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Líbano logra formar un Gobierno de unidad tras casi nueve meses de negociaciones

Los partidos políticos pactan un frágil Ejecutivo que deberá hacer frente a la grave crisis económica

Natalia Sancha
El presidente libanés, Michel Aoun (izquieda), y el primer ministro Saad Hariri, este jueves en Beirut.
El presidente libanés, Michel Aoun (izquieda), y el primer ministro Saad Hariri, este jueves en Beirut.DALATI NOHRA (EFE)

Cerca de nueve meses han durado las negociaciones para crear el nuevo Gobierno en Líbano, anunciado por el primer ministro, Saad Hariri, en la tarde de este jueves. El Ejecutivo tendrá 30 ministros. Antes siquiera de terminar su intervención en el palacio presidencial de Baabda, el estruendo de fuegos artificiales y de disparos al aire ya ensordecía Beirut. Apostando por un Gobierno de unidad, los diferentes líderes políticos han recurrido durante los últimos meses a toda suerte de trueques de carteras para solventar los escollos y formar un Ejecutivo a golpe de concesiones mutuas. Entre los nuevos ministros hay cuatro mujeres, una de ellas, Raya Al Hassan, al frente de Interior. Es la primera vez que una mujer ocupa esa cartera en Líbano.

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Hariri ha señalado que el Ejecutivo "trabajará en servicio del país" para hacer frente a los "desafíos sociales y económicos", al tiempo que ha llamado a “la cooperación entre los diferentes partidos”. La recuperación económica, junto a la situación de los refugiados sirios, encabeza la agenda del nuevo Gobierno, pendiente de crearse desde el pasado mes de mayo al concluir los comicios parlamentarios, los primeros que celebrara el país en casi una década. La coalición de la chií Hezbolá y del cristiano Movimiento Patriótico Libre, que lidera el presidente Michel Aoun, salió reforzada de las urnas como bloque mayoritario. En el bloque opositor, el partido El Futuro de Hariri recibió un duro golpe al perder 12 de los 33 escaños que tenía en 2009, evidenciando la creciente fragmentación del campo suní. No obstante, sus aliados cristianos de las Fuerzas Libanesas (FL), lideradas por Samir Geagea, lograron duplicar el número de diputados y compensar esa pérdida de fuerzas.

El corsé confesional dicta la vida política en Líbano y exige un reparto del poder salomónico entre cristianos y musulmanes (suníes y chiíes). Dentro de las cuotas acordadas a cada religión, los puestos ministeriales han de ser distribuidos acorde a la representación demográfica de cada una de las 18 confesiones del país. Una premisa que ha sembrado numerosas disputas intraconfesionales, en esta ocasión con los partidos drusos como primer obstáculo en la formación del Gabinete. Luego estalló una pelea interconfesional entre El Futuro de Hariri y Hezbolá sobre la concesión de un escaño a la oposición suní, y finalmente, la pelea por el reparto de carteras. Hariri llegó incluso a barajar la creación de un Ejecutivo con 32 ministros, para un país con una población de 4,5 millones de habitantes.

En el reparto final, Hezbolá suma dos carteras con Salud y Deporte y Juventud, y uno de sus diputados a cargo del Ministerio de Estado para Asuntos Parlamentarios. Por su parte, Aoun se ha hecho con dos puestos clave, Defensa y Exteriores. En el bloque opuesto, Hariri nombra a los ministros de Interior y de Telecomunicaciones, mientras que su aliado de las Fuerzas Libanesas ha cedido el Ministerio de Cultura para ocupar los de Trabajo y de Asuntos Sociales.

Ayudas económicas paralizadas por la crisis política

Según los expertos, las presiones externas ante la apremiante necesidad de encauzar una economía al borde de la bancarrota han propiciado el desbloqueo político. La formación del Gobierno es requisito previo para el desembolso de los más de 8.700 millones de euros en inversiones prometidos durante la Conferencia de Cedre -350 por parte del Banco Mundial- que se celebró el pasado mes de abril en París para apoyar el desarrollo de Líbano.

Si bien Hariri se ha comprometido a liderar un Gobierno de unidad, la fragmentación entre partidos y el actual reparto de poderes sigue contrariando a aliados como EE UU, la UE, Arabia Saudí, Gran Bretaña y Francia, que ya han amenazado anteriormente con paralizar toda ayuda a las Fuerzas Armadas Libanesas mientras el partido milicia chií Hezbolá “gobierne”. EE UU tiene a Hezbolá en la lista de grupos terroristas, mientras que la UE hace lo propio con su brazo armado.

Parálisis política

A finales de 2017, Hariri se vio obligado a dimitir desde Riad de forma inesperada durante un controvertido viaje en el que fue temporalmente retenido. El príncipe heredero, Mohamed bin Salmán, reprochó a su aliado la “permisividad frente a Hezbolá”. Fue la intervención del mandatario francés, Emmanuel Macron, la que permitió el retorno del primer ministro a Beirut. En 2016, otra parálisis política se zanjó en clave regional cuando un acuerdo sellado por los padrinos de Hariri y de Hezbolá, la suní Riad y la chií Teherán, respectivamente, puso fin a dos años de vacío presidencial por falta de quorum.

La situación regional, con la vecina Siria como epicentro, ha paralizado la vida política, legislativa y económica del país. Líbano ha tenido que hacer frente a la llegada de 1,5 millones de refugiados sirios y al vertiginoso deterioro económico con la caída de los ingresos derivados del turismo y de las remesas hasta acumular una deuda exterior del 150% del PIB. La baja participación del 49,2% del electorado en los últimos comicios puso de manifiesto el escepticismo de unos ciudadanos que hoy protestan contra las subidas de los impuestos y la corrupción crónica, que achacan a la casta política del país.

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