Defender los derechos humanos en tiempos de Trump, Duterte y, ahora, Bolsonaro
Activistas denuncian en París una mayor criminalización de sus tareas cuando se cumplen 20 años de la declaración de la ONU sobre su protección
Era imposible hablar este lunes de derechos humanos sin evocar la victoria de Jair Bolsonaro en Brasil. Mucho menos si se hacía en el Espacio Niemeyer, la elegante sede del Partido Comunista en París que diseñó el arquitecto brasileño (1907-2012) y militante comunista en los años 60 del siglo pasado, en tiempos de la dictadura militar brasileña que tanto ha alabado el nuevo presidente del gigante sudamericano. Bajo la blanca cúpula que esconde un elegante complejo de salas de reuniones subterráneas se reunirán hasta este miércoles más de 150 activistas de los derechos humanos que, 20 años después de la declaración de Naciones Unidas sobre los defensores de derechos humanos, discuten cuál es el camino a seguir para las próximas dos décadas. Un camino que, a la luz del auge de figuras autoritarias en todas partes del mundo, desde Filipinas a Turquía o Estados Unidos y, ahora, también en Brasil, se avecina tortuoso.
El panorama, aun antes de la victoria de Bolsonaro, ya pintaba sombrío. Según un comunicado de las organizaciones que están detrás del evento, desde Amnistía Internacional a la Federación Internacional de Ligas de los Derechos Humanos (FIDH), en 2017 fueron asesinados al menos 312 defensores de derechos humanos. Es decir, “dos veces más que en 2015”. Además, “en casi todos los casos, los responsables actuaron en total impunidad”.
“Y sabemos que las cifras para 2018 van a ser aún peores”, advirtió el director ejecutivo de la ONG Front Line Defenders, Andrew Anderson, al abrir los tres días de reuniones. “En los países donde son asesinados en mayor número —México, Colombia, Brasil, Filipinas, Guatemala u Honduras— vemos que las cifras de víctimas ya son más altas que el año pasado. Las amenazas a las que hacen frente estos valientes defensores de derechos humanos son terribles”, lamentó.
Bien lo sabe Gustavo Castro. El líder de la organización mexicana Otros Mundos Chiapas fue el único testigo —y superviviente— del asesinato de la ecologista hondureña Berta Cáceres en 2016, uno de los crímenes de activistas que más convulsionaron a América Latina en los últimos años. No se siente optimista, y mucho menos tras la victoria de Bolsonaro, que califica como una “malísima noticia”.
“Si hemos llegado a este punto es porque hay un signo muy alarmante”, explicó en un receso durante la cumbre. “Las violaciones a los derechos humanos son cada vez mayores, cada vez más graves, y gobiernos como el de Bolsonaro son un antecedente terrible para América Latina que nos parece va a suscitar nuevos enfrentamientos y criminalización (de activistas) no solo en Brasil, sino en toda la región”, advirtió.
“La elección de Brasil es un pésimo signo para América Latina, porque la democracia más grande del continente ha caído en manos de un discurso antidemocrático, antiderechos humanos”, coincidió la guatemalteca Claudia Samayoa, fundadora de la Unidad de Protección de Defensores y Defensoras de Derechos Humanos de Guatemala (UDEFEGUA). “¿Quién le va a decir ahora a Daniel Ortega que deje de matar? ¿Cómo vamos a detener el flujo migratorio y la represión xenófoba si tenemos un discurso validado por las urnas como el de Bolsonaro?", se preguntó.
Sin mencionarlo de manera explícita, otra mujer que sabe lo que es sufrir torturas en una dictadura, la expresidenta chilena Michelle Bachelet, lamentó