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La discreción del general Chengriha, el nuevo hombre fuerte de Argelia

El jefe provisional del Estado Mayor opta de momento por el inmovilismo de su antecesor ante las protestas

Francisco Peregil
Manifestantes reclaman "un cambio de régimen" en Argelia, este viernes.
Manifestantes reclaman "un cambio de régimen" en Argelia, este viernes.AFP

El nuevo hombre fuerte de Argelia, el general Said Chengriha, de 74 años, ha esquivado en sus primeras tres semanas como jefe interino del Ejército las críticas más ácidas de los talentosos caricaturistas argelinos. Aún no le acribillan los chistes ni los gritos de "vete ya" en las manifestaciones, como sucedía con su antecesor, el jefe del Estado Mayor, Ahmed Gaid Salah, fallecido a los 79 años el pasado diciembre. Aún no le han perdido el respeto.

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Pero decenas de miles de argelinos, los activistas del llamado Hirak (Movimiento, en árabe) siguen reclamando cada viernes desde el 22 de febrero del año pasado que el Ejército deje paso a una Administración civil y no militar; un Estado donde el presidente no sea un hombre de paja impuesto por la cúpula militar mediante elecciones amañadas. Luchan por una “segunda independencia” del país después de que el Ejército liberara a Argelia de los franceses en la guerra de 1954-1962.

Ahora, el Hirak pretende “liberar” al Estado civil de su Ejército. Lo que ocurra en los próximos meses en Argelia dependerá en buena parte del temple Said Chengriha, que por el momento parece optar por el inmovilismo en lugar de la transición.

Su antecesor también optó por el statu quo y por evitar una represión sangrienta de las manifestaciones pacíficas. Pero le tomó el gusto a los micrófonos y las cámaras desde que forzó en abril la dimisión del presidente Abdelaziz Buteflika, de 82 años. Rara era la semana donde Salah no pronunciaba algún discurso en árabe tan clásico como barroco, a veces en tono conciliador, a veces amenazante hacia el Hirak. Consiguió que se celebraran las elecciones del 12 de diciembre a las que se opuso el movimiento de protesta y todo apuntaba a que Gaid Salah manejaría las riendas del país durante los próximos años. Pero un ataque cardiaco terminó con su vida de forma inesperada el 23 de diciembre.

En apenas unas horas, Abdelmayid Tebún, de 74 años, que acaba de ganar el 12 de diciembre las presidenciales con menor respaldo popular en la historia de Argelia, nombró como jefe interino del Estado Mayor a Said Chengriha. Así que un presidente sin legitimidad para una buena parte de la población, al que acusan de ser la marioneta de los generales, designaba al jefe de uno de los mayores Ejércitos del continente, junto al de Egipto y Sudáfrica. A los argelinos no les sorprendió el nombramiento.

Chengriha no era el general de mayor graduación, que corresponde al comandante de la guardia republicana, Benali Benali. Pero era el jefe de las fuerzas terrestres. Y la tradición establece que la dirección del Ejército recaiga sobre esas fuerzas. Así sucedió con sus predecesores, Khaled Nezzar (1988-1993), Mohamed Lamari (1993-2004) y Gaïd Salah (2004-2019). Por tanto, cuando Salah asignó para ese puesto a Chengriha en 2017, en realidad estaba nombrando a su sucesor. El presidente Tebún solo tuvo que seguir el guion.

Akram Kharief, fundador del sitio argelino Menadefense, especializado en información militar, cree que el próximo 5 de julio, día de la Independencia, puede ser la fecha señalada para ratificarle o nombrar a otra persona. “Chengriha tiene una imagen de persona competente”, explica Kharief, “es respetado dentro del Ejército. Es tanquista de formación y completó su carrera en Moscú. A diferencia de Salah, que fue nombrado viceministro de Defensa por Buteflika en 2013, él no tiene ningún cargo político. Yo creo que Chengriha se ocupará ahora, sobre todo, de reorganizar el Ejército”.

