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Columna
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Más sombras que luces

El mundo espera un desenlace en Venezuela tras casi 20 días con dos presidentes

Diana Calderón
Juan Guaidó, durante un encuentro con universitarios en Caracas.
Juan Guaidó, durante un encuentro con universitarios en Caracas. A. Cubillos (AP)

Pasan las horas y el mundo espera un desenlace en Venezuela, luego de casi 20 días con dos presidentes. Hay mayoría en Occidente en torno al reconocimiento del presidente de la Asamblea Nacional, Juan Guaidó, como mandatario interino para conducir a una transición. Solo Rusia, China, Cuba, Bolivia se apartan, junto a algunos de los que tienen una pretensión mediadora. Y sin embargo un número no menor de ciudadanos apoya a Nicolás Maduro, especialmente con el respaldo de los militares que han engrosado los bolsillos durante su régimen y, con el arma al cinto, preocupa que no accedan a los beneficios ofrecidos para abandonar a su suerte al sucesor de Hugo Chávez.

Los militares son hoy en Venezuela dueños de los cargos, dueños del esquema de empresas en la zona económica especial y dueños de los ilícitos, especialmente. Son los encargados de la represión y sin embargo se constituyen en esperanza para muchos.

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Los escenarios no parecen estar claros ni adentro ni afuera. Ni siquiera en el exterior hay consenso sobre los caminos para solucionar la bicefalia en Venezuela. La ayuda humanitaria se ha convertido en un pulso que muestra la cara más clara de la realidad política venezolana. Mientras Guaidó pide que dejen entrar la ayuda para abastecer a la población y, obviamente, para medir qué tan cohesionada está la unidad de mando de esos más de 200 generales, Maduro ha demostrado nuevamente que, por más presión internacional, él sigue controlando todos los poderes en Venezuela.

Ha bloqueado la entrada de la ayuda humanitaria con camiones y tanques mientras las medicinas y alimentos quedan guardados en una tienda de acopio establecida en el puente Internacional de Tienditas, en la frontera colombo –venezolana en la zona de Cúcuta. Maduro recurre al discurso de la no intervención, para seguir defendiendo su permanencia en el poder. Sabe que le funciona. No en vano han pasado 20 años de la revolución bolivariana sostenida, como ya se ha dicho, por la acumulación del dinero y el poder en manos de los militares y con una oposición con tendencia a la atomización a pesar de sus presos políticos.

Es perverso, pero la ayuda humanitaria es hoy una herramienta de medición de poder entre Guaidó y la comunidad internacional y Maduro, que juega con el tiempo a su favor. Bien lo planteaba hace unos días la académica Sandra Borda: “La profundización de la crisis humanitaria puede poner a la sociedad no en contra del régimen, sino de aquellos que imponen las sanciones”.

Entre los escenarios posibles, el más deseable, el del diálogo, parecería el menos probable. Uruguay y México con el apoyo de Unión Europea entienden que la única forma de evitar una guerra interna entre colectivos armados y otras milicias y encontrar la fórmula de una transición es buscando una salida a Maduro. Sin embargo, el llamado Grupo de Contacto no tiene credibilidad para la oposición venezolana, pues esta no acepta ningún diálogo con Maduro en la medida en que no cree en el cumplimiento que éste le daría a posibles acuerdos como los que plantea el mecanismo de Montevideo.

El posible escenario de una mediación papal, pedida por Maduro, ha sido también vista como una jugada de manejo de tiempos, pero si a esa se le suma que los militares acepten la posibilidad de amnistía ofrecida por Guaidó y que en la estrategia geopolítica se involucre a Cuba, aceptando la oposición un gobierno de transición y luego el llamado a elecciones, estaríamos llegando una alternativa por lo más promisoria.

De no lograrse una salida pronta, el escenario de los que irresponsablemente apuestan a la intervención militar vía Trump por la frontera colombiana, deberían revisar la historia y las consecuencias de cualquier intervención en América Latina, para no irnos hasta Irak. Muy grave que el propio Guaidó diga que no descarta autorizar que Estados Unidos intervenga, de ser necesario. Peor que funcionarios del presidente Iván Duque sean ambiguos frente al tema. La reunión Iván Duque – Donald Trump el próximo miércoles 13 de febrero en Washington debe dejar al menos claros cuáles son los planteamientos pues en un escenario de guerra el mayor afectado es Colombia y la recuperación de Venezuela, un imposible.

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