Trump asegura que China “hará todo lo que pueda” para evitar su reelección como presidente de EE UU
El mandatario reactiva la posibilidad de tomar represalias contra Pekín por su gestión del coronavirus
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, está convencido de que China “hará todo lo que pueda” para hacerle perder la reelección en noviembre. Así lo expresó en una entrevista con Reuters, realizada el miércoles en el Despacho Oval, en la que se mostró extremadamente duro con Pekín y aseguró estar valorando diferentes opciones de represalias por su gestión de la crisis sanitaria global originada en la provincia china de Hubei a finales del año pasado. “Puedo hacer muchas cosas”, advirtió. Acorralado en pleno año electoral por las críticas a su gestión de la pandemia de coronavirus, de la que EE UU se ha convertido en epicentro mundial, el presidente vuelve a desviar el peso de la responsabilidad a un agente extranjero, y a uno con el que libra una guerra comercial que ha definido buena parte de su mandato. Pero en esta ocasión introduce además un elemento particularmente inquietante: la sospecha de que, tal como se demostró que hizo Moscú hace cuatro años para tratar de llevar a Trump a la Casa Blanca, será Pekín en esta ocasión quien estaría dispuesta a todo para desalojarlo de allí.
“China hará todo lo que pueda para que yo pierda esta carrera”, dijo Trump a Reuters. Y añadió que Pekín quiere que gane su rival demócrata, Joe Biden, para relajar la presión que la Administración republicana ejerce sobre China en asuntos comerciales y de otra índole.
Pese a las afirmaciones de Trump, China sostiene que no tiene interés alguno en interferir en los comicios estadounidenses. “Las elecciones presidenciales de Estados Unidos son un asunto interno, no tenemos ningún interés en injerir en ellas”, ha sostenido este jueves el portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores en Pekín, Geng Shuang, en la rueda de prensa diaria de este organismo. “Esperamos que el pueblo estadounidense no meta a China en la política en torno a sus elecciones”.
Altos funcionarios de la Administración estadounidense, según una información de The Washington Post, están ya explorando propuestas para castigar a China o buscar una compensación económica por su gestión de la crisis del coronavirus. Este mismo jueves, según el diario, está prevista una reunión para empezar a definir la estrategia. Sobre la mesa de debate, según la misma información, está la eventual suspensión de la inmunidad soberana, lo que permitiría al Gobierno estadounidense o a las víctimas demandar a China por daños y perjuicios, y también la posible cancelación unilateral de las deudas de Estados Unidos con el país asiático. Pero las conversaciones, advierten las fuentes del Post, se encuentran aún en una fase preliminar.
El presidente Trump ha dirigido su dedo acusador a un rosario de objetivos durante la pandemia, en lo que sus críticos ven como un intento de desviar la responsabilidad por la deficiente gestión de una crisis cuya gravedad se resistió a comprender y que atentaba directamente contra el argumento principal para su reelección, que es la fortaleza económica. Entre esos objetivos, que van desde los gobernadores de los Estados hasta los congresistas, pasando por la Organización Mundial de la Salud, China ocupó sobre todo al principio un lugar destacado. Desafiando las recomendaciones de la comunidad científica, insistió en referirse al patógeno como “virus chino”, denominación que reforzaba su narrativa del ataque inevitable de un “enemigo invisible” llegado de “un lugar lejano”, alejando la responsabilidad de su propia gestión. Una gestión que, según una encuesta de Reuters realizada esta semana, solo un 43% de los estadounidenses aprueba.
La rivalidad entre los dos países, apaciguada momentáneamente en enero cuando ambos firmaron la primera fase de un acuerdo que ponía en pausa su guerra comercial, ha vuelto a dispararse en los últimos meses, con la pandemia de coronavirus como causa y como telón de fondo. Trump ha sugerido que el virus procede de un laboratorio chino, mientras que diplomáticos chinos han planteado la posibilidad de que fueran soldados estadounidenses, durante los Juegos Militares que se disputaron en octubre del año pasado en Wuhan, los que introdujeran el patógeno en China. El presidente estadounidense también ha puesto en entredicho la gestión de Pekín en las primeras semanas de la crisis, a la que culpa de que la covid-19 se haya extendido por todo el mundo, y es partidario de una investigación sobre esa primera etapa.
Por su parte, China acusa al presidente estadounidense de dirigir sus dardos contra ella para desviar la atención de los errores que él mismo y su Administración han cometido al responder a la pandemia. El portavoz insistió en este extremo, sin nombrar a Trump, al indicar que los intentos de “ciertos políticos” por recurrir a esta maniobra de distracción solo conseguirán “poner de manifiesto los problemas mismos de Estados Unidos”. “EE UU tiene que tenerlo claro, el enemigo es el virus, no China”, subrayó Geng.
En una conversación telefónica a finales de marzo, según aseguró un alto funcionario estadounidense a Reuters, Donald Trump y el presidente chino, Xi Jinping, acordaron una tregua informal en la guerra de acusaciones. Pero esa tregua, según la fuente de la agencia, se ha roto. Las recriminaciones sobre el origen del virus y la respuesta al mismo han vuelto en Washington y en Pekín. Este mismo jueves, el director de comunicaciones de la campaña de reelección de Trump ha calificado en Twitter de “bastante desvergonzado” un vídeo difundido por la agencia pública de noticias china Xinhua, que se burla de la respuesta de Trump a la pandemia, recordando frases del presidente estadounidense como la de que el virus se iría “milagrosamente” en abril.
El periódico Global Times, de corte nacionalista y propiedad del Diario del Pueblo —controlado por el Partido Comunista de China—, publicaba en un editorial el miércoles que “mientras la pandemia crece en EE UU, la gente allí no se puede imaginar lo que China ha estado haciendo. El número de infecciones en EE UU ha excedido el millón horas antes de que China fijara las fechas para su sesión legislativa anual. Globalmente, hay más de tres millones de casos confirmados. Con este panorama, los logros chinos son especialmente destacados”.
No es la primera vez que Trump acusa a China, más o menos directamente, de injerencia en procesos electorales de Estados Unidos. “Lamentablemente, hemos descubierto que China ha estado intentando interferir en nuestras elecciones de 2018 contra mi Administración”, dijo durante su intervención inaugural de una reunión del Consejo de Seguridad de la ONU en septiembre de 2018, dos meses antes de que se celebraran las legislativas que dieron a los demócratas el control de la Cámara de Representantes. “No quieren que yo gane porque soy el primer presidente que ha desafiado a China en comercio”, dijo.
La injerencia de Rusia en las elecciones presidenciales de 2016, acreditada por la investigación del fiscal especial Robert Mueller, que exoneró al presidente de conspiración con Moscú, ha ensombrecido buena parte de la presidencia de Donald Trump. El pasado mes de febrero, oficiales de inteligencia advirtieron a los legisladores estadounidenses de que Moscú estaba interfiriendo de nuevo en la campaña de 2020 para lograr la reelección de Trump. La filtración de la sesión informativa a los congresistas enfureció al presidente, que consideró que las sospechas beneficiaban a los demócratas.
Ahora, agitando el fantasma de una injerencia china en favor de sus rivales, Donald Trump abre un nuevo frente de inquietud sobre la limpieza de unas elecciones trascendentales. Y lo hace, además, en un momento de gran incertidumbre, cuando las autoridades médicas advierten de un posible rebrote en otoño, que obliga a contemplar la posibilidad de un mayor protagonismo del voto telemático.
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