Una frontera tan difícil de controlar como la ayuda
En los más de 5.000 kilómetros de línea divisoria de Venezuela, apenas hay una decena de puntos de acceso oficial
Como casi todas las fronteras en América Latina, los 2.300 kilómetros entre Colombia y Venezuela son una serpenteante y descontrolada línea divisoria que atraviesa zonas tan diversas como La Guajira, en el Caribe, o la selva amazónica, en el Sur. A lo largo de la frontera entre los dos países, existen siete puntos oficiales de acceso repartidos por regiones en las que se mezclan impresionantes reservas naturales, páramos donde solo pastan los chivos, ríos color chocolate y decenas de poblaciones acostumbradas a mover mercancías de uno a otro lado con la naturalidad con la que los pájaros sobrevuelan la garita oficial.
Ante la posibilidad de que entre la ayuda humanitaria enviada por la comunidad internacional, Venezuela ha anunciado que desplegará a miles de militares en los puntos de acceso legales: los puentes internacionales de Cúcuta —donde se concentra el grueso de la ayuda humanitaria y se espera la llegada de medio millón de personas—; el puente José Antonio Páez, en Arauca; el paso de Paraguachón, en La Guajira y los muelles de los ríos Inírida y Orinoco, en Vichada.
Sin embargo, la legalidad es solo una opción cuando hay un puesto fronterizo cada 600 kilómetros. La alternativa son los cientos de caminos irregulares, imposibles de contabilizar, que cruzan de un país a otro. Senderos, conocidos como "trochas", que los lugareños recorren desde antes de que existieran ambas naciones, hace menos de 200 años.
Por ahí pasan a diario miles de garrafas de gasolina venezolana —donde un café cuesta lo mismo que llenar el depósito— en dirección a Colombia, donde el litro no baja de los 0,68 euros en la capital. Un negocio que existe desde que, en los años sesenta, Venezuela descubrió que estaba asentada sobre las reservas más grandes de petróleo del mundo.
LA FRONTERA DE VENEZUELA
Esas mismas veredas sirvieron también para que, en la última década, además de gasolina, alimentos como el arroz, la leche o el azúcar subvencionados por el chavismo salieran del país en dirección a Colombia gracias a la corrupción de la Guardia Bolivariana, la engrasada red de contrabandistas de la frontera y un mercado —el colombiano— incapaz de resistirse a comprar en los mercadillos desde maquinillas de afeitar a papel higiénico con el sello revolucionario estampado en el empaquetado y a mitad de precio.
En los últimos meses, por muchos de esos caminos han transitado en su éxodo más de un millón de venezolanos que ya viven en Colombia, una cifra que Naciones Unidas estima que podría ascender al doble a final de año.
El mapa del descontrol se repite a lo largo de la frontera, por lo que introducir clandestinamente la ayuda humanitaria a Venezuela no requeriría de mayor complicación. Lo han hecho durante años los guerrilleros para huir del Ejército colombiano. Sin embargo, no habría foto para la historia.
Durante el fin de semana todas las miradas estarán puestas en la ciudad colombiana de Cúcuta y en Roraima, al norte de Brasil, con quien Venezuela comparte 2.200 kilómetros de frontera, limitados principalmente por los ríos Orinoco y Amazonas. Aunque el presidente venezolano Nicolás Maduro ordenó este jueves el cierre de la frontera con Brasil, en Roraima, los indígenas del Amazonas se han mostrado dispuestos a colaborar con la causa que encabeza Juan Guaidó y facilitar que la ayuda humanitaria llegue a Venezuela.
Colombia y Brasil al frente
Venezuela limita al Este también con Guiana, a lo largo de una frontera en disputa de casi 1.000 kilómetros, sin embargo, las ciudades fronterizas de Colombia y Brasil son las que más se han volcado en apoyar la llegada de ayuda internacional. Son también las que más han sentido la masiva llegada de venezolanos, que acaban durmiendo a la intemperie o pidiendo limosna en las calles.
A pesar del distinto contexto político, la naturalidad de la frontera es que separa realidades demasiado parecidas. En el último Índice de Desarrollo Humano, Venezuela ocupa el lugar 78 en una lista de 189 países, por encima de sus vecinos Colombia y Brasil que ocupan el lugar 79 y 90 respectivamente. En el listado, avalado por Naciones Unidas, que combina datos de salud, educación o renta per cápita, Venezuela ha caído 16 puestos en contraste con Colombia que ha ido subiendo progresivamente en la última década.
El contraste se hace más evidente en la frontera marítima. El temor a que un barco que zarpó el miércoles de Puerto Rico cargado de víveres y medicinas pueda arribar a algún puerto venezolano ha puesto en alerta al Gobierno de Maduro que ampliará el despliegue militar en otra de sus fronteras, la que comparte con la isla de Curaçao, territorio autónomo asociado a los Países Bajos, habitada por miles de holandeses de la tercera edad.
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