Biden ordena acelerar las vacunaciones y confía en comenzar el 4 de julio la “independencia del virus”
El presidente de EE UU saca pecho por los progresos obtenidos en sus 50 días de mandato y llama a los Estados a incluir en la lista de candidatos a la inmunización a todos los adultos antes de mayo
Joe Biden se dirigió a los estadounidenses el jueves por la noche, al cumplirse un año de la declaración de la pandemia, y envió un mensaje de optimismo sobre la vuelta a la normalidad, el más decidido hasta ahora. El presidente emplazó a los Estados a considerar a todos los adultos candidatos a la vacunación no más tarde del 1 de mayo, una señal de que confía en que haya suficientes dosis para entonces, y afirmó que el país podría recuperar una situación de normalidad relativa el 4 de julio, el Día de la Independencia, una fecha de simbolismo muy oportuno ante un virus que ha confinado a medio mundo.
“Si cumplimos con nuestra parte, si hacemos esto juntos, para el 4 de julio es muy probable que ustedes y sus familias y amigos puedan juntarse en el jardín de sus casas para una barbacoa, celebrar el Día de la Independencia de una manera muy especial y empezar a marcar nuestra independencia de este virus”, recalcó el demócrata en su primer discurso a la nación, una intervención emotiva que comenzó recordando el sufrimiento colectivo y las casi 530.000 vidas segadas por la pandemia en el país.
Gobernar tiene mucho que ver con la gestión de las expectativas. Si Donald Trump usaba el triunfalismo como mecanismo de seducción, con todos los riesgos que eso entraña, Biden se ha afanado en la estrategia contraria desde que llegó a la Casa Blanca, es decir, en rebajar las esperanzas y poner el acento en los riesgos, lo que facilita la superación de objetivos. En la noche del jueves empezó a reivindicar los éxitos. Había firmado, unas horas antes, su primera gran victoria legislativa, un plan de estímulos de 1,9 billones de dólares (unos 1,6 billones de euros) con importantes medidas contra la pobreza.
En su intervención, Biden sacó pecho por el ritmo de vacunación logrado. Había prometido alcanzar los 100 millones de inyecciones en sus 100 primeros días en la Casa Blanca y anunció que alcanzaría el objetivo al cumplir 60 días, en decir, dentro de 10. Para la siguiente fase, a partir del 1 de mayo, el Gobierno habilitará una página web y un teléfono que ayude a los ciudadanos a saber dónde tienen la vacuna más cercana. La meta, dijo, pasa por mantener un ritmo de vacunación de dos millones diarios. “Ningún otro país del mundo ha hecho algo así”, enfatizó, en un tono de confianza que deslizaría en otros momentos de la intervención, algunos dirigidos al más puro orgullo nacional, como cuando dijo: “Apostar contra América siempre es una mala idea, América ha vuelto” o “Encontrar la luz en la oscuridad es algo muy americano”.
El demócrata citó el reciente acuerdo con Johnson & Johnson para adquirir 100 millones más de dosis y puso como ejemplo la colaboración entre esta farmacéutica y su rival Merck para aumentar la producción por el bien de los estadounidenses. En esta línea, hizo un llamamiento a la “unidad nacional” y recordó a los ciudadanos que, para conseguir esa meta en la que se ha convertido la vieja normalidad, especialmente la apertura de las escuelas, necesitarán llevar mascarillas y guardar distancias. “Les necesito, necesito que cada estadounidense cumpla con su parte”, insistió, ante un país en el que algo como el uso de cubrebocas se ha convertido en una batalla política y cultural.
“La única manera de recuperar nuestras vidas y nuestra economía es derrotar al virus”, recalcó. Biden hizo una defensa del papel del Gobierno ante una crisis de esta proporciones. “Pongan fe en el Gobierno para que cumpla con su labor más importante, que es proteger al pueblo americano”, dijo. El presidente se refirió también a la división y, en particular, citó la violencia y el rechazo racista que han sufrido muchos estadounidenses de origen asiático en Estados Unidos a raíz de esta pandemia, originada en Wuhan (China).
Hace justo un año, a esta misma hora, era Donald Trump quien se dirigía a los estadounidenses para anunciarles la suspensión de viajes con Europa y hablarles, después de días negando la gravedad de la crisis, en un tono severo sobre aquella “horrible infección”, insistiendo aun así, en que el riesgo era “muy bajo”. Había sido aquella una jornada aciaga, en la que un goteo de noticias desde la mañana había empezado a abrir los ojos de la población sobre la tormenta que se avecinaba: la OMS declaró la pandemia, los políticos cancelaron actos y la NBA, por si faltaba alguna señal de alarma, suspendió la liga.
Biden acababa de dar un paso de gigante en las primarias para erigirse en candidato presidencial, pero el guion había dado un giro y le dejó meses refugiado en su casa de Delaware, sin saber muy bien cómo iba a desarrollar el resto de la campaña. Derrotó a Trump y llegó a presidente en unas circunstancias adversas. La historia le ha colocado ante un reto de dimensiones colosales, pero también ante la colosal oportunidad de ser el presidente que anuncie el fin de esta pandemia. “Hace un año nadie podía imaginar lo que íbamos a pasar, pero ahora vamos a superarlo”, afirmó el jueves en su discurso a los estadounidenses.
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