Clinton, procesado por perjurio
El presidente norteamericano, el segundo en la historia de Estados Unidos sometido a "impeachment", asegura que no dimitirá. Su suerte pasa a manos del Senado, donde la mayoría cualificada no está clara. El nuevo líder republicano, Bob Livingston, renuncia al cargo tras confesar relaciones adúlteras
Bill Clinton entró ayer en los libros de historia. No en el papel de pacificador y modernizador de Estados Unidos y la humanidad con el que soñaba hace dos años, cuando comenzó su segundo mandato, sino como el único presidente norteamericano del siglo XX, y el segundo en la historia, en ser procesado para su destitución por la Cámara de Representantes. La decisión de procesar a Clinton por perjurio y obstrucción a la justicia, que convierte el caso Lewinsky en una bola de nieve cuyo fin es imposible de pronosticar, fue adoptada en un día que también entrará en la historia de Estados Unidos por su febril, tormentoso, surrealista clima político y bélico. Un día sin precedentes, en el que dimitió Bob Livingston, desde el mes pasado líder parlamentario republicano.
Livingston presentó su dimisión para predicar a Clinton con el ejemplo. El día anterior había confesado unas relaciones adúlteras en el pasado tras conocer que la revista pornográfica de Larry Flynt se aprestaba a contarlo. Pero Clinton adelantó que él no piensa arrojar la toalla, por lo que su suerte queda en manos del Senado, que deberá juzgarle el año próximo. También fue el día en que Clinton, que el miércoles se colocó el casco de comandante en jefe de las Fuerzas Armadas en lo que muchos en EE UU y el mundo interpretaron como una "cortina de humo" para retrasar su impeachment, ordenó una cuarta jornada consecutiva de bombardeo de Irak. Al no detener Zorro del Desierto, violó su promesa de no atacar un país musulmán durante el Ramadán. Hillary Clinton se trasladó a la colina del Capitolio de Washington para agradecer a la minoría demócrata su apoyo al presidente. Y, sobre todo, fue el día en que, en ambiente de agrio enfrentamiento partidista, la mayoría republicana de la Cámara convirtió el culebrón del caso Lewinsky en propuesta formal para la destitución de Clinton.
De nada le sirvió ayer a Bill Clinton rezar con su director espiritual, el pastor protestante Tony Campolo; porque, mientras lo hacía, la Cámara de Representantes, de mayoría republicana, votó a favor de su impeachment (destitución) en el Senado, y le acusaba de perjurio y obstrucción a la justicia. Clinton deberá someterse a un juicio político -que se celebrará a principios de año- en el que los senadores ejercerán de jueces y votarán a favor o en contra de la destitución. La decisión de la Cámara tuvo lugar después de que el republicano Robert Livingston anunciara que, tras descubrirse su adulterio, renuncia a la presidencia de la Cámara de Representantes y anima a Clinton a seguir su ejemplo y dimitir.
El Senado decidirá el destino de Clinton
Bob Livingston, líder de los republicanos, marca el camino al presidente al dimitir por adulterio
Viene de la primera página "William Jefferson Clinton, presidente de EE UU, es procesado por los serios crímenes y fechorías de perjurio y obstrucción a la justicia; un mensaje será enviado al Senado para que tome las acciones necesarias para celebrar su juicio", comienza la resolución aprobada en el Capitolio. Obtuvieron la suficiente mayoría simple dos de los cuatro artículos del impeachment presentados por el comité de Asuntos Judiciales: el de perjurio en su declaración por circuito cerrado de televisión ante el gran jurado de agosto, en la que Clinton volvió a negar que sus relaciones con Monica Lewinsky fueran de naturaleza sexual (228 sí, 206 no), y el de obstrucción a la justicia por intentar influir en el testimonio de Lewinksy y otras personas (221 sí, 212 no). Los otros dos cargos -el de perjurio en su declaración de enero ante los abogados de Paula Jones (205 sí, 229 no) y el de abuso de poder por zancadillear la investigación del fiscal Kenneth Starr (148 sí, 285 no)- fueron rechazados, porque un grupo suficiente de la mayoría republicana no los consideró bien fundamentados. La votación fue claramente