En 1973, Chengriha participó en la guerra del Yom Kipur, que enfrentó a Israel con Egipto y Siria, al mando de una división acorazada enviada por Argelia. Y en la década negra de los noventa ocupó puestos destacados en la lucha militar contra el terrorismo islamista. El diario El Watan lo describe como un hombre que sonríe poco, con “muchas cualidades humanas”, que no desaprovecha una ocasión para mostrar su erudición, domina perfectamente el árabe y el francés, es “legalista” y “refractario a la intromisión del Ejército en los asuntos políticos”.

Un miembro del Frente Polisario que prefiere no revelar su nombre recuerda: “Chengriha era el jefe de la tercera región militar, la del sur, la de más importancia en el país, porque tiene frontera con Marruecos, con el Sáhara Occidental y con Mauritania. En los simposios entre los dos Ejércitos, el argelino y el saharaui, sus discursos eran de mucha admiración hacia el Ejército saharaui y muy agresivos hacia Marruecos”. La misma fuente recuerda que Chengriha nunca se prodigaba en los medios. “A él le gustaba conocer el terreno, eso es lo que le da legitimidad dentro del Ejército”.

La gran pregunta que todo el mundo se hizo el día de su nombramiento es si va a ser más aperturista o más duro que Salah. De momento, sus acciones parecen responder con un tono gris equivalente a "ni una cosa ni la otra, sino todo lo contrario". En un país donde el 45% de sus 41 millones de habitantes tiene menos de 25 años, miles de personas siguen rebelándose cada viernes contra la gerontocracia. Y Chengriha no da muestras de captar el mensaje.

Mientras tanto, el presidente Tebún, un tecnócrata que ya fue primer ministro de Buteflika, está recibiendo a personajes críticos con el poder. Pero esas conversaciones no han impulsado grandes cambios. Aunque la justicia liberó el 2 de enero a 76 presos del Hirak, algunos de los activistas más carismáticos (como Fodil Boumala, Karim Tabú, Samir Belarbi o Abdelouhab Fersaoui) siguen en la cárcel. Varios medios, entre ellos el sitio digital más leído, TSA, permanecen bloqueados desde hace siete meses.

El politólogo argelino Raouf Farrah señala en conversación telefónica desde Túnez: “El Ejército va a intentar ahora, con Chengriha, desempeñar un papel menos visible y dejar el protagonismo a Tebún, el nuevo presidente. Pero todo el mundo sabe que en Argelia la última decisión política la toma el Ejército. Si el Hirak muere, que yo creo que no morirá, el Ejército se quedará con el 100% del poder”.

Chengriha es el primer hombre que dirige el Ejército sin haber participado en la guerra de 1954-1962, ya que tenía nueve años al inicio de la confrontación. No cuenta con esa aureola de héroe que tanto ha promovido el propio Ejército entre los artífices de la independencia. Tiene, sin embargo, fama de buen estratega, de hombre del terreno, que nunca intervino en los grandes contratos de compra de armas a potencias extranjeras, ni se vio acusado de corrupción, como sí ocurrió con Salah.

Djilali Hadjadj, presidente de la Asociación Argelina de Lucha contra la Corrupción, señala desde Argel: “El poder sigue siendo autoritario, policial y represivo. Y el Ejército acentúa su control sobre el Ejecutivo, la Justicia y la policía. Ahora hay como un reparto de tareas: el Ejecutivo inicia un simulacro de diálogo y el sistema de seguridad toma cada vez más peso y autonomía”.

Un primer discurso en defensa del papel del Ejército

FRANCISCO PEREGIL

El 30 de diciembre, seis días después de ser nombrado jefe interino del Estado Mayor, Said Chengriha pronunció su primer discurso ante cargos del Ministerio de Defensa. Al igual que su antecesor, el general Ahmed Gaid Salah, él también dijo que el Ejército ha logrado en los últimos meses hacer frente a un “compló peligroso” que intenta hundir al país en “el caos y la violencia”. Y calificó las presidenciales del 12 de diciembre, a las que se opuso el movimiento de protestas (Hirak, en árabe), de elecciones “libres, honestas y transparentes”. También advirtió de que el Ejército seguirá haciendo frente a los “enemigos de la patria” y a cualquiera que “atente contra la soberanía nacional”.

El lenguaje se muestra en las antípodas de las demandas del Hirak, pero continúa con las expresiones y la senda marcadas por Ahmed Gaid Salah.

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Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

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