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El dilema de qué hacer con las elecciones en tiempos de la covid-19

El aplazamiento de elecciones para combatir la pandemia genera incertidumbre y obliga a plantear mecanismos alternativos de sufragio

Sara Velert
Un votante con mascarilla en un colegio electoral de Seúl, el pasado 15 de abril.
Un votante con mascarilla en un colegio electoral de Seúl, el pasado 15 de abril.KIM HONG-JI (Reuters)

Desde Francia a Etiopía, pasando por Bolivia, numerosos países han decidido posponer procesos electorales que debían celebrarse en estos meses al amparo de la emergencia sanitaria para combatir el coronavirus, mientras otros han decidido mantenerlos. En ambos casos, el derecho fundamental al sufragio está expuesto a situaciones de incertidumbre y potenciales riesgos. Un escenario en el que se abre el debate sobre mecanismos alternativos para el voto que reduzcan el peligro para la salud de los votantes, al tiempo que garanticen la representatividad y legitimidad de los procesos frente a posibles abusos de poder.

La organización intergubernamental IDEA Internacional, con sede en Estocolmo (Suecia) y que tiene como misión promover la democracia y la asistencia en procesos electorales, cuenta ya más de 50 países entre los que han decidido aplazar comicios nacionales, regionales o locales, y una veintena que siguen adelante, constata su secretario general y ex vicepresidente de Costa Rica, Kevin Casas Zamora.

De entrada, “es un problema muy complejo, porque hay riesgos en ambas direcciones, tanto si el proceso electoral se celebra en condiciones de emergencia como si no”, apunta en una conversación telefónica. En el primer caso, están “los riesgos de salud de un acto que requiere la presencia de la gente”, además de consecuencias políticas que ya se han visto si no se toman nuevas medidas, por ejemplo, en el caso de la primera vuelta de las municipales en Francia, “donde la asistencia a las urnas sufrió dramáticamente, bajó casi 20 puntos respecto a las anteriores”. La segunda vuelta se suspendió en medio de una fuerte polémica. A ello se suman cambios necesarios en las campañas, que en muchos países pueden trasladarse más a las redes sociales, pero que en otros afrontarán dificultades para hacer llegar los mensajes en un contexto de pandemia.

“Se puede hablar de dos grupos: los países que ya son autoritarios, o caminan por esa vía y aprovechan para profundizar esas tendencias, y países democráticos que por razones justificadas aplazan elecciones, pero supuestamente con garantías de que los Gobiernos no podrán manipular la situación. Aún así, despierta cierta preocupación en la sociedad civil y la oposición que los aplazamientos se conviertan en una herramienta de los Gobiernos a su favor”, abunda por teléfono Richard Youngs, investigador de Carnegie Europe y profesor de derecho internacional de la Universidad de Warwick (Reino Unido).

En ambos lados hay ejemplos. El Estado federal de Baviera (Alemania) completó la segunda vuelta de las locales en marzo exclusivamente con voto por correo sin grandes discusiones. Situación muy distinta a la de Polonia, donde el hecho de que el Gobierno insista en seguir con las presidenciales de mayo “despierta preocupación en la oposición por que no se den las circunstancias para unas elecciones completamente libres”. Las reglas electorales se han cambiado para utilizar exclusivamente el voto por correo en un contexto que da ventaja a un poder, el Partido Ley y Justicia (PiS), que “profundiza en la dirección autoritaria”, apunta Youngs. Este mismo jueves, varios antiguos presidentes y ex primeros ministros llamaron a boicotear las elecciones.

Mandato de las urnas

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Un desafío distinto plantean los comicios en EE UU, que no se celebran hasta noviembre, pero donde el debate sobre cómo organizarlos ya está en ebullición. “Es una elección extremadamente importante, y no da la impresión de que el Gobierno se esté preparando. Me preocupa una elección que probablemente puede ser cuestionada por la parte perdedora porque el país está muy polarizado”, afirma desde Washington Sarah Repucci, vicepresidenta de Investigación y Análisis de la organización de derechos humanos Freedom House. La covid-19 ya ha alterado drásticamente las primarias demócratas y cambiar la fecha de noviembre requería una enmienda constitucional y un consenso improbable ahora. Además, las decisiones sobre la gestión de las elecciones se toman a muchos niveles, y existen riesgos de intentos de manipulación, por ejemplo a través de trabas al registro de votantes, “de forma que se favorezca a los seguidores de un partido concreto”.

También hay contrastes entre los países que han optado por suspender procesos electorales. No ha habido grandes debates en países como Italia o Suiza, donde el sistema de democracia directa, con frecuentes consultas en las urnas, se ha congelado por primera vez desde 1951 hasta septiembre.

Sin embargo, en medio de la pandemia, los Gobiernos no se han detenido en demasiadas reflexiones sobre los aplazamientos. Se han centrado en la emergencia, “pero cuando vayan presentando programas de salida, deberán dar señales de cómo recuperar las libertades para tratar de minimizar la preocupación de que sufra la democracia”, destaca Youngs. En el caso de España, donde se pospusieron elecciones autonómicas, el lehendakari, Iñigo Urkullu, plantea que es factible desde el punto de vista jurídico y científico abrir las urnas en julio.

