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RADIOGRAFÍAS AMERICANAS
Columna
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Las migraciones centroamericanas

Los mexicanos, hondureños, cubanos y venezolanos huyen a EE UU en busca de todo aquello que no encuentran en sus países como el empleo, la libertad de expresión, la justicia y la educación

Algunos hondureños caminann rumbo a la frontera con Guatemala.
Algunos hondureños caminann rumbo a la frontera con Guatemala. O. SIERRA (AFP)

Si quisiéramos buscar explicaciones en torno a las corrientes migratorias centroamericanas organizadas para invadir ilegalmente el territorio de los Estados Unidos, tendríamos que arrojar un par de cubetadas de luz en la historia para entender este fenómeno contemporáneo que se repite en buena parte del planeta sin olvidar, claro está, los gigantescos desplazamientos humanos que se producen hoy en día de Venezuela hacia sus vecinos o, como en su momento, advertimos el flujo de cubanos que huían de su país a bordo de balsas improvisadas rumbo a la libertad.

Una primera explicación la encontramos en la catástrofe educativa que comenzó durante los 300 años de existencia del virreinato español, durante los cuales se construyeron miles de iglesias, en lugar de instalar miles de escuelas en los territorios conquistados. El resultado no podía ser sino el surgimiento de masas indígenas analfabetas solo capaces de trabajar en los campos o en las minas en condiciones oprobiosas de esclavitud. Baste citar, a modo de ejemplo, que en México, durante los años de la independencia, a principios del siglo XIX, más de un 90% de la población no sabía ni leer ni escribir. ¿Cómo estructurar una nación exitosa en semejantes circunstancias?

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En otro orden de ideas, tampoco fue posible construir un auténtico Estado de derecho al estilo sajón, para sentar las bases de certeza, respeto y justicia imprescindibles en una nación próspera.

El rey de España no estaba sujeto a la ley. Era todopoderoso, sus poderes eran absolutos. Concedía exenciones o las negaba. Intervenía en decisiones judiciales y se podía contradecir impunemente al día siguiente. Era clara la ausencia de Parlamentos y Congresos que difícilmente se dieron hasta ya entrado el siglo XIX y sin la obligatoria autonomía, ni mucho menos, con la que debería contar todo un Poder Legislativo. Es claro entonces el nacimiento de la impunidad, del autoritarismo y de la corrupción que padecemos hasta nuestros días. La elite criolla y la Iglesia se opusieron a las reformas institucionales. El clero tenía el monopolio educativo, monopolizaba prácticamente las finanzas llegando a tener más presupuesto e ingresos que los propios Gobiernos independientes. Por si fuera poco acaparaba el 70% de las tierras cultivables abandonadas a su suerte en manos muertas. El clero disfrutaba el fuero y todo género de privilegios políticos, contaba con tribunales especiales, financiaba unas revueltas y golpes de Estado que desequilibraron por décadas a los países que lo padecieron. ¿Cuántos derrocamientos presidenciales patrocinó la Iglesia protestante en Estados Unidos en el siglo XIX?

El destino de los territorios se torció aún más cuando se creó la encomienda y se destruyeron los tradicionales sistemas de producción agrícola precolombinos para iniciar los procesos de concentración de la riqueza y expansión de la pobreza social en el Nuevo Mundo, tal y como acontece hasta nuestros días. La siniestra Inquisición y los tribunales del Santo Oficio dieron al traste con cualquier posibilidad de progreso intelectual y educativo en la América española y en buena parte continúa influyendo en la involución social del hemisferio sur.

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El autoritarismo español representado por los Somozas, Maduros, Ortegas, Castros, Trujillos, la organización ineficiente de la economía, la petrificación social que impedía la participación de la comunidad en los asuntos del Estado, las guerras e invasiones, la Iglesia retardataria de la contra reforma carente de un modelo espiritual de vanguardia que impulsara la creación de riqueza y bienestar, en lugar de provocar la eterna resignación; la incertidumbre económica y social, la corrupción, la monopolización estatal del proyecto educativo ante una sociedad indolente que desprecia los peligros de la ignorancia y el analfabetismo, son algunas de las razones del atraso que se pueden resumir en este apretado espacio.

Los mexicanos, hondureños, cubanos y venezolanos huyen a Estados Unidos en busca de todo aquello que no encuentran en sus respectivos países como el empleo, la libertad de expresión, la justicia, la educación, el respeto a sus personas y a su patrimonio, principios elementales de convivencia civilizada que destruyen a diario diversos tiranos del siglo XXI con el pretexto de cumplir con objetivos supuestamente revolucionarios con los que han provocado las migraciones desesperadas de personas que huyen de los paraísos prometidos muy similares a los infiernos en vida...

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