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La tensión entre los partidos del Gobierno alemán crece tras la elección de nuevos líderes en el SPD

Los conservadores rechazan renegociar la coalición para incluir nuevas exigencias socialdemócratas

Ana Carbajosa
Norbert Walter-Borjans y Saskia Esken celebran su victoria en las elecciones a la presidencia del SPD, este sábado en Berlín.
Norbert Walter-Borjans y Saskia Esken celebran su victoria en las elecciones a la presidencia del SPD, este sábado en Berlín.Fabrizio Bensch (REUTERS)

Arranca el pulso entre los partidos de la gran coalición alemana. La elección este pasado fin de semana de una pareja del ala izquierda, crítica con la alianza de Gobierno, para dirigir la socialdemocracia (SPD) empieza a dejarse notar. El nuevo SPD quiere renegociar el contrato de coalición que firmó con los conservadores (CDU/CSU) hace más de un año que es el marco del programa de gobierno para imprimirle un carácter más social. La CDU/CSU, el socio mayoritario encabezado por Angela Merkel, se niega a reabrir el melón. Y todo cuando falta una semana para que el SPD celebre un congreso crucial en el que decidirá si sigue o no en el Ejecutivo alemán y en qué términos. El cuarto y último mandato de la canciller Merkel afronta debilitado esta nueva sacudida, que ha sumido a la gran potencia europea en la más honda incertidumbre política.

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La elección de los candidatos del antiestablishment Norbert Walter-Borjans y Saskia Esken al frente del SPD el pasado sábado ha sometido al Ejecutivo de Berlín a una enorme presión. El tándem perteneciente al ala izquierdista del partido aspira a recuperar la popularidad de un partido que atraviesa horas muy bajas. Para ello, los nuevos dirigentes quieren recuperar las esencias de una socialdemocracia cuyo perfil consideran que se confunde a menudo con el de sus socios de gran coalición, los conservadores, con los que han gobernado 10 de los últimos 14 años.

Las nuevas demandas socialdemócratas, que aún deben concretarse a lo largo de la semana, está previsto que incluyan más medidas ambientales y un gran paquete de gasto público en materia social, en escuelas y en infraestructuras. En el programa político de los domingos por la noche, Walter-Borjans estimó que hacen falta 45.000 millones de euros al año de inversiones públicas. Al contrario que sus rivales en la carrera por la presidencia del SPD, Walter-Borjans y Esken son enemigos declarados del schwarze Null, es decir, el venerado déficit cero en los presupuestos que rigen las finanzas alemanas.

El tándem rupturista derrotó a la pareja considerada continuista formada por el ministro de Finanzas y vicecanciller alemán, Olaf Scholz y la exdiputada regional Klara Geywitz y que partía como favorita. En los despachos de Berlín eran muchos los que daban por sentada una victoria de Scholz, que pese a ser el rostro más conocido, acabó derrotado con un 45,33% de los votos de unos militantes con hambre de cambio y de castigar a un aparato que muchos consideran que ha llevado al partido por el camino equivocado.

Merkel, que comparte Ejecutivo con Scholz, dijo el lunes estar dispuesta a debatir y a cooperar en esta nueva fase “como es habitual en la coalición”, indicó su portavoz en la conferencia de prensa de los lunes. Acto seguido, descartó sin embargo cualquier renegociación general. “No se vislumbra una renegociación del acuerdo de coalición”, zanjó el portavoz, Steffen Seibert.

“Que en uno de los partidos haya un cambio de líderes […] no quiere decir que se deba renegociar el pacto por completo”, dijo este lunes Annegret Kramp-Karrenbauer, ministra de Defensa y presidenta de la CDU a la cadena de televisión ZDF. “Los nuevos líderes del SPD tienen que decidir si quieren seguir o no en la gran coalición”, dijo Kramp-Karrenbauer, quien advirtió: "No somos un centro terapéutico para los partidos del Gobierno". De momento en cualquier caso, la consigna de la CDU parece ser no tomar ninguna decisión definitiva y dejar claro que la pelota está ahora en el tejado del SPD, que debe decidir acerca de su futuro en el congreso del próximo viernes.

Otros barones de la CDU, así como el jefe de los conservadores bávaros (CSU), también socio de Gobierno, se han negado a reabrir un contrato de coalición de 175 páginas que fue objeto de durísimas negociaciones hace menos de dos años. Eso no quiere decir, sin embargo, que no puedan sentarse a negociar aspectos y mejoras puntuales y que, por lo tanto, se pueda encontrar una salida digna para el atolladero político en el que se encuentra Alemania. Precisamente, el último artículo del llamado contrato de coalición establece que “en la mitad del periodo legislativo se hará un inventario del contrato de coalición para determinar qué medidas se han implementado o qué nuevos proyectos deben ser acordados sobre la base de las nuevas circunstancias”.

Elecciones anticipadas

Porque por muy dramática que pueda parecer la situación, lo cierto es que, en principio, ninguno de los dos partidos de la gran coalición tiene excesivo interés en romper el Gobierno. Las encuestas indican que convocar elecciones anticipadas expondría a un severo castigo a ambos partidos, cuyos liderazgos, además, se encuentran en fase de maduración y poco preparados para ir a unas elecciones. Quieren mantener en pie el Ejecutivo, pero la cuestión, sobre todo para la CDU, es a qué precio.

“No creo que vaya a haber elecciones anticipadas”, vaticina Andrea Römmele, profesora de Política en la Hertie School of Government. “Nos encontramos en un punto de no retorno con las próximas elecciones dentro de menos de dos años y con la presidencia alemana de la UE prevista para el año que viene”, añade.

Las incógnitas se irán despejando en los próximos días. Esta misma semana resultará clave para determinar la magnitud del ímpetu rupturista de los nuevos presidentes del SPD y del estado de ánimo del partido en general, que entre el viernes y el domingo tiene previsto someter en congreso a votación los términos en los que participa en la gran coalición.

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Sobre la firma

Ana Carbajosa
Periodista especializada en información internacional, fue corresponsal en Berlín, Jerusalén y Bruselas. Es autora de varios libros, el último sobre el Reino Unido post Brexit, ‘Una isla a la deriva’ (2023). Ahora dirige la sección de desarrollo de EL PAÍS, Planeta Futuro.

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