El otoño de Netanyahu
El primer ministro de Israel no ha ganado las elecciones ni tiene apoyos para formar Gobierno, y el fiscal general le aguarda con tres cargos por corrupción
Cuando comienza el año 5780 después de la creación, de acuerdo con el calendario judío, el mundo de Benjamín Netanyahu declina. El otoño del primer ministro que durante más tiempo ha gobernado en Israel arranca con negros presagios. Su partido, el conservador Likud, ha perdido las elecciones celebradas el pasado día 17, superado en un escaño por la alianza centrista Azul y Blanco del exgeneral Benny Gantz. Pese a su retroceso, ha recibido el encargo de formar Gobierno, una tarea de Sísifo que parece condenada al fracaso por segunda vez este año, tras el bloqueo derivado de las legislativas del mes de abril.
El eco de la tradicional felicitación hebrea —“Shaná tová umetuká!” (Buen y dulce año)— todavía resonará el miércoles cuando el fiscal general de Israel, Avichai Mandelblit, convoque una audiencia que puede desembocar en la inculpación de Netanyahu en tres casos de corrupción por fraude, soborno y abuso de poder. Bibi, el apodo popular del que el mismo gobernante se jacta, cumplirá 70 años el 21 de octubre. Si no renuncia antes, entonces estará a punto de vencer el plazo que le ha concedido el presidente de Israel, Reuven Rivlin, para formar un nuevo Gabinete.
Los partidos de la derecha israelí, que secundaron la huida hacia adelante de una repetición de las elecciones, no han conseguido sumar la mayoría la legislatura anterior. La reedición del considerado como Gobierno más conservador en la historia de Israel es inviable desde que Avigdor Lieberman, líder político de los judíos rusohablantes, rompió con su antiguo mentor. Los ocho diputados de su partido, Israel Nuestra Casa, no se han inclinado por el bloque de la derecha (55 escaños) ni por el de centro-izquierda (54).
“El discurso que [Netanyahu] pronunció el miércoles para aceptar el encargo del presidente bien podría servir, en un futuro no tan distante, para lanzar la tercera campaña electoral del Likud en un año”, apuntaba el analista político Yossi Verter en las páginas del periódico Haaretz. Las fórmulas que se manejan para evitar una nueva repetición de los comicios van desde un Gobierno de unidad con Azul y Blanco hasta el retorno de Lieberman a la coalición de la gran derecha israelí.
Ninguna de las alternativas funciona. El centrista Gantz no deja de entonar el mantra de que, mientras afronte una inculpación por corrupción, Netanyahu no se sentará en la misma mesa de un Ejecutivo con él. Cuando se le olvida por inexperiencia política, sus aliados —en particular el exministro de Finanzas Yair Lapid— se ocupan de recordárselo. Para el líder de Israel Nuestra Casa, erigido en paladín de los laicos, cualquier pacto con los partidos ultrarreligiosos es ahora una línea roja infranqueable. La estrategia de Lieberman para forzar la disolución de la Kneset antes del verano ya perseguía el relevo de Netanyahu como líder indiscutido de la derecha.
Los ciudadanos demandan, pese a la confusión reinante, una solución al bloqueo político. El 50,6% de los israelíes se muestra a favor de un Ejecutivo de gran coalición pactado entre Gantz y Netanyahu, según una encuesta del canal de televisión estatal Kan. Y el 60% rechaza la convocatoria de las terceras legislativas en apenas un año, de acuerdo con otro estudio publicado por Israel Hayom, diario gratuito al servicio de los intereses del primer ministro, financiado por el magnate de los casinos Sheldon Adelson.
Al darle la oportunidad de formar Gobierno en primer lugar, el presidente Rivlin hizo una oferta que Netanyahu no pudo rechazar. El veterano jefe del Estado —miembro de la corriente moderada y liberal de Likud— se anticipó al momento de una eventual inculpación. Planteó que el primer ministro deberá abandonar su puesto, aunque podrá conservar formalmente el cargo —para mantener sus prerrogativas procesales frente al fiscal general— mientras no se dicte sentencia firme en su contra. Para ello deberá reformar la ley fundamental que regula el funcionamiento del Ejecutivo y permitir que un vice primer ministro (en un pacto de coalición, el exgeneral Gantz) le releve con plenos poderes durante su prolongada incapacitación.
“El objetivo de Netanyahu es simple: quiere una foto con sus rivales en la ceremonia de toma de posesión [de un Gobierno de unidad] para poder restaurar su legitimidad”, interpreta en el diario Maariv el columnista Ben Caspit los resquemores de la oposición de centro al pacto sugerido por el presidente. “Después Bibi se dedicará a manejar la situación y, si hace falta, convocará elecciones anticipadas un minuto antes de ser inculpado”.
Las estratagemas del líder de Likud y de su equipo de asesores no dejan de sorprender a los israelíes, a pesar de estar habituados a la capacidad de maniobra del gobernante después de una década de perder ininterrumpido. En vísperas de las pasadas elecciones, Netanyahu planteó el aplazamiento de las votaciones para lanzar una operación militar a gran escala contra la franja de Gaza. Finalmente, tuvo que descartar la petición al no contar con el respaldo de sus consejeros legales y militares.
El pasado jueves reclamó a la Fiscalía general que se retransmitiera en directo por televisión la audiencia en la que sus abogados tienen previsto presentar este martes sus alegaciones, antes de que Mandelblit pueda formular la imputación. La petición fue rechazada de inmediato, para evitar que el trámite legal se transforme en un espectáculo. El fiscal general ya notificó en marzo que iba a poner en marcha las tres acusaciones por corrupción en su contra presentadas por la policía el año pasado. Ningún primer ministro israelí en activo —Ehud Olmert dimitió en 2009 antes de que se presentaran las acusaciones— ha sido imputado en la historia del Estado de Israel.
“En beneficio personal y de su familia”
“Usted ha dañado la imagen de los servidores públicos en Israel y la confianza del pueblo en ellos”, escribió Mandelblit en la carta en la que le notificaba a Netanyahu que ponía en marcha la maquinaria de la acusación. “Actuó pese al conflicto de intereses, abusó de su autoridad en beneficio personal y de su familia. Corrompió a los servidores públicos que trabajaban a sus órdenes”. En la investigación, condensada en un sumario de más de 800 páginas, han sido interrogados 140 testigos, entre ellos ministros y altos cargos, a lo largo de tres años.
El primer ministro siempre ha rechazado las acusaciones, que achaca a una "caza de brujas” desencadenada por la izquierda desde la policía, la magistratura y la prensa. “Estoy seguro de que, tras haber examinado la cuestión, las autoridades competentes llegarán a la misma conclusión: no hubo nada porque no hay nada”, ha apostillado Netanyahu tras airearse cada nuevo caso, y al término de una docena de largos interrogatorios.
En Israel, la policía y la justicia suelen actuar con notable independencia respecto del Ejecutivo. A causa de sus investigaciones fue encarcelado durante cinco años el antiguo presidente del Estado Moshe Katsav, condenado en 2010 por violación y agresiones sexuales. Las pesquisas de agentes y fiscales también pusieron entre rejas durante más de 14 meses al exjefe de Gobierno Olmert, declarado culpable de delitos de corrupción inmobiliaria por sentencia firme en 2016.
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