Marchemos con ellos
Los estudiantes de educación superior se toman las calles en una protesta que parece no va a terminar
Mientras los políticos en el Parlamento discuten sobre los proyectos de sus intereses presentados con fachada de intereses superiores por la democracia, los estudiantes de educación superior se toman las calles en una protesta que parece no va a terminar, en buena hora y como siempre, para reivindicar lo único que importa, la educación, los derechos, las libertades, el conocimiento.
Si algo importante ha pasado después de la firma de la paz le guste a quien le guste, es que la educación nos importe a todos y nos una en una sola marcha. Los estudiantes de hoy, los llamados a ser los líderes del futuro, han logrado poner en la agenda de la nación la obligación de construir una verdadera política pública que se ponga al día con el histórico atraso en inversiones y reformas al modelo educativo.
Marchemos con ellos para que se solucione el déficit de recursos, para que las universidades tengan capacidad para aumentar sus cupos, resolver los problemas de infraestructura y tengan garantizada la inversión en investigación. 32 universidades públicas forman hoy en pregrado a más de 600.000 estudiantes que piden que se les garanticen 3.2 billones de pesos (1.000 millones de dólares) para no cerrar y 15 billones (5.000 millones de dólares) para no caerse.
Colombia y los países del mundo en donde el porcentaje del PIB para educación no llega al 7 por ciento deben entender que el acceso al conocimiento es la única forma de movilidad social, de menos enfermedades, de sociedades pacíficas, de ciudadanos incapaces de elegir a los Bolsonaros de Brasil, por ejemplo. Estonia lo hizo, su apuesta fue definitiva y hoy es referente en el mundo.
La universidad pública en Colombia sufre varios males que requieren atención inmediata. No por otras razones se entiende que los docentes de los centros privados, los rectores, y ahora los colegios públicos también se unan por mayores recursos en momentos en que se acaba de aprobar el presupuesto para 2019.
No comparto la disyuntiva que se plantea cuando se pide disminuir recursos a programas que premian el mérito como Ser Pilo Paga, para garantizar los que necesitan las universidades públicas. La apuesta por una sociedad del conocimiento debe garantizar los recursos en todas las canastas, privilegiando los sectores de menores accesos, el estrato socioeconómico 1, donde, según cifras del educador Julián de Zubiría, solo el 40 por ciento de los jóvenes termina la educación media y de esos nada más el 10 por ciento logra entrar a una universidad.
Adicional crece el número de estudiantes en proporción a la disminución del presupuesto y aunque ha resultado valioso involucrar a los entes educativos en la generación de sus propios recursos, se requiere más, mucho más.
De estas marchas han surgido voces con propuestas que requieren ser tenidas en cuenta, como la de explorar crear los grados 12° y 13° en la educación media, o incrementar el Programa Especial de Admisiones y Movilidad Académica de la Universidad Nacional o el modelo de los Community Colleges de Estados Unidos, que propone Natalia Arias. No podría estar más de acuerdo en que se requiere preparar mejor a un grupo poblacional que recibe educación media de poca calidad y aspira a entrar a la educación superior sin suficiente preparación, y de pensamiento crítico, ni hablar.
Está también el modelo chileno para la investigación, que garantiza la financiación de proyectos científicos y el pago al profesorado por resultados y publicaciones adicionales.
Articular educación con las nuevas realidades de la llamada cuarta revolución industrial, la del gobierno de los datos, la del emprendimiento y la competencia con robots, tiene que ser una prioridad del actual gobierno. Estas marchas no pueden terminar en lograr la promesa de buscar un billón de pesos por vía de las regalías. Además de los recursos, es menester revisar los curriculum de las universidades de la periferia.
En buena hora, la actual ministra de Educación creció en un colegio público. Deseable que tuviéramos más y más funcionarios egresados de universidades oficiales y no siempre de las de élite. Y que quienes marchan también comprendan que se habrá ganado con una solución de mediano plazo con unas fases de implementación que por más graduales sean definitivas, y unos recursos garantizados desde ya.
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