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China se postula como negociador responsable en la guerra de Ucrania

Pekín quiere mediar en el tablero geopolítico tras apuntarse el éxito del restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Arabia Saudí e Irán

China Qin Gang
El ministro de Exteriores chino, Qin Gang, durante el congreso del Partido Comunista Chino, el 7 de marzo.THOMAS PETER (REUTERS)

China, que durante años ha repetido el mantra de “no interferir en los asuntos internos de otros países ni imponer su voluntad”, ha empezado a asumir un papel más activo como actor de relevancia mundial. El éxito de mediar para lograr la semana pasada el establecimiento de las relaciones diplomáticas entre Arabia Saudí e Irán refleja un reajuste de la política exterior del gigante asiático en un momento en el que la desconfianza con Washington ha alcanzado límites insospechados y en el que Occidente ha aumentado el escrutinio sobre el papel de Pekín en la guerra de Ucrania.

Tras demostrarse que China tiene voz suficiente para sentarse en la silla de moderador de una tregua internacional, la Unión Europea y Estados Unidos desearían que su afianzamiento como “potencia responsable” pasara por el abandono de su calculada equidistancia del conflicto. Pero este es un giro que parece poco por ahora poco realista. “A China le interesa aprovechar el impulso, tras su exitosa mediación entre Arabia Saudí e Irán, y seguir mejorando su imagen y reputación como gran potencia responsable”, sostiene John Calabrese, director del proyecto Oriente Medio-Asia del centro de investigación estadounidense Middle East Institute. “Un esfuerzo diplomático fructífero [en el conflicto ucranio] contribuiría en gran medida a reparar las relaciones de China con los países europeos”, opina por correo electrónico este doctor en relaciones internacionales. “Moscú y Kiev tendrán que ser receptivos a la diplomacia de Pekín. Pero, para dar ese paso, ambos tendrían que estar dispuestos a hacer las paces. Y no hay indicios de que lo estén”, apuntilla.

Mientras, Pekín hace sus cálculos. Este viernes, el Ministerio de Exteriores chino comunicó que el presidente, Xi Jinping, realizará una visita de Estado a Rusia del 20 al 22 de marzo, por invitación del líder ruso, Vladímir Putin. La víspera, el ministro de Exteriores chino, Qin Gang, había mantenido una conversación telefónica con su homólogo ucranio, Dmitro Kuleba; llamada que, según varios analistas, podría tratarse de una preparación para la videoconferencia que próximamente mantendrán Xi y el presidente Volodímir Zelenski ―la primera desde el inicio de la guerra―, según adelantaron el lunes la agencia Reuters y el diario The Wall Street Journal.

“Los esfuerzos de Pekín para alcanzar la tregua entre Riad y Teherán marcan una nueva etapa en el estatus diplomático de China en todo el mundo”, expresa en una entrevista con EL PAÍS Wang Zaibang, investigador sénior de Taihe Institute, think tank con sede en Pekín. Desde la llegada al poder de Xi Jinping en 2012, China ha abandonado gradualmente su reticencia a participar en la resolución de conflictos y ha presentado sus propios mecanismos e, incluso, sus propias propuestas de paz (como en la guerra de Siria), aunque estas hayan caído casi siempre en saco roto. En el caso iraní-saudí, parece que el propio líder chino facilitó las negociaciones: visitó Arabia Saudí en diciembre y recibió al presidente iraní en Pekín el mes pasado.

Las reacciones iniciales a la tregua entre Irán y Arabia Saudí, firmada en Pekín el pasado 10 de marzo, han sido muy positivas, después de los intentos fallidos de mediación de Omán e Irak. Incluso el ministro de Exteriores ucranio, Dmitro Kuleba, reconoció el jueves a su homólogo chino el mérito de Pekín de facilitar la conciliación. Las dos potencias petroleras, que desde hace años se disputan la hegemonía de Oriente Próximo y apoyan a bandos rivales en conflictos regionales, habían roto sus vínculos diplomáticos en 2016.“Se trata de una victoria del diálogo y la paz”, expresó Wang Yi, director de la Comisión de Relaciones Exteriores del Partido Comunista de China.

Por su poder político, económico y militar, Arabia Saudí e Irán son socios indispensables para el gigante asiático. Si bien las relaciones económicas están desequilibradas a favor de Riad, Pekín garantiza a Teherán apoyo político y un salvavidas financiero frente a la presión estadounidense. “Nadie puede afirmar que no surgirán nuevos roces en el futuro, ya que algunos países no aprobarán que China ostente el papel de mediador en Oriente Próximo. Pero China apuesta por una reconstrucción basada en la negociación, sin recurrir a medidas militares”, apunta Wang Zaibang.

Un “multilateralismo auténtico”

El jefe de la diplomacia china, Wang Yi, expresó que el pacto “es una muestra de la puesta en práctica de la Iniciativa de Seguridad Global [ISG]”, un proyecto anunciado por Xi Jinping en el Foro de Boao 2022 y presentado oficialmente el mes pasado. La ISG, que se opone a las sanciones y promueve una “seguridad común, integral y sostenible” a través del diálogo y la consulta, está estrechamente vinculada con la visión del mundo que tiene China, un mundo en el que su mayor rival es Estados Unidos. La propuesta señala que las grandes potencias deben facilitar negociaciones de paz y mediar, pero “teniendo en cuenta las necesidades de los países involucrados”. También insta a poner en práctica un “multilateralismo auténtico” y rechazar “el unilateralismo, la confrontación entre bloques y la hegemonía”.

China lanzó también en 2022 su “Perspectiva sobre la paz y el desarrollo en el Cuerno de África” para facilitar un acuerdo en Etiopía y en toda la zona. La iniciativa provocó reticencias entre algunos gobiernos, por la aparente falta de coordinación con otras propuestas de mediación lideradas por africanos, y porque la consideran inclinada a favor de Adís Abeba. En enero, Qin Gang afirmó que el objetivo era “apoyar a los países de la región y que logren prosperidad y estabilidad”. No obstante, analistas alertan de que Pekín podría estar buscando fortalecer los lazos con los líderes en ejercicio en la región.

Otro escenario geopolítico en el que China se ha implicado recientemente ha sido Myanmar. Esta semana también ha transcendido que este país comenzará el proceso de repatriación de 1.140 rohinyás, la minoría étnica birmana que el Estado ha perseguido desde hace décadas. La iniciativa de este programa piloto habría sido tomada por las autoridades birmanas bajo la presión de Pekín, según informan medios bangladesíes.

Mediación de paz exitosa y programada

Para China, que proclamó con Rusia “una amistad sin límites” 20 días antes de la invasión de Ucrania en febrero del año pasado, el verdadero culpable de la crisis en Europa es la OTAN por “no tener en cuenta las preocupaciones de Moscú”. Esa premisa formaba parte de la propuesta china para una solución política de la crisis ucrania. Aquella hoja de ruta, publicada en el aniversario del estallido del conflicto, fue recibida con frialdad por la Unión Europea y Estados Unidos por “no condenar la invasión ilegal” ni “distinguir entre agresor y agredido”. El documento se vio como un intento del Gobierno de Xi de responder a la creciente presión internacional de manera cautelosa.

En su conversación telefónica del jueves, el canciller Qin aseguró a Kuleba que “China continuará desempeñando un papel constructivo” y que “espera que se reanuden las conversaciones de paz lo antes posible”. El diplomático ucranio, por su parte, afirmó que el documento “refleja la sinceridad de China a la hora de promover un alto al fuego” y que su país “espera mejorar la confianza mutua y profundizar en la cooperación”, de acuerdo con la cadena estatal CGTN

El experto del centro Middle East Institute John Calabrese hace mención al “hábil montaje” de Pekín para anunciar el pacto entre las dos naciones del Golfo Pérsico: “Ha estado programado para que coincidiera con la investidura oficial de Xi Jinping para una tercera legislatura, en medio de la intensificación de la competencia estratégica con Washington, y guionizado para resaltar que China es pacificadora, mientras Estados Unidos es belicista”. Para este experto, el interrogante ahora es “¿Está Pekín preparada para que este avance se traduzca en algo más significativo?”.

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