La última guerrilla de Colombia lanza un nuevo desafío con un “paro armado”
El Gobierno de Iván Duque se declara en alerta militar mientras el país se debate cómo lidiar con el ELN
Sin negociación de paz en el horizonte, el Ejército de Liberación Nacional (ELN), la última guerrilla activa en Colombia, se ha venido fortaleciendo hasta convertirse en el mayor grupo armado del país. Los rebeldes han lanzado un nuevo desafío al Gobierno de Iván Duque al anunciar un “paro armado” que pretende impedir este fin de semana, bajo amenazas, el libre movimiento de personas. “No vamos a permitir una intimidación más”, reaccionó Duque, que califica al ELN y a otros grupos narcotraficantes, como el Clan del Golfo, como grupos terroristas.
“Colombia está hoy más unida que nunca para que se les aplique toda la capacidad de nuestra Fuerza Pública y todo el peso de la justicia”, dijo el mandatario. “Todas las unidades del país están en máximo grado de alerta para atender cualquier requerimiento de protección de la ciudadanía”, había declarado previamente el ministro de Defensa, Carlos Holmes Trujillo.
La guerrilla amenaza con imponer un “paro armado en el territorio nacional de 72 horas”, a partir de este viernes 14 de febrero, tanto en un comunicado difundido en redes sociales como en panfletos distribuidos principalmente en la convulsa región del Catatumbo, en Norte de Santander, fronteriza con Venezuela. Sin embargo, su verdadera capacidad de hacer daño es incierta. Nacido bajo el influjo de la revolución cubana hace más de medio siglo, el grupo guevarista ha anunciado paros similares en otras ocasiones, pero su impacto nunca se ha extendido por todo el país.
Después de haber sellado hace tres años un histórico acuerdo de paz con las FARC, hoy desarmadas y convertidas en partido político con bancada en el Congreso, Colombia se debate cómo lidiar con el ELN. El carrobomba que segó la vida de 22 jóvenes policías el 17 de enero de 2019 en la Escuela de Cadetes General Santander, en el sur-occidente de Bogotá, acabó también con la difícil negociación que Juan Manuel Santos había echado a andar en la recta final de su mandato, y que languidecía desde que Duque –un férreo crítico de los diálogos con las FARC– tomó el relevo en agosto del 2018.
El ELN no solo ha logrado fortalecerse y consolidarse en zonas donde ya tenía presencia histórica, también se ha expandido a nuevas áreas ante el vacío dejado por el desarme de las extintas FARC, advierte una reciente radiografía de la Fundación Ideas para la Paz (FIP). “Aunque su capacidad militar continúa siendo inferior a la que llegó a tener las FARC, en la actualidad el ELN es el grupo armado ilegal de mayor envergadura en Colombia”, plantea el informe ¿Qué hacer con el ELN? Opciones ante una derrota militar lejana y un diálogo improbable. Los cálculos varían, pero cuenta con al menos 2.500 miembros según las más recientes estimaciones de inteligencia.
“Si bien en algunas zonas del país el ELN tiene las características clásicas de un ejército irregular, su fuerza armada es mucho más difusa y dinámica, con una estructura horizontal entre sus frentes, gran autonomía de los mismos y una constante deliberación sobre las posiciones de la organización”, apunta la FIP. Su influencia es más amplia y compleja de lo que parece. Y en ese contexto, Venezuela, donde mantiene una presencia consolidada, ha surgido como una retaguardia clave. Allí controla la extracción de recursos naturales en algunas regiones.
El ELN ha pasado de depender de recursos financieros provenientes del secuestro y la extorsión –con la industria petrolera como uno de sus principales blancos–, a la diversificación de fuentes, ampliando su influencia en el narcotráfico, la minería ilegal y el contrabando. Otro informe reciente, de Human Rights Watch, planteaba cómo los guerrilleros son la autoridad tanto en el departamento colombiano de Arauca como en el estado venezolano de Apure, en medio de asesinatos, torturas, reclutamiento de menores, secuestros y trabajos forzados.
“El escenario de una derrota militar del ELN es improbable y podría conducir a una guerra de baja intensidad con altos costos en términos humanitarios y ambientales”, advierte el análisis de la FIP. Por otra parte, el diálogo es improbable, a pesar de que distintas voces han hecho un llamado para retomar esa vía. Entre ellas el amenazado líder social Leyner Palacios, de la emblemática Bojayá, en el selvático departamento del Chocó, sobre el Pacífico, otra de las regiones más golpeadas por la insurgencia.
El Gobierno Duque ha cerrado esa puerta, al menos por ahora, y ha internacionalizado las tensiones con el ELN enmarcándolas en la lucha contra el terrorismo, como dejó claro en una cumbre internacional celebrada el mes pasado con ocasión del aniversario del atentado a la escuela de cadetes. La tensión diplomática va más allá de la vecina Venezuela, a la que acusa de ser santuario de guerrilleros. Colombia incluso fue uno de los pocos países que se abstuvo de votar en la ONU a favor de levantar el bloqueo económico a Cuba en reclamo por lo que califica como “actos hostiles” de La Habana. El país comunista –que también albergó las negociaciones con las FARC– ha negado a Bogotá la extradición de los negociadores del ELN que siguen en la isla, amparados por los protocolos de ruptura de los diálogos.
¿Es posible reabrir un proceso de negociación? El futuro del ELN depende de la correlación de fuerzas internas entre moderados y radicales, apunta la FIP. La ruptura ha fortalecido a la denominada “línea dura”de la guerrilla, que ha sido reacia a una salida negociada y está al mando de los frentes con más poder que campan a sus anchas en Colombia y Venezuela. La diplomacia desempeña un papel importante para mantener abiertas las posibilidades de reactivar algún canal de diálogo. Sin desconocer los obstáculos, la FIP recomienda al presidente colombiano “no quemar las naves con Venezuela” y recomponer, de manera confidencial y discreta, las maltrechas relaciones con países garantes como Cuba y Noruega. “Es urgente que el ala moderada del ELN –ahora en Cuba–, gane espacio y argumentos dentro de esta organización (…) su aislamiento beneficia al ala radical y va en detrimento de la salida negociada”, concluye.
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