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RADIOGRAFÍAS AMERICANAS
Columna
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Un rostro sombrío

La mirada de Cristina Kirchner no puede ser más elocuente. Transmite un sentimiento macabro malhumorado, siniestro, rencoroso, tenebroso y funesto

La expresidenta Cristina Fernández de Kirchner, en el juicio.
La expresidenta Cristina Fernández de Kirchner, en el juicio.A. MARCARIÁN (REUTERS)

El pasado miércoles 22 de mayo apareció en la primera plana de EL PAÍS la fotografía del rostro de Cristina Fernández de Kirchner, expresidente de Argentina y actual candidata a la vicepresidencia de su país, quien se encuentra acusada ante los tribunales imputada por la supuesta concesión ilícita de obras públicas. Se trata de una imagen que tanto el Gobierno de Mauricio Macri y los antiperonistas deseaban ver publicada, no sólo en los diarios domésticos, sino también de los internacionales. Finalmente, lograron su objetivo.

La mirada de la antigua jefa del Estado argentino no puede ser más elocuente. Transmite un sentimiento macabro malhumorado, siniestro, rencoroso, tenebroso y funesto, muy a pesar de haber acaparado un inmenso poder político en su carácter de primera dama de su país, como también en el de su distinguida personalidad como presidente de la República. Me resulta obligatorio comparar la sonrisa inextinguible de Barack Obama con la expresión del rostro dolido y depresivo de la señora Kirchner, sin olvidar que aquél tuvo inmensas responsabilidades de dimensiones planetarias absolutamente desvinculadas con las que, en su momento tuvo que enfrentar la actual candidata a la vicepresidencia, ante la sorpresa de propios y extraños.

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En mi carácter de novelista me resulta imprescindible estudiar los movimientos de las manos, la caída de los ojos, el parpadeo nervioso, el tamborilero de los dedos, el movimiento compulsivo de los pies cuando las piernas se encuentran cruzadas, los sudores repentinos en la frente y en las axilas delatados en los ropajes de los acusados, las huellas húmedas de las palmas colocadas sobre las cubiertas de vidrio de los escritorios públicos, el ceño fruncido, el arreglo reiterado el cabello, las lágrimas incontrolables, la mirada extraviada, las dificultades para disimular el miedo, entre otras tantas actitudes de lenguaje corporal imprescindibles para describir la personalidad de los protagonistas de mis historias.

En el caso de muchos políticos sudamericanos son evidentes los esfuerzos y el tesón para alcanzar el máximo poder político en sus respectivos países, y sin embargo, al haberlo logrado y al mismo tiempo haberse llenado de recursos públicos mal habidos, sus egos no resisten el peso de las acusaciones, cuya evolución bien puede conducir al suicidio, como en el caso de Alan García, o a un sentimiento de inmensa frustración y dolor expresado en el rostro del expresidente Lula y ahora en el de la propia señora Kirchner. Cualquier presunto bien material de carácter económico resultó insuficiente para alimentar su vanidad, de la misma manera en que el acaparamiento de poder tampoco implicó la fórmula para alcanzar la felicidad.

¿El éxito no es vivir con quien se desee, tener lo que se desee, hacer lo que se desee? ¡No!, porque la felicidad total no existe siempre faltará algo. Los insaciables siempre estarán condenados a pagar un precio superior al de quienes ponemos límites a nuestras limitaciones existenciales. ¿Qué hay allá arriba, en el máximo poder presidencial?, me gustaría preguntarle a la señora Kirchner. ¿Qué placer encuentra en el hecho de poseer, además, enormes recursos económicos en el caso de poseerlos, le cuestionaría con el ánimo de ingresar en su mundo interior?

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¿Respuestas? La señora podrá aducir diversos argumentos para tratar de probar que su vida ha sido exitosa en lo político y en lo económico, sin embargo, su lenguaje corporal, el rictus de dolor en su boca, su mirada congestionada por la rabia, el sentimiento de injusticia y de impotencia expresarían exactamente lo contrario. ¿En la Quinta Presidencial de Olivos estaba el paraíso y el mundo ideal de la impunidad? ¿Nunca acabaría su mandato constitucional y tal vez vendría el doloroso proceso de degradación política hasta someterla al nivel de cualquier ciudadano?

¿Cómo llenar el vacío emocional reflejado en su mirada al haberlo tenido todo y ahora ya no tener nada, salvo más ambiciones, más toxicidad política, más venenos inmanejables para cuando vuelva a dejar el poder en el evento de que llegue a recuperarlo a pesar de las acusaciones penales en su contra?

¿Hay masoquismo en la política? ¿Arrepentimiento? ¿Coraje y revanchismo? La gran fotografía de EL PAÍS da para una novela y más, mucho más. Dice más una imagen que mil palabras.

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