partidista, con algunas excepciones. A favor de la acusación de perjurio ante el gran jurado, la más grave para Clinton, votaron 228 congresistas y en contra 206. Esa era exactamente la composición respectiva de la mayoría republicana y la minoría demócrata de la Cámara. Pero el resultado tan matemático se produjo porque 5 republicanos votaron en contra de ese artículo de impeachment y 5 demócratas a favor. Sólo una vez en la historia, en 1868, el Congreso de EE UU había llegado tan lejos en su pulso con un presidente. Procesado por la Cámara de Representantes, Andrew Johnson fue juzgado por el Senado y escapó a su destitución por un solo voto. Pero su presidencia quedó destruida y la historia sólo le recuerda por aquel episodio. Richard Nixon dimitió en 1974 antes de que el caso Watergate le colocara en la posición en la que ayer fue colocado Clinton. "Al despertar esta mañana quise llorar pero no vinieron las lágrimas", confesó ante el pleno extraordinario de la Cámara el demócrata John Lewis. El congresista afroamericano expresó así la profunda rabia y la profunda tristeza de la mayoría de sus correligionarios. Dirigidos por Richard Gephardt, los demócratas batallaron como leones para que fuera sometida a votación una moción de censura simbólica del presidente, alternativa al impeachemt. "Los republicanos van a poder votar el impeachment siguiendo el dictado de sus conciencias, pero nos niegan a los demócratas la posibilidad de votar la censura que nos dicta nuestra conciencia", dijo Gephardt. Los republicanos, ateniéndose a la letra de la Constitución, insistieron en que los padres fundadores de EE UU no previeron que el Congreso castigue con la censura al presidente, sino tan solo que lo procese, juzgue y, en su caso, destituya. Indignados, los demócratas abandonaron en masa el hemiciclo y el Capitolio. Bajo los aplausos o abucheos de manifestantes partidarios e enemigos del impeachment, protestaron vivamente por el bloqueo de la censura. Luego regresaron al hemiciclo para votar, con algunas excepciones, en contra del procesamiento del presidente. Fue un gesto dramático en una jornada cargado de ellos. Livingston marcó el tono cuando, al comenzar la sesión, anunció por sorpresa en el hemiciclo que dimitía como próximo líder republicano y presidente de la Cámara de Representantes, el tercer puesto en la jerarquía política de EE UU. "Quiero predicar con un ejemplo que deseo que siga el presidente", dijo. Livingston había sido acusado el día anterior de "hipócrita" por la congresista demócrata Maxime Waters, que se preguntó cómo un hombre que confesaba un pasado adúltero podía liderar a unos republicanos que se aprestaban a procesar a un presidente por un asunto que, en origen, es un adulterio. El viernes, Livingston afirmó que su caso no es comparable al de Clinton, porque él no tuvo una aventura con una subordinada en el lugar de trabajo y jamás mintió sobre juramento sobre nada. Pero ayer decidió que el mejor servicio que podía hacerle a su partido era privar de munición a la Casa Blanca.
Ejemplos
Lo consiguió. La furia para procesar a Clinton y los llamamientos a su dimisión se aceleraron. Con los ojos cargados de lágrimas, el republicano Tom Delay recordó que su partido ha dado dos ejemplos de retirada voluntaria: el de Newt Gingrich, que renunció al liderazgo tras el pinchazo en hueso de los suyos en las elecciones de noviembre, y el de su sucesor, Livingston. "Si Clinton fuera capaz de poner los intereses nacionales por encima de los suyos, debería hacer lo mismo y ahorrarle al país los meses de incertidumbre del juicio en el Senado", dijo. Henry Hyde, que presidió las audiencias del comité de Asuntos Judiciales, clavó un nuevo remache en el ataúd político de Clinton. "El adulterio, la infidelidad, es un asunto privado, en el que el Gobierno no tiene por qué inmiscuirse", dijo, "pero que el más alto cargo de la nación mienta bajo juramento es un asunto público, y de la mayor gravedad". Hyde también confesó hace unas semanas "una aventura juvenil", después de que la Casa Blanca, según los republicanos, filtrara la información a una revista de Internet.
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