El ánimo de revancha contra Trump escora a la izquierda a los demócratas
En la convención de California, los candidatos a presidente prometen sanidad universal y universidad gratuita, Pelosi recibe gritos pidiendo el ‘impeachment’ y las bases abuchean el único llamado a la moderación
Es fácil arrancar aplausos a un grupo de delegados del Partido Demócrata en estos tiempos. Solo hay que decir que Donald Trump está acabado, llamarle racista y subir el tono de voz. Cada mención de Trump fue como una descarga eléctrica entre los 3.400 delegados demócratas de California que pudieron oír en directo este sábado a buena parte de los candidatos que buscan la nominación del partido a la presidencia de Estados Unidos. El partido que hace cuatro años prefirió la moderación de Hillary Clinton ante la propuesta de revolución de Bernie Sanders ya no está ahí.
Las primarias del Partido Demócrata se desarrollan bajo una sensación de emergencia, de lucha existencial. La convención demócrata de California, este fin de semana en San Francisco, sirvió para ver cómo se traslada eso a la pelea entre los 23 candidatos que se han presentado a la nominación. California es el Estado que más delegados reparte en esta carrera.
Antes de que hablara ninguno de los candidatos, la alcaldesa de San Francisco, London Breed, definió la ciudad como “el corazón de la resistencia”. El gobernador, Gavin Newsom, presumió de “los valores de California”. El fiscal general, Xavier Becerra, anunció que ya ha denunciado al Gobierno de Trump 50 veces y pidió al partido “ganas”, en español. Y la mayor estrella política de San Francisco, la presidenta de la Cámara de Representantes Nancy Pelosi, tuvo el primer choque con las bases.
Pelosi fue recibida por todo lo alto, pero en cuanto empezó a mencionar el informe Mueller se vio interrumpida por gritos pidiendo que inicie en la Cámara el proceso de impeachment de Trump. Pelosi está frenando las llamadas a procesar en el Congreso al presidente para frustración de una buena parte del partido que quiere utilizar ya esa arma. “Iremos donde nos lleven los datos y construiremos un caso de hierro antes de actuar”, es todo lo que concede.
Los candidatos no tienen esa responsabilidad. “Trump ha cometido obstrucción a la justicia y luego ha fichado un fiscal general para que limpie la escena del crimen. Necesitamos empezar el impeachment ahora mismo”, dijo la senadora Kamala Harris en medio de una ovación. Harris ha hecho toda su carrera política en San Francisco, jugaba en casa y logró una buena energía en el centro de convenciones de la ciudad. En su discurso fijó el tono dramático con el que los demócratas enfrentan esta elección. “Esta es una lucha por quiénes somos como pueblo. Y con este presidente, es una lucha por la verdad misma”.
Beto O’Rourke, el excongresista de El Paso convertido en estrella política cuando el país descubrió su carisma en una fallida campaña para el Senado, empleó un minuto entero de los siete que tenía para hablar en español. O’Rourke cambia del inglés al español con naturalidad, algo a lo que está acostumbrado el público de California. Habló de romper el ciclo de la pobreza y la cárcel que afecta trágicamente a las comunidades afroamericanas. Dijo que hará una nueva ley electoral que garantice el derecho al voto frente a los intentos de supresión. Prometió acelerar el proceso para que nueve millones de residentes legales se hagan ciudadanos y además quitarles las tasas. “Y a los indocumentados los sacaremos de las sombras, empezando por los dreamers”. Siendo de El Paso, fue el único que se refirió al “caos que Trump ha creado en la frontera”. “Nunca más un niño en una jaula, nunca más una madre deportada a un país del que huyó por miedo. Este país será fiel a su promesa”.
La descarga de energía de O’Rourke dio paso a la mayor ovación de todo el sábado para la senadora Elizabeth Warren. Warren, de 69 años, lleva casi una década siendo la referencia del ala más izquierdista del partido con un discurso contra las grandes corporaciones y el empobrecimiento de la clase media. En 2016 se la veía como demasiado radical. Hoy es fácilmente el centro del partido.
“Ganar a Trump no es suficiente”, proclamó Warren. Habló de “la estructura de nuestro país que favorece a los ricos y poderosos” y prometió sanidad universal, defender la economía verde, un plan anticorrupción, el fin de los lobbies, dividir los grandes bancos y también las grandes empresas tecnológicas, un impuesto para los ricos, cancelar las deudas universitarias, guarderías y educación superior gratuitas. Warren, además, tuvo un mensaje nada sutil para el gran ausente de esta convención, el exvicepresidente Joe Biden. Biden va primero en las encuestas y tiene imagen de moderado y candidato del establishment, la continuidad con Barack Obama y Clinton. “Cuando un candidato te dice que hay que esperar, que lo primero es el cálculo político, te está diciendo que no va a luchar por ti”, dijo. Valía también para Pelosi. Warren fue de largo la más aplaudida en San Francisco.
Después hablaron la senadora Kirsten Gillibrand, los congresistas Tulsi Gabbard y Eric Swalwell, la senadora Amy Klobuchar y el gobernador Jay Inslee, que está haciendo una campaña prácticamente centrada en la lucha contra el cambio climático. Otro de los personajes con más magnetismo en esta carrera es Pete Buttigieg, el alcalde gay de 37 años de South Bend, Indiana. Su imagen está construida alrededor de la idea del sentido común y la sencillez del medio oeste, mitificados en la política norteamericana. Buttigieg encandiló a los delegados californianos con un discurso lleno de buenas frases en el que pide “algo completamente diferente”, como él. “Lo más arriesgado que podemos hacer es apostar a seguro”.
Entre llamados al impeachment y un consenso generalizado sobre ideas que hace cuatro años solo defendía Bernie Sanders, el exgobernador de Colorado John Hickenlooper pareció decepcionar al público cuando empezó su discurso diciendo: “Si queremos ganar a Trump, el socialismo no es la respuesta”. Se oyeron los únicos abucheos de toda la jornada. “Si no tenemos cuidado podemos acabar ayudando a reelegir al peor presidente de la historia”, continuó sobre el murmullo general.
Hickenlooper trató de presentar Colorado como ejemplo de un Estado donde se puede avanzar en todos los temas que interesan a los demócratas sin radicalismos. “No vamos a dar sanidad universal si acabamos con la sanidad privada que da cobertura a 150 millones de personas”, dijo sobre los abucheos. No era el día ni el lugar, ni el momento de la campaña, para pedir moderación a un partido en estado de alarma. Si alguien necesitaba una explicación de la ausencia de Joe Biden, Hickenlooper fue la respuesta. El exgobernador de Colorado pareció estar buscando deliberadamente reforzar ese perfil.
El domingo estaba previsto que los delegados de California escucharan al exalcalde de San Antonio Julián Castro y al hombre que ya decía muchas de estas cosas en 2016, que perdió contra la candidata moderada y cuya sombra pesa sobre el partido desde entonces, Bernie Sanders.
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