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Muere Ross Perot, el retrato del sueño americano que quiso ser presidente

El empresario y político amasó una fortuna con sus empresas de tecnología y se presentó dos veces como candidato a la Casa Blanca. Ha fallecido en Dallas a los 89 años

Un retrato de Ross Perot en el John F. Kennedy Special Warfare Center and School.
Antonia Laborde
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Estados Unidos despide a uno de sus personajes de la historia moderna. Ross Perot, el millonario empresario y político independiente, falleció este martes en Dallas a los 89 años a causa de una leucemia. El hombre que se hizo a sí mismo se presentó dos veces sin éxito como candidato presidencial en la década de los noventa, después de haber amasado una fortuna con su empresa de soportes electrónicos EDS (Electronic Data Systems). Parte de su popularidad se la debe a las misiones paramilitares que organizó durante la Guerra de Vietnam para intentar mejorar las condiciones de los soldados estadounidenses que estaban prisioneros y otra para liberar a dos de sus empleados que fueron tomados como rehenes durante una revolución en Irán.

Nacido en una familia tejana azotada por la Gran Depresión, Perot tenía hambre de éxito. A los 12 años repartía el periódico The Texarkana Gazette montado en un poni. Se inventó rutas adicionales para aumentar sus comisiones, lo que surtió efecto para disgusto de su jefe. Más tarde estudió en la escuela naval de Annapolis, en Maryland, donde a través de una cita a ciegas conoció a Margot Birmingham, la mujer que se convertiría en su esposa y la madre de sus cinco hijos. En 1957 consiguió un trabajo como vendedor de computadoras de I.B.M., en Dallas. Hubo un año en que para enero ya había logrado su objetivo de ventas anual. Con la astucia que lo caracterizaba le propuso a su superior extender el negocio a la rama de servicios al cliente, pero su propuesta fue desestimada. Una vez más, eso no lo detuvo.

A los 32 años Perot decidió fundar su propia compañía, EDS. Sus empleados debían ir con traje, corbata y sin bigotes. Las mujeres con falda, salvo excepciones de frío extremo. Cuando a mediados de los sesenta el gobierno federal contrató sus servicios para ejecutar los programas de salud Medicare y Medicaid, se terminó por consumar su buena racha. El valor de las acciones de la empresa, que habían abierto en bolsa a 16 dólares, comenzó a subir como la espuma. De repente EDS era una compañía que costaba 350 millones de dólares y Ross Perot se había trasnformado en uno de los hombres más ricos de Estados Unidos. En 1984, el emprendedor le vendió la empresa a General Motors por 2.500 millones. Dos años después ya había levantado otra, Perot Systems, también dedicada a los servicios informáticos, la que presidió hasta que lo sucedió su hijo, y la que en 2009 compró Dell por 3.900 millones.

Con sus logros empresariales, Perot decidió probar suerte en la política, prometiendo gestionar bien los recursos del país. En 1992 compitió contra el presidente republicano George H.W. Bush y el candidato demócrata Bill Clinton por llegar a la Casa Blanca. Debido a que recibió amenazas contra su familia, el independiente se bajó de la carrera a pesar de los buenos resultados que marcaba en las encuestas. Finalmente, se reincorporó cinco semanas antes de la votación y obtuvo el 19% de los votos. El mejor tercer puesto desde 1912. Cuando lo volvió a internar cuatro años después solo consiguió el 8% de los apoyos. Más tarde, lo de independiente quedaría difuso: En 2000 respaldó al republicano George W. Bush y en 2012 al también republicano Mitt Romney. Por aquella época Forbes lo catalogó como el 97º hombre más rico de EE UU con un patrimonio de cinco mil millones de dólares. Actualmente es de 4.100 millones.

Parte de su fortuna la invirtió en colegios, museos, centros de salud, casi siempre en su oriunda Texas. Por petición de una seguidilla de gobernadores, a fines de los setenta y comienzos de los ochenta lideró la guerra contra las drogas en el Estado y una reforma al sistema educativo público. Venía con el sello de ser un hombre de servicio, un verdadero patriota, tras haber enviado dos aviones con 30 toneladas de alimentos y medicamentos a Hanói destinados a los soldados estadounidenses presos. No dio resultado, pero sí ayudó a visibilizar el trato que estaban recibiendo. Una década después, organizó un comando para liberar a dos de sus empleados de EDS que habían sido secuestrados en Teherán. El motín se transformó en un caos que logró que escaparan 11.800 reclusos. La historia la cuenta Ken Follet en En alas de las águilas (On wings of eagles). Un trozo para la posteridad de Ross Perot.

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Sobre la firma

Antonia Laborde
Periodista en Chile desde 2022, antes estuvo cuatro años como corresponsal en la oficina de Washington. Ha trabajado en Telemundo (España), en el periódico económico Pulso (Chile) y en el medio online El Definido (Chile). Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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