Estados Unidos y Japón refuerzan su alianza para responder al auge de China
El presidente Joe Biden se reúne este viernes en la Casa Blanca con el primer ministro japonés, Fumio Kishida
“China es el principal desafío estratégico”. Esa frase, repetida una y otra vez en los pasillos de gobierno en Washington y Tokio, es el argumento que han esgrimido los responsables de Defensa y Exteriores de ambos países al anunciar un refuerzo más que significativo en su cooperación de Seguridad esta semana en la capital estadounidense. Y será el leitmotif de las conversaciones que este viernes mantienen en la Casa Blanca el presidente Joe Biden y el primer ministro nipón, Fumio Kishida.
Muchas cosas unen a Estados Unidos y Japón, unos socios cada vez más estrechos, pero hoy por hoy la convicción compartida de que es necesario mantener a raya a Pekín -y también a Moscú y Pyongyang- se ha convertido en el hilo conductor de una alianza estratégica fundamental en el equilibrio en Asia. “Estamos de acuerdo en que China es el gran desafío estratégico compartido que nuestros socios y nosotros encaramos”, afirmaba el secretario de Estado, Antony Blinken, este miércoles.
Junto al secretario de Defensa Lloyd Austin y a sus homólogos japoneses -Yoshimasa Hayashi y Yasukazu Hamada, respectivamente-, Blinken anunció una nueva etapa en la colaboración en materia de Seguridad con Tokio. Los nuevos acuerdos permitirán a Japón reforzar sus sistemas de misiles y reorganizarán la presencia militar estadounidense en el archipiélago nipón.
El paraguas nuclear estadounidense que protege a Japón se expandirá también al espacio para incluir los satélites nipones, un paso que hasta ahora solo se había dado para la defensa de los miembros de la OTAN
La idea es apoyar que Tokio adquiera un papel cada vez mayor en la defensa regional en Asia, la zona del mundo donde más crece el gasto militar, y reducir su dependencia de Estados Unidos en materia de seguridad. Aunque la Constitución pacifista nipona impone serias restricciones a la actividad militar del país, desde la era de Shinzo Abe (2012-2020) Tokio ha ido aumentando gradualmente su presupuesto castrense y el papel de sus Fuerzas de Autodefensa.
A mediados del último diciembre, el Gobierno de Kishida -a priori, de posiciones más moderadas que su mentor Abe- aprobó una profunda reforma de su estrategia de seguridad nacional y de Defensa. Su inversión en este área crece un 25%; por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial su gasto militar saltará del 1 al 2% del PIB en los próximos cinco años. Tokio prevé adquirir docenas de misiles Tomahawk estadounidenses mientras desarrolla su propia tecnología nacional.
Tokio ve con preocupación el nuevo impulso armamentístico de Corea del Norte. Tras haber adoptado una postura conciliadora hacia Rusia en años previos, cuando buscó un acuerdo sobre su disputa territorial sobre las islas Kuriles, se ha convertido en el país asiático más duro contra Moscú. “Lo que ocurre hoy en Ucrania puede ocurrir en Asia en el futuro”, ha declarado Kishida más de una vez.
Pero, sobre todo, le alarma el creciente auge militar de China y, muy especialmente, la presión del Ejército Popular de Liberación sobre Taiwán, la isla autogobernada vecina de Japón, alineada ideológicamente con Washington y que Pekín considera territorio chino inalienable. Tokio quedó especialmente preocupado después de que las fuerzas chinas respondieran con lanzamientos de misiles en aguas cercanas a Taiwán a la visita en agosto pasado de la entonces presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, a Taipéi. “Vemos desde hace tiempo un comportamiento provocador por parte de las fuerzas chinas”, ha indicado Austin en la rueda de prensa del miércoles, donde no obstante ha subrayado que no ve probable un ataque en el futuro próximo de China contra Taiwán.
Si Taiwán es fundamental para Japón, Japón también sería fundamental para Taiwán en caso de conflicto. Un informe del think tank CSIS publicado esta semana y que simula distintos escenarios de una hipotética invasión precisa que si se llegara a una guerra Estados Unidos “debe poder usar sus bases en Japón para operaciones de combate” en torno a la isla.
“Aunque otros aliados (como por ejemplo Australia o Corea del Sur) son importantes en la competición más amplia con China y pueden desempeñar algún tipo de papel en la defensa de Taiwán, Japón es el eje. Sin el uso de de las bases estadounidenses en Japón, los aviones de ataque estadounidenses no pueden participar de manera efectiva en la guerra”, apunta el informe.
El despliegue de una fuerza de reacción rápida de la infantería de marina estadounidense en la isla de Okinawa, confirmada este miércoles pero prevista ya desde hace tiempo, responde en parte a estas preocupaciones. “Vamos a sustituir un regimiento de artillería por esa fuerza, que será más letal, más ágil y más capaz”, declaraba Austin el miércoles. Según el secretario de Defensa, esa fuerza contribuirá “de manera decisiva a reforzar la defensa de Japón y a promover una región del Indo-Pacífico libre y abierta”.
Kishida, que llega a Washington para su reunión con Biden tras una gira por los países europeos miembros del G7 -que Japón preside este año-, ha asegurado que el encuentro en la Casa Blanca “será una valiosa oportunidad para confirmar nuestra estrecha cooperación para fortalecer la alianza entre Japón y Estados Unidos y nuestro compromiso con una región del Indo-Pacífico libre y abierta”.
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