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Mauricio Macri y Jair Bolsonaro inauguran por Twitter una relación difícil

El presidente argentino no viaja a la ceremonia de asunción en Brasilia porque está de vacaciones

Federico Rivas Molina
El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, y la primera dama, Michelle Bolsonaro, junto al canciller argentino, Jorge Faurie, el martes en Brasilia.
El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, y la primera dama, Michelle Bolsonaro, junto al canciller argentino, Jorge Faurie, el martes en Brasilia.Telam
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La relación arrancó fría, con un breve intercambio de mensajes a través de las redes sociales. El presidente argentino, Mauricio Macri, le deseo en Twitter sus “mejores deseos” a Jair Bolsonaro “en el día que asume como presidente de Brasil, país amigo y hermano”. El brasileño le respondió por la misma vía: “Sin duda Brasil y Argentina van a caminar juntos en direcciones diferentes a las pasadas por los últimos gobiernos. ¡Un gran abrazo!”. De vacaciones en un apacible pueblo de montaña en la Patagonia, Macri envió a la ceremonia en Brasilia a su canciller, Jorge Faurie, y dejó para una visita de Estado prevista para el 16 de enero su primer cara a cara con el líder conservador. Brasil y Argentina son las dos principales economías de Sudamérica, además de socias en el Mercosur, el bloque que también integran Uruguay y Brasil. El desplante de Macri ha sido sólo el primer acto de una relación bilateral que estará cargada de tensiones.

La llegada de Macri al poder en diciembre de 2015 inició el giro hacia la derecha política en Sudamérica. Bolsonaro puede leerse como la consumación de ese proceso, pero Argentina no está tan cómoda como podría suponerse. Sucede que la cosa no arrancó bien. Hace dos meses, el equipo del presidente electo confirmó que el primer viaje al exterior del exmilitar no sería a Buenos Aires, como es tradición entre los dos vecinos más grandes, sino a Santiago de Chile. Se trató de todo un gesto: el nuevo ministro de Economía brasileño, Paulo Guedes, es un admirador del modelo chileno, forjado durante los últimos años de la dictadura de Augusto Pinochet por figuras que, como él, se formaron en la Universidad de Chicago, cuna del liberalismo más duro.

Guedes ya dejó entonces bien claro que el Mercosur no será la prioridad de Brasilia y que su inspiración será chilena y no argentina. “Chile para nosotros es un ejemplo de país que estableció elementos macroeconómicos muy sólidos, que le permitieron ser un país completamente diferente de toda Latinoamérica”, dijo, antes de cargar contra el bloque regional que une a Brasil con sus vecinos. “El Mercosur es muy restrictivo. Brasil quedó prisionero de alianzas ideológicas. Y eso es malo para la economía”, agregó.

En Brasil no son nuevos los debates alrededor del carácter restrictivo de la alianza comercial, que impide a los socios cerrar acuerdos con terceros países. La derecha brasileña, además, considera que el bloque fue absorbido por las alianzas políticas que caracterizaron a la región durante la última década, con un eje que pasaba por Hugo Chávez en Venezuela, Néstor y Cristina Kirchner en Argentina y Lula da Silva en Brasil. Ese eje ya no existe y Macri está lo más lejos que se pueda imaginar de él, pero Bolsonaro advirtió que habrá nuevas reglas del juego.

La agenda se definirá cuando Macri viaje a Brasilia junto a sus ministros para dar inicio oficial a las relaciones con el nuevo Gobierno. Desde la década de los noventa que Argentina y Brasil no coinciden en su alineamiento hacia la derecha. Macri y Bolsonaro defienden principios comunes en materia económica y coinciden en sus ataques a lo que consideran el populismo de izquierda. Pero la diatriba xenófoba y ultra religiosa de Bolsonaro y su política contra la defensa del cambio climático no cae bien en Argentina. Tras la asunción del nuevo presidente, el canciller Faurie no quiso opinar sobre las declaraciones del brasileño contra “la ideología de género”. “Vamos a aguardar a las medidas concretas”, dijo el argentino, “los brasileños votaron a Bolsonaro por su propuesta de lucha contra la corrupción y eso se reflejó claro en su asunción”.

El nudo de la cuestión está en la decisión de Bolsonaro de acercarse a Estados Unidos, en detrimento de las relaciones comerciales con China y la Unión Europea. Macri tiene una excelente relación personal con Donald Trump y su discurso está lejos de ser antiestadounidense. Pero es también el principal impulsor de un demorado tratado de libre comercio del Mercosur con Europa que estuvo a punto de cerrarse el año pasado y hoy se encuentra, otra vez, empantanado. El nuevo Gobierno de Brasil ha advertido ahora que revisará todo lo negociado por el presidente saliente, Michel Temer.

Bolsonaro también pretende reducir la presencia china en la región, en línea con los deseos de Washington y a contramano de Buenos Aires, que encontró en el régimen comunista a un inversor de peso. Durante la última cumbre de líderes del G20, realizada a finales de noviembre en Argentina, Macri y su par Xi Jinping firmaron 30 acuerdos de cooperación e inversión. China es hoy el segundo mayor socio comercial de Argentina por detrás, justamente, de Brasil.

Otro punto de roce es la cuestión venezolana. Macri lidera la campaña regional contra el gobierno de Nicolás Maduro, al que propone aislar todo lo posible. Pudo ponerse al frente porque en Brasil había un gobierno de transición, el de Temer, sin músculo internacional. Pero ahora deberá lidiar contra las posiciones más duras de Bolsonaro, defensor de llegar a las armas con Caracas si eso es necesario para terminar con Maduro. Es de esperar que 2019 sea el escenario de ásperas batallas diplomáticas.

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Sobre la firma

Federico Rivas Molina
Es corresponsal de EL PAÍS en Argentina desde 2016. Fue editor de la edición América. Es licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de Buenos Aires y máster en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona.

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