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Michael Cohen, de protector a delator de Trump

El abogado neoyorquino estuvo durante una década al servicio del magnate, al que acusa de haberle ordenado quebrantar la ley

Michael Cohen, exabogado de Donald Trump, el pasado 7 de diciembre en Nueva York. En vídeo, las claves del caso Cohen.Vídeo: RICHARD DREW (AP) / REUTERS-QUALITY

A Michael Cohen le encantaba compararse con Ray Donovan. Pero mientras el personaje de ficción interpretado por el actor Liev Schreiber se dedica en la serie televisiva a resolver los problemas de los ricos y poderosos de Hollywood, el abogado neoyorquino presumía de limpiar los trapos sucios de Donald Trump. Decía incluso que estaba dispuesto a recibir un disparo si era necesario para poder proteger a su cliente. De ahí pasó a acusar al presidente de haberle forzado a hacer cosas ilegales.

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Este miércoles fue condenado a tres años de cárcel por evasión fiscal, por mentir al Congreso y por pagos ilícitos durante la campaña electoral de 2016 a dos mujeres para callar supuestas aventuras extramatrimoniales de Trump en 2006 y 2007. Cohen, quien se presentaba como un fixer, un solucionador, no llegó a utilizar los puños ni un bate de béisbol para intimidar a sus enemigos. Lo hacía con amenazas de demandar a cualquiera que retara al magnate. Esa estrategia de intimidación le llevó a pagar 130.000 dólares a la actriz porno Stormy Daniels y 150.000 a la exmodelo de Playboy Karen McDougal para comprar su silencio. Pero a diferencia de Ray, el abogado dejó un reguero de pistas a su paso y esos desembolsos acabaron colocándole a él y al actual presidente de Estados Unidos en el centro de una investigación judicial.

Trump acudió a primera hora de la mañana de este jueves a su cuenta de Twitter para defenderse. Negó haberle ordenado hacer algo ilícito. "Era un abogado y se supone que debía conocer la ley", afirmó el presidente. "Cohen fue encontrado culpable de varios cargos sin relación conmigo". El abogado aseguró ante el juez William Pauley que su admiración hacia el empresario le había corrompido. El mandatario insiste en que los cargos que se le imputaron no están relacionados con él y que el abogado los aceptó para avergonzarle y conseguir una sentencia de prisión reducida.

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El magnate contrató a Cohen hace algo más de una década. Ambos definían la extraordinaria relación que había entre ellos con una palabra: lealtad. Pero todo se vino abajo cuando agentes del FBI registraron el pasado 9 de abril las oficinas del letrado, su residencia y una habitación de hotel en busca de pruebas que le delataran en las pesquisas por la injerencia electoral rusa en EE UU. Los investigadores querían saber hasta dónde llevó esa lealtad hacia su jefe para ayudarle a llegar a la Casa Blanca.

Cohen, de 52 años, se crio en Long Island. Tuvo aspiraciones políticas. Intentó ser concejal en Nueva York y senador en el Estado. Dice que habla un ruso rudimentario por su esposa, Laura, de ascendencia ucrania. Empezó a amasar su fortuna en el negocio del taxi junto a su suegro, mucho antes de que Uber y Lyft fueran una idea revolucionaria. Su primera propiedad en un rascacielos de Trump la compró en 2001. Cinco años después era vicepresidente de la Trump Organization.

Aunque se consideraba demócrata, fue uno de los primeros que apoyó las ambiciones presidenciales de su cliente en la campaña de 2012. Entonces dijo que estaba cansado de las promesas mundanas que hacían los políticos tradicionales. Pero aquel intento no fue a ninguna parte. Después participó en todas las reuniones en las que se preparó la estrategia para lanzar la carrera del magnate a las elecciones de 2016. Ya en la Casa Blanca, el presidente le dejó fuera de su Gabinete.

Facilitador

Es posible que nunca se sepa cuánto pagó el magnate a Cohen por sus servicios. Lo que sí se sabe es que fue el nexo en varios acuerdos que la Trump Organization trató de cerrar en distintos países o que formó parte de las discusiones para que Rusia y Ucrania llegaran a un acuerdo de paz que permitiera levantar las sanciones contra Moscú por la crisis de Crimea.

Michael Cohen llegó a estar al nivel de los hijos del presidente en la organización familiar, por lo que conoce todos los entresijos del negocio. Pero el abogado juega siempre a dos bandas. Anticipando la llegada de su jefe a la Casa Blanca, estableció dos semanas antes de las elecciones una consultoría para explotar su relación directa con el inquilino de la Casa Blanca y guiar a las empresas hacia el hombre más poderoso del planeta, a cambio de una suculenta comisión.

La lealtad de Cohen empezó a tambalearse con la investigación del FBI y, conforme fue creciendo la presión durante el verano, el abogado empezó a mostrarse más abierto a cooperar con las autoridades para evitar la prisión. Su familia pasó a ser prioritaria a medida que se aclaraba el precio que tendría que pagar por todas las cosas que hizo por el presidente. Porque tampocoTrump es leal a nadie, tiene favoritos.

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