El ‘Aquarius’ abandona el rescate de migrantes tras una dura campaña de hostigamiento institucional
El buque de las ONG lleva dos meses amarrado en Marsella tras perder la bandera por la presión de Italia
El Aquarius, el barco humanitario que salvó de morir ahogadas a 30.000 personas que intentaban llegar en patera a Europa, incluidas la marroquí Miral, la camerunesa Jessica o el sudanés Mohamed, no volverá a zarpar. Médicos Sin Fronteras y SOS Méditerranée, las ONG que se aliaron para fletarlo en 2016, han anunciado oficialmente este viernes el fin de la misión. Un final forzado. El Gobierno italiano, con su política de impedir que los migrantes náufragos desembarquen en su territorio, ha ganado la batalla. Ambas ONG sostienen que su decisión “es el resultado de una campaña encabezada por el Gobierno italiano y respaldada por otros Estados europeos, para deslegitimar, desacreditar y obstaculizar” su misión, lo que “socava el derecho internacional”.
El Aquarius lleva dos meses amarrado en Marsella después de que Gibraltar y Panamá le retiraran la bandera este verano y que un juez italiano abriera una investigación contra ellos por la gestión de las basuras a bordo, acusaciones que ambas ONG rechazan de plano. El Aquarius es, junto al Open Arms, el más activo y simbólico de los barcos que, contra viento y marea, han mantenido su misión de rescatar migrantes en el mar. Una misión en la que llegó a haber hasta una docena de buques, pero una sostenida campaña de hostigamiento político y burocrático ha ido minándola.
Pese a las acusaciones y a la confiscación de algunos barcos, ningún tripulante ni ONG ha sido condenado en las investigaciones abiertas. Su ausencia implica menos rescates y menos testigos.
Este año han entrado irregularmente en la UE 113.000 personas, más de la mitad por España, según el recuento de Acnur. Pese a que la cifra supone un notable descenso, el auge de los partidos ultras gracias al discurso antinmigrantes (el último Vox, en Andalucía) ha llevado a la UE a emprender una política disuasoria y ha convertido las aguas internacionales entre Libia, Malta e Italia en escenario de un pulso formidable entre las ONG cuya prioridad es salvar migrantes náufragos y los Gobiernos europeos.
En lo que va de año, 2.133 migrantes se han ahogado en el Mediterráneo mientras cada vez es más frecuente que los que logran sobrevivir cuenten que otros barcos han seguido ruta sin rescatarles aunque la ley del mar es clara: todo capitán está obligado a rescatar a un náufrago.
En junio 629 migrantes que el Aquarius acababa de rescatar (incluidos Miral, Jessica y Mohamed) fueron los primeros damnificados por el cierre de los puertos decretado por el ministro del Interior italiano, Matteo Salvini, nada más asumir el cargo. España decidió acoger al grupo por razones humanitarias.
Pero mes a mes incluso los Gobiernos más abiertos a acoger a los migrantes náufragos han endurecido sus políticas. Los intentos de España y Francia por pactar un sistema estable para repartir entre países a los rescatados –una demanda reiterada de la ONU y las ONG– ha fracasado. Desde que el Aquarius quedó en un limbo en junio, se han sucedido crisis similares. Resolver cada una ha requerido un notable esfuerzo político y diplomático.
La última, la semana pasada, cuando un pesquero español salvó a 12 migrantes y durante diez días esperó en altamar a que alguien los acogiese, aunque la ley del mar establece que deben ser llevados al puerto seguro más cercano. Fueron desembarcados en Malta para ser trasladados después a España.
La presión institucional sobre las ONG de rescate ha ido aumentando gradualmente a medida que la UE reforzaba a la guardia costera de Libia y delegaba en ella pese a que el país no es, según la ONU, un país seguro. En lo que va de año, unos 14.000 migrantes en ruta a Europa han sido interceptados por los libios y sistemáticamente encarcelados en centros de detención en condiciones lamentables.
La renuncia al barco Aquarius, de 77 metros de eslora, con una tripulación de una docena de rescatadores, una decena de sanitarios y otra de marineros, no implica la renuncia a emprender nuevos rescates. SOS Méditerranée, fundada por un capitán mercante al que en su juventud impresionó la crisis de los boat people (los vietnamitas a los que nadie quería en los setenta), pretende volver a rescatar en cuanto pueda. La ONG “sigue plenamente comprometida a ayudar a salvar vidas y se prepara para retomar las actividades de rastreo y rescate a principios de 2019”, ha recalcado en una nota. SOS busca un armador y una bandera que le permitan fletar un nuevo buque y regresar a aguas internacionales frente a Libia.
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