Perfume con notas a terror estalinista
Una campaña crea el aroma N23 para protestar contra el plan de levantar una lujosa perfumería en la Casa de las Ejecuciones de Moscú
A papeles viejos y tinta. Con notas de humedad, metal, pólvora y ceniza. A sangre. Para la perfumista Aliona Tsishévskaya así huele el terror. Es el aroma que le evoca Nikolskaya 23, la casa moscovita donde fue condenado y fusilado su bisabuelo durante las purgas de Iosif Stalin. El edificio albergó el Colegio Militar del Tribunal Supremo de la URSS. Allí fueron sentenciadas a muerte miles de personas; cientos, ejecutadas en sus sótanos. Hoy, su localización, a unos metros del Kremlin, la ha convertido en una jugosa inversión inmobiliaria. Su dueño, un empresario del lujo, estudia derribarla y levantar una boutique de perfumes y un elegante café. Una idea que ha movilizado a los activistas que, junto a Tsishévskaya, han creado un perfume para recordar la historia de la conocida como Casa de las Ejecuciones. Reclaman que se construya allí un museo de la historia del terror estatal.
Tras los muros de Nikolskaya 23 fue juzgado el padre de Alexéi Nesterenko. Economista en el Instituto de Aviación Civil de Moscú, fue sentenciado en 1937 por ser “enemigo del Estado”, el cargo habitual para los represaliados. Un año después, explica su hijo, fue ejecutado. Tenía 36 años. Nesterenko lucha ahora para que la historia de Gueórgui y otros millones como él no se olvide. Cada miércoles desde hace casi una década, este hombre de 82 años de aspecto frágil y cansado se instala cerca de la Casa de las Ejecuciones con una fotografía de su padre y una pequeña pancarta. Se pasa allí horas.
Como Margarita Andrushenko, de 86 años, y Liudmila Poliakova, de 84, cuyos padres fueron purgados en 1937 y ellas mismas represaliadas por ser hijas de “traidores a la patria”. Nesterenko se ha activado contra los planes de convertir Nikolskaya 23 en una perfumería de lujo. “Los jóvenes deben saber que los líderes de nuestro país eran criminales. En Alemania han pasado por ese proceso. En Rusia aún callamos el pasado”, critican. Este miércoles, la conversación-protesta de estos octogenarios duró solo unos minutos. Hasta que un policía llegó para trasladarlos a comisaría y verificar sus datos.
La recuperación de la memoria histórica es un tema cada vez más espinoso en un país donde en los últimos años se han erigido varios bustos de Stalin y los nostálgicos de aquella época se han incrementado, según los sondeos. Mientras, el presidente ruso, Vladímir Putin, busca presentar Rusia solo como la gran vencedora en la Segunda Guerra Mundial, obviando la terrorífica historia de represión política. Cerca de 12 millones de personas fueron víctimas de las purgas estalinistas, según la organización especializada Memorial. Encarceladas, enviadas al gulag, asesinadas. Solo entre 1937 y 1938, conocidos como los años del Gran Terror, fueron represaliadas 1,6 millones de personas; 700.000 fusiladas.
En ese ambiente, los planes del empresario Vladímir Davidi para el inmueble del siglo XVII y tres plantas que compró en 2016 han indignado a los activistas y las organizaciones de derechos civiles. El diario independiente Nóvaya Gazeta y la agencia de publicidad Action se unieron hace unos meses para crear una campaña contra la idea de Davidi, que este miércoles eludió comentar la polémica y aclarar si continúa con el plan.
El perfume N23 concebido por Tsishévskaya es la base de esa acción. “Es el símbolo de lo absurdo que es instalar una boutique de perfumes en un lugar donde miles de personas fueron condenadas y fusiladas. Rusia está olvidando la historia y hay que condenar abiertamente aquel terror”, incide Nikita Petrusióv, creativo de Action, que explica que la campaña recoge fondos para una asociación de represaliados.
N23 está envasado en vainas de bala de la época y empaquetado en un lujoso envoltorio, con una cama de tierra recogida de las cercanías del campo de fusilamiento de Kommunarka, a las afueras de Moscú. Se han elaborado 31.456 unidades. Cifra de los ejecutados que se tienen documentados.
El escritor Isaac Babel, el dramaturgo Vsevolod Meyerhold, o el padre de la bailarina Maya Plisétskaya. Todos fueron condenados en Nikolskaya 23. “El edificio solo puede tener un destino: albergar un museo de la historia del terror del Estado. Es vergonzoso que no exista ninguno en Rusia”, enfatiza Yan Rachinski, director de la organización Memorial. “Está bien enseñar a la gente a qué huele la historia de la casa”, añade. Como el perfume N23: muy amarga.
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