La trama rusa se convierte en munición para Trump
El presidente se presenta como víctima ante la opinión pública y los medios reciben una cascada de críticas. Los demócratas reclaman la publicación del conjunto del informe de Mueller
Un documento de cuatro folios y 1.846 palabras marcó este domingo un cambio en la escena política de Estados Unidos. Se trata de la carta que el fiscal general, William Barr, envió al Congreso explicando que la investigación de la trama rusa no ha hallado prueba alguna de conspiración entre Donald Trump y Moscú en las elecciones de 2016. Evaporada la sombra de semejante sospecha, el presidente ha salido fortalecido y furioso, arreando a los demócratas y a los medios de comunicación, y azuzando a sus bases de cara a 2020. La exoneración del republicano está plagada de matices, pero este lunes Washington amaneció con una idea clara y simple que lo cambia todo: no hay rastro de colusión con el Kremlin.
Las conclusiones conocidas del informe han causado el efecto de una declaración de inocencia tras un largo juicio. No ha habido tal juicio, no se sabe mucho de las pesquisas llevadas a cabo por el fiscal especial Robert S. Mueller y Trump se enfrenta a otras investigaciones por otros posibles delitos. Los demócratas, además, pueden seguir indagando en el Congreso. Pero todo eso queda eclipsado ahora mismo. El magnate neoyorquino se presenta como víctima -e incluso héroe- de un proceso injusto. "No podemos dejar que esto le vuelva a pasar a un presidente", dijo este lunes en la Casa Blanca. "Pocas personas podrían haberlo manejado", añadió.
El desenlace, a falta de que se publique el informe completo de Mueller, se ha convertido en munición para los trumpistas. "Tras dos años de investigación y temerarias acusaciones por parte de demócratas y medios de comunicación, el fiscal especial ha confirmado lo que Trump lleva mucho tiempo diciendo: que no hubo conspiración entre su campaña y Rusia durante las elecciones de 2016", dijo el vicepresidente, Mike Pence. También ha dado la razón a los demócratas que, como la veterana Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes, siempre han pedido prudencia en la gestión del escándalo y enfriado las posibilidades de impeachment (destitución) del presidente.
Había motivos para la cautela. El escándalo de Bill Clinton recuerda que un mandatario puede salir indemne, e incluso fortalecido, de un proceso semejante. A raíz de unas pesquisas sobre otro asunto, Clinton mintió a un gran jurado sobre la relación sexual que había mantenido con la becaria Monica Lewinsky, cuando ella tenía 22 años y el presidente demócrata, 49. La Cámara de Representantes llegó a votar a favor de su impeachment en diciembre de 1998 por perjurio y obstrucción a la justicia, aunque el Senado no lo refrendó dos meses después. Pese a las mentiras y el abuso de poder, la opinión pública lo exoneró. Con los baremos éticos de la época, la economía en ciclo alcista y la operación Zorro del Desierto ocupando titulares, la tasa de aprobación alcanzó los niveles máximos de su presidencia, entre el 64% y el 73%.
En el caso de Trump, el fiscal especial Mueller ni siquiera llega a determinar que el mandatario haya incurrido en obstrucción a la justicia —aunque no lo exonera— y despeja la sospecha más grave, la de colusión con Vladímir Putin. La posibilidad del impeachment se halla más lejos ahora que hace tres días, y su carrera hacia la reelección, más despejada.
La carta de William Barr ha marcado el inicio simbólico de la segunda parte del mandato de Trump. Durante más de dos años, desde que Trump juró el cargo, en enero de 2017, los estadounidenses llevan leyendo, viendo y oyendo a todas horas sobre la trama rusa, que ha dado momentos de gloria al programa humorístico, Saturday Night Live, con Robert de Niro interpretando a Robert S. Mueller y Ben Stiller, a Michael Cohen, además de, por supuesto, Alec Baldwin en su magistral parodia de Trump.
Todo este despliegue ha desatado ahora ataques a la prensa. Desde mayo de 2017, se han publicado 533.074 artículos sobre este asunto que han generado 245 millones de interacciones en Twitter y Facebook, según datos de la firma de análisis NewsWhip citados por el portal de información política Axios. Megyn Kelly, quien durante años la estrella de la cadena conservadora Fox, cuestionó nada más salir la carta de Barr, “¿Lo aceptarán ahora los medios que tanto han invertido en esta narrativa, recordando que ellos no van a favor de ningún resultado? ¿O buscarán la manera de salvar la cara en su coberturas y predicciones previas (equivocadas)?”. Es un solo ejemplo del torrente de críticas. La cuestión es si los medios pueden cubrir con perfil bajo una investigación tan relevante, tan crítica, como una que trata de esclarecer si su presidente conspiró con Putin. El director de The New York Times, Dean Baquet, defendió el trabajo. “Me siento cómodo con la cobertura”, según las declaraciones recogidas por The Washington Post, “nunca ha sido nuestra función determinar la legalidad, sino exponer las acciones de las personas en el poder. Y eso es lo que nosotros y otros hemos hecho y seguiremos haciendo”.
La carta del domingo supone una exoneración plagadas de peros. Para empezar, se sabe muy poco del informe Mueller. El fiscal general ha optado por hacer público un documento escuetísimo, sin apenas datos, sobre lo que ha sido una investigación profunda, que ha durado 22 meses, ha dado lugar a la imputación de 34 individuos y ha conllevado 2.800 citaciones judiciales y el interrogatorio de hasta 500 testigos. No hay explicación alguna, por ejemplo, sobre la decisión de considerar que no hay evidencias de obstrucción a la justicia. Mueller deja el asunto abierto, no lo acusa ni exonera, pero Barr sí concluye que no hay pruebas, aunque sin detallar ninguno de los acontecimientos y los porqués. A Trump, además, se le avecinan otros muchos frentes legales. Fruto de las pesquisas sobre la trama rusa salieron a luz otras presuntas irregularidades, como la de la financiación ilegal de campaña, por el pago a dos mujeres para silenciar supuestos adulterios.
Pero todos estos elementos quedan en la opinión pública como meras notas a pie de página cuando hay una sospecha tan grave como la conspiración de un presidente de Estados Unidos con el Gobierno ruso para manipular las elecciones. Los demócratas pueden seguir ahora su batalla en el Congreso, reclamando, para empezar, más información. Trump aseguró este lunes que no tiene ningún problema en que el conjunto del informe Mueller se haga público, en una muestra de confianza. Ha cambiado el escenario para el magnate neoyorquino en su política internacional, pues ahora puede aproximarse a Vladímir Putin, con quien mantiene una extraña sintonía, sin la espada de Damocles blandiéndose sobre él.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Sobre la firma
Más información
Archivado En
- Robert S. Mueller
- Trama Rusa
- Donald Trump
- Casa Blanca
- Kremlin
- Incidentes elecciones
- Elecciones EE.UU. 2016
- Estados Unidos
- Moscú
- Elecciones EE.UU.
- Elecciones presidenciales
- Norteamérica
- Elecciones
- Casos judiciales
- Rusia
- Espionaje
- Gobierno
- Europa este
- América
- Europa
- Administración Estado
- Administración pública
- Política
- Justicia
- Redacción EEUU
- Edición América