EE UU envía un mensaje conciliador a China pero alerta de que la seguridad nacional es prioritaria
Una relación económica sana “solo es sostenible si la competencia es justa”, advierte la secretaria del Tesoro
Estados Unidos quiere una relación económica “justa y constructiva” con China, pero en su interacción con Pekín siempre antepondrá sus intereses de seguridad nacional al beneficio económico. Es el mensaje que ha enviado la secretaria del Tesoro, Janet Yellen, al Gobierno del gigante asiático en un discurso pronunciado este jueves en Washington sobre la relación bilateral. Los vínculos entre las dos potencias se encuentran en su momento más bajo en años después de que EE UU derribara un globo chino que había sobrevolado su territorio y del que aseguraba que tenía funciones de espionaje. En este clima, el discurso de Yellen en la Universidad Johns Hopkins podía interpretarse como un intento conciliador. Pero, sobre todo, como una declaración de las líneas rojas del Gobierno estadounidense.
Las relaciones entre las dos capitales, hoy por hoy, son tan gélidas que deberían medirse en grados Kelvin. La visita que el secretario de Estado, Antony Blinken, canceló a raíz del incidente del globo continúa suspendida sine die, sin que los intentos de Washington de acordar una nueva fecha hayan encontrado respuesta en Pekín. La visita que la propia Yellen busca a Pekín tampoco acaba de concretarse. Ni hay fecha para una conversación telefónica entre los respectivos líderes, Joe Biden y Xi Jinping, pese a que la Casa Blanca insiste una y otra vez en que ese diálogo tendrá lugar en algún momento.
Y mientras tanto, continúan los gestos poco amistosos. En Estados Unidos, el Departamento de Justicia ha detenido esta semana a dos personas de origen chino y ha presentado cargos contra 40 funcionarios chinos al denunciar presiones de estos —y la existencia de una comisaría clandestina en Nueva York— contra críticos al régimen de Xi residentes en su suelo. Pekín ha impuesto sanciones contra compañías estadounidenses y ambos países mantienen las espadas en alto en torno a Taiwán, la isla autogobernada alineada con Washington, pero que China considera parte inalienable de su territorio y su principal interés de seguridad nacional. EE UU sospecha que Pekín se está planteando el envío de ayuda militar a Rusia en la guerra en Ucrania. Tras décadas de relación comercial simbiótica, cada país trata ahora de encaminar su economía hacia la mayor independencia posible de la otra. La desconfianza mutua es, probablemente, lo único que comparten las respectivas clases políticas.
La secretaria del Tesoro presentó tres prioridades en la política económica de Estados Unidos hacia el gigante asiático. La primera fue clara: “Aseguraremos nuestros intereses de seguridad nacional y los de nuestros socios y aliados, y protegeremos los derechos humanos”, señalaba, según los extractos adelantados por su departamento. Y abundaba: “No negociaremos sobre estas preocupaciones, aunque vaya en detrimento de nuestros intereses comerciales”. “Comunicaremos claramente a la República Popular nuestras preocupaciones sobre su comportamiento. Y no dudaremos en defender nuestros intereses fundamentales”.
Tras esta declaración de principios, una amortiguación del golpe. Porque la segunda prioridad es, según Yellen, “una relación económica sana con China: una que nutra el crecimiento y la innovación en ambos países”, declaraba la responsable del Tesoro de la Administración de Biden. “Una China en crecimiento que respete el derecho internacional es algo bueno para Estados Unidos y para el mundo”. Pero —siempre hay peros, tal y como está la áspera relación bilateral— una relación económica sana “solo es sostenible si la competencia es justa”.
“Seguiremos colaborando con nuestros aliados para responder a las prácticas económicas injustas de China”, advirtió Yellen. Y Estados Unidos, incidió, continuará con las inversiones en su mercado interno para desarrollar los sectores que considera fundamentales para mantener la ventaja frente a su rival y principal competidor.
Washington y sus aliados occidentales tratan de desarrollar a toda prisa áreas como las materias primas críticas, fundamentales para la fabricación de productos como las baterías de los vehículos eléctricos y donde China es actualmente el principal suministrador. Washington veta desde el año pasado la exportación de semiconductores avanzados y equipos para la fabricación de chips al gigante asiático.
“Seré clara: estas medidas de seguridad nacional no están diseñadas para ganar una ventaja competitiva en la economía, o sofocar la modernización tecnológica y económica de China”, sostuvo la secretaria del Tesoro. “Aunque estas políticas puedan tener impacto económico, están guiadas por simples consideraciones de seguridad nacional”.
Desafíos comunes
La tercera prioridad de EE UU, según Yellen, es la cooperación en “desafíos globales urgentes” de interés mutuo, desde el cambio climático a la deuda. La secretaria de Estado recordó que Biden y Xi se reunieron en Bali en noviembre del año pasado, y desde entonces ambos países acordaron intensificar su comunicación en torno a este tipo de problemas. “Pero se necesita hacer más”, subrayó la alta funcionaria. “Ambos países necesitan poder hablar con franqueza de asuntos difíciles”.
Y la secretaria del Tesoro aprovechó para descartar un dicho de Xi Jinping, convertido ya casi en dogma de fe en el gigante asiático: que China está “en ascenso mientras Occidente entra en decadencia”. La alta funcionaria apuntó que este tipo de predicciones “llevan circulando décadas, pero siempre se han demostrado incorrectas”. “Esta vez tampoco será distinto”, vaticinó.
La reunión de Bali entre los dos líderes trató de detener el rápido declive en las relaciones. Ambos presidentes acordaron tomar medidas para mejorar la confianza mutua entre los gobiernos. Entre ellas, la reapertura de los contactos entre grupos de trabajo. La visita de Blinken debía haber impulsado ese incipiente proceso de acercamiento.
Desde entonces, los contactos han sido mínimos. Pekín evita fijar fechas para recibir al secretario de Estado a la espera de que el FBI publique, como se rumorea, un informe sobre el globo derribado.
Pero existen señales de que algo se mueve entre bambalinas. El embajador estadounidense en China, Nicholas Burns, ha mantenido un encuentro este jueves con Liu Jianchao, que encabeza el departamento Internacional del Comité Central del Partido Comunista, uno de los máximos órganos de poder. Liu es el funcionario chino de mayor rango en citarse con un representante estadounidense desde el episodio del globo. Apenas ha trascendido información de un cara a cara que ha tenido lugar como respuesta a una “invitación estadounidense”, según el escueto comunicado difundido este jueves por el citado departamento. Ambas partes han intercambiado impresiones sobre “las relaciones entre Estados Unidos y China y asuntos internacionales y regionales”, dice la nota.
Ese encuentro se suma al que mantuvieron la semana pasada funcionarios del Ministerio de Comercio de China con miembros del Departamento de Comercio de Estados Unidos, aparentemente para abordar una posible visita de la titular de ese organismo estadounidense, Gina Raimondo, a Pekín este año.
El diario oficialista chino Global Times interpreta la reunión como un intento de acercamiento por parte de Washington: “Con las frecuentes visitas de dignatarios de muchos países a China y el inicio de una nueva ronda de auge diplomático [por parte de China], el Gobierno estadounidense ha hecho frecuentes anuncios expresando la evidente voluntad de muchos funcionarios, especialmente económicos y comerciales, de visitar China”. Pero el propio diario, habitualmente de línea dura, se muestra escéptico sobre el éxito de esas gestiones. En un contundente editorial el miércoles, zanja en referencia a Blinken: “Con una diplomacia muy ocupada, China no tiene tiempo para recibir a gente poco sincera”.
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