Con instituciones y garantías constitucionales fuertes los riesgos son menores, pero hay casos que preocupan a los expertos. Ahí está Bolivia, con un Gobierno interino liderado por Jeanine Áñez tras el exilio forzoso de Evo Morales, y donde “se pospusieron elecciones políticamente muy cargadas, en una situación de gran polarización”, explica Casas Zamora. No se ha fijado fecha —aunque esta semana el Parlamento abordó un proyecto de ley para que se fijen en 90 días cuando se apruebe— y la incertidumbre da a alas a rumores sobre el supuesto interés del poder en dejar los comicios en el limbo.

Además, el peligro de agravar la crisis arroja su sombra sobre Chile después de que el presidente, Sebastián Piñera, haya sugerido un segundo aplazamiento del referéndum ahora previsto en octubre para un nuevo proceso constituyente. De confirmarse, y si no existe “una evidencia absolutamente incontrovertible de los peligros que celebrarlo implicaría, me parece que sí se generaría un problema político muy grave porque fue justamente el consenso alrededor de abrir ese proceso constituyente el que permitió una salida adecuada a la explosión de descontento social que vivió Chile el año anterior”, sostiene el secretario general de IDEA Internacional.

La pandemia también supone un desafío a los planes de Putin de perpetuarse en el poder al menos hasta 2036 con una reforma constitucional cuya votación en las urnas se ha visto obligado a aplazar. Las consecuencias están por ver. “Ha habido muchos momentos en los últimos años en que se decía que afloraban las debilidades de Putin y luego ha tenido éxito en manipular la situación a su favor, en fortalecerse. Si el virus tiene fuerte impacto, puede ser que se complique su estrategia de legitimarse. Pero sobre todo lo complicará para la oposición, que tiene mucho menos espacio y dificultades para exponer sus argumentos sin ser vistos como desleales”, explica Youngs.

Freedom House también sigue de cerca en África el caso de Etiopía, donde “un nuevo régimen llegó al poder hace unos años y ha tenido una trayectoria prometedora, pero es realmente importante que tenga un mandato a través de elecciones, ya que el aplazamiento (los comicios estaban previstos para agosto) puede exacerbar las tensiones étnicas”, señala Repucci. Etiopía no celebra elecciones competitivas desde 2005.

Democracia digital

La pandemia obliga a repensar cómo se ejercerá el sufragio en los próximos tiempos. El voto por correo funciona en Europa, “pero en otro montón de países eso no existe, y en América Latina es una rareza”, anota Casas Zamora. Hay otras opciones, como que se vote “a lo largo de varios días” para regular la afluencia a las urnas. Requerirá un refuerzo de seguridad y medidas sanitarias, pero no presenta mayores problemas tecnológicos.

En países con menos recursos, que ya de por sí sufrirán el golpe más duro con la pandemia y donde la polarización puede debilitar aún más las instituciones, “la comunidad internacional, especialmente los países ricos, tiene que dar soporte, aportar recursos extras para que se puedan celebrar elecciones” en condiciones, reclama Repucci.

También “la democracia digital va a ser un tema”, augura el investigador de Carnegie Europe, que cita el ejemplo de Estonia. Lleva desde 2005 utilizando el voto electrónico en elecciones y esta vía ha ido tomando fuerza. Si bien se ha visto “que la gente no vota necesariamente más por tener acceso a ese sistema, hay expertos que creen que esta crisis acelerará su uso”.

Para Repucci, el voto electrónico plantea aún “un riesgo alto de inseguridad, básicamente de hackeo”. “Tal vez algún día, pero ahora no tenemos la tecnología ni el aparato administrativo necesario”, afirma. Existe el riesgo de que los resultados se vean cuestionados y erosionen la confianza en el sistema, como ha ocurrido ya en Bolivia con el traslado informático de los votos que falló a mitad de recuento y abrió la crisis que desalojó del poder a Evo Morales, o la desastrosa aplicación de una nueva app en las primarias demócratas de Iowa que retrasó varios días el resultado.

Una experiencia a analizar la aporta Corea del Sur, un “ejemplo de buenas prácticas”, según Casas Zamora, con unas elecciones legislativas a mediados de este mes donde la participación fue la más alta desde 1992. Varios factores confluyeron para ese resultado, apunta: el país no estaba en cuarentena y la autoridad electoral disponía de una legislación y recursos para ofrecer alternativas, de modo que la población votó por correo y en locales antes del día propio de los comicios, lo que permitió controlar la afluencia a las urnas. Pero “lo que hicieron excepcionalmente bien fue comunicar con una gran claridad por qué estaban haciendo las cosas y cómo se estaban haciendo”, explica el secretario general de IDEA Internacional, “y todas esas medidas se tomaron respaldadas por un consenso político muy amplio. Y eso es clave”.

De Corea del Sur se puede aprender, coincide Repucci, pero “es un país rico, y en otros habrá que tomar medidas extras”. La brecha de la desigualdad se agravará también en este ámbito en los próximos años. “La pandemia va a seguir con nosotros un buen tiempo, por eso es crucial pensar seriamente en los mecanismos alternativos del voto que pueden estar al alcance de cualquier autoridad electoral”, concluye Casas Zamora, “porque no se puede posponer indefinidamente el ejercicio del derecho más básico que define una democracia”.

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Sobre la firma

Sara Velert
Redactora de Internacional. Trabaja en EL PAÍS desde 1993, donde ha pasado también por la sección de Última Hora y ha cubierto en Valencia la información municipal, de medio ambiente y tribunales. Es licenciada en Geografía e Historia y Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS, de cuya escuela ha sido profesora de redacción.

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