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La religión fractura Israel

Una creciente brecha se abre entre los liberales habitantes de la costa y el conservadurismo del interior

Juan Carlos Sanz
Israelíes religiosos rezan en el año nuevo judío mientras otros corren en una playa de Ashdod.
Israelíes religiosos rezan en el año nuevo judío mientras otros corren en una playa de Ashdod.JIM HOLLANDER (EFE)

El año nuevo judío 5779 que acaba de comenzar no solo sirve para recordar la fecha exacta de la creación del mundo, también constata que nueve de cada diez israelíes se declaran satisfechos con la vida que llevan. El cambio en el calendario hebreo se conmemora con el sonido del shofar (cuerno ceremonial) y comiendo manzanas y granadas con miel, y además con la publicación de encuestas oficiales y sondeos privados.

A pesar de la satisfacción generalizada por una renta per cápita de 41.500 dólares anuales (25.000 dólares en España) y una elevada esperanza de vida, semejante a la española (84,6 años para las mujeres, 80,7 para los hombres), una tercera parte de los consultados por la Oficina Central de Estadísticas reconocen que su situación financiera deja que desear, y algunos menos (31%), que pasan dificultades para llegar a fin de mes.

El Estado de Israel está a punto de alcanzar los nueve millones de habitantes, diez veces más de los que tenía cuando se fundó 70 años atrás, gracias a la inmigración masiva de judíos hasta hace dos décadas. Con una media de 3,1 hijos por mujer, si sitúa a la cabeza de los países de la OCDE por natalidad. Claro que una quinta parte de la población es árabe (musulmana en su gran mayoría y una minoría cristiana), con una tasa de fertilidad similar a la judía.

El profesor de demografía de la Universidad Hebrea de Jerusalén Sergio Della Pergola estima que en el resto del mundo se localizan otros ocho millones de judíos (el 70% en Estados Unidos). Si se amplían este cupo con las condiciones para poder emigrar a Israel previstas en la llamada Ley del Retorno (abuelo judío, matrimonio con un judío o conversión al judaísmo), más de 23 millones de personas tendrían derecho a recibir el pasaporte hebreo, según ha informado The Jerusalem Post. Hay que tener en cuenta que 5,4 millones palestinos están contabilizados como refugiados por la ONU, que les reconoce el derecho a retornar a las tierras que tuvieron que abandonar en 1948 tras el nacimiento del Estado de Israel.

Parece improbable que en los 20.770 kilómetros cuadrados de su territorio (equivalentes a Eslovenia, de dos millones de habitantes) pueda caber tanta gente. La Oficina Central de Estadísticas prevé que se supere la barrera de los 10 millones de censados en 2024, pese a que ya hay economistas que han alertado del riesgo de superpoblación en el centro del país. Los atascos de tráfico en él área metropolitana de Tel Aviv, que concentra a cerca de la mitad de los habitantes del país, son cotidianos.

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Pero si la declarada satisfacción por la existencia en Israel, a pesar de la carestía de la vida y el creciente hacinamiento, es compartida por casi todos los ciudadanos, la religión abre una fractura que distancia cada vez más a los sectores laicos y liberales de las ciudades costeras y a las comunidades religiosas y conservadoras del interior, cuya quintaesencia se plasma en Jerusalén.

Lo corrobora una macroencuesta del Instituto Dialog publicada por el diario Haaretz, en la que se destaca que el 54% de los 6,6 millones de judíos del país creen en el Dios de la Biblia, mientras otro 21% expresa su fe en un ser o fuerza superior. En el mundo occidental solo EE UU arroja un mayor índice de creyentes: del 56% y el 23% respectivamente, de acuerdo con el Centro de Investigaciones Pew. En Suecia, mientras tanto, solo un 14% admite creer en Dios.

La Oficina Central de Estadísticas agrupa a los judíos de Israel en cinco categorías: laicos (44.3%), tradicionalistas no practicantes (21,4%), tradicionalistas practicantes (12,3%), religiosos ortodoxos (11,5%) y ultraortodoxos (10,2%). Esta clasificación parece arrojar un mayor peso hacia los sectores más secularizados. Esta deriva, sin embargo, no se refleja en la política restrictiva del Gobierno de coalición de Benjamín Netanyahu, con presencia de nacionalistas religiosos y de ultraortodoxos. Un abismo separa las dos naciones que se ocultan dentro del Estado judío: la de la hedonista Tel Aviv (donde solo el 17% observa el Sabbat) y el centro-norte; frente al pío Jerusalén (66% de cumplimiento) y el este-sur.

Más de la mitad de los judíos israelíes creen que su derecho a asentarse en la Tierra de Israel bíblica —incluidos los territorios palestinos ocupados— procede de la alianza de un pueblo elegido con Dios, según el estudio publicado por Haaretz. Los analistas del diario se han visto sorprendidos por la fuerte implantación de las ideas religiosas y conservadoras entre los más jóvenes, al contrario de lo que ocurre en las comunidades judías de EE UU y Europa. “Los jóvenes son más observantes y se muestran más dispuestos a imponer sus creencias a los demás", destacan. La causa de este fenómeno se halla en el elevado número de hijos de las familias ultraortodoxas (siete por matrimonio). Si se mantiene su alta tasa de natalidad, está previsto que en 2065 constituyan un tercio de la población de Israel.

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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