intensificado en los últimos meses, en un momento en el que cada gesto se analiza al milímetro en ambos lados. Ya Ya ha sido recibida en el gigante asiático como una estrella; los medios estatales se han volcado con la cobertura del acontecimiento e internet está repleto de mensajes de bienvenida y celebración.
Desde la muerte de Le Le el 1 de febrero —dos días antes de que el Pentágono detectase en territorio estadounidense un globo chino al que acusó de espionaje—, las redes sociales chinas habían sido escenario de un acalorado debate sobre el tratamiento que los pandas estaban recibiendo en Memphis. Vídeos en los que se veía a Ya Ya muy delgada y con calvas en su descolorido pelaje se volvieron virales mientras una imagen totalmente contrapuesta llegaba desde Rusia: los regordetes Ru Yi y Ding Ding, los pandas que viven en el zoo de Moscú, aparecían en los medios chinos haciendo volteretas y comiendo felizmente en las instalaciones moscovitas. “Es la clara diferencia entre cómo te trata una madrastra buena y una malvada”, escribía uno de los usuarios de Weibo, que cuenta con cientos de miles de interacciones. En abril murió en Tailandia la panda Lin Hui, un deceso que pasó prácticamente inadvertido en los foros chinos.
La protectora estadounidense In Defense of Animals acusó en 2021 al zoológico de Memphis de no cuidar apropiadamente de la pareja, alegando que sufrían “privaciones físicas, mentales y emocionales”. Los empleados del zoo siempre han rechazado estas denuncias y aseguraron que Ya Ya sufre un problema crónico de la piel y el pelaje, inherente a su sistema inmunitario y que se ve afectado por los cambios hormonales. Su director, Matt Thompson, llegó a expresar que Le Le y Ya Ya eran “dos de los animales más mimados del planeta”.
A pesar de que esos rumores también fueron acallados por parte de las autoridades chinas, en Weibo abundan los comentarios en los que se critica el “sufrimiento” que a este “tesoro nacional” le ha tocado padecer “lejos de la patria amada”. El miércoles, el Ministerio de Relaciones Exteriores aseguró que “los pandas han sido cuidados convenientemente y eran muy queridos por los estadounidenses”.
“El panda gigante ha desempeñado un papel fundamental como símbolo de los intercambios amistosos entre China y Estados Unidos. Estos simpáticos pandas gigantes, únicos en China, tienen una misión especial”, reza un editorial publicado el jueves en el diario oficialista Global Times. Poco después, su polémico exdirector, Hu Xijing, especulaba en su blog personal que, con el regreso de Ya Ya, “se baja el telón de lo que fueron las relaciones sino-estadounidenses hace 20 años”. “Lo peor es la élite política estadounidense, que ha roto la amistad y la confianza básica y ha generado una espiral de sospechas mutuas, provocando que ambos pueblos se lo cuestionen todo”, arremete Hu.
Todo lo que ha cambiado China en 20 años
Ya Ya (Pekín, 2000) y Le Le (Shanghái, 1998-2023) llegaron a Memphis en 2003 como parte de un proyecto de conservación e investigación entre la Asociación China de Jardines Zoológicos y Estados Unidos. El contexto en el que se producía aquel préstamo era muy diferente al actual. China había ingresado apenas dos años antes en la Organización Mundial del Comercio (OMC), con el beneplácito de unos Estados Unidos que esperaban que, conforme aquel gigante emergente se desarrollara, acabara convirtiéndose en una democracia liberal con una economía de mercado similar a las occidentales. La entrada de China en la OMC cambió el sistema de comercio multilateral y propició que cientos de empresas extranjeras apostaran por instalarse en su suelo.
Mucho ha llovido desde entonces, desde las críticas estadounidenses por los presuntos abusos del Gobierno chino contra las minorías étnicas en el Tíbet y Xinjiang, a la represión tras las protestas prodemocráticas en Hong Kong, pasando por la guerra comercial. El recelo se eleva a la enésima potencia cuando se trata de Taiwán, la isla autogobernada democráticamente a la que Washington suministra armamento, pero que China considera una parte inalienable de su territorio. Mientras, continúa la desconfianza sobre la neutralidad que Pekín afirma mantener en la guerra de Ucrania. Xi Jinping, que no ha condenado la invasión, habló el pasado miércoles con el presidente ucranio, Volodímir Zelenski, por primera vez desde el inicio de la contienda. En este año y dos meses de conflicto bélico, sin embargo, el líder chino no ha escondido la buena sintonía que mantiene con su “querido amigo” Vladímir Putin.
La diplomacia del panda
La conocida como diplomacia del panda se inició antes del establecimiento de la República Popular, que se produjo en 1949. Ocho años antes, en 1941, la entonces República de China regaló a Estados Unidos una pareja de estos osos en agradecimiento por su ayuda durante la invasión japonesa. Estos preciados obsequios se limitaron a concederse a países aliados una vez que el Partido Comunista asumió el poder, pero desde la década de 1970, cuando Pekín empezó a conectarse con el mundo, los animales blanquinegros se convirtieron en una suerte de embajadores de buena voluntad destinados a estrechar las relaciones con Occidente. Estados Unidos recibió un par de pandas tras el histórico encuentro entre Richard Nixon y Mao Zedong en la capital china en 1972, que inició el deshielo entre Washington y Pekín.
Los pandas se consideran una especie de “premio” con el que China muestra su amistad a aquellas naciones con las que tiene una buena relación bilateral. No obstante, desde 1984, solamente los cede en alquiler y por elevadas sumas de dinero. Los contratos suelen rondar los 10 años y se calcula que rondan el millón de dólares. A esta cantidad hay que sumar el alto coste de la manutención de unos animales muy delicados, que se alimentan fundamentalmente de brotes de bambú frescos. Según datos del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus siglas en inglés), hay 1.864 pandas en libertad y medio centenar en cautividad en 26 zoológicos de 21 países, entre ellos, el Zoo Aquarium de Madrid. España se convirtió en el sexto país del mundo en exponer estas especies en 1978, tras recibir dos ejemplares como regalo después de la visita a China de los reyes don Juan Carlos y doña Sofía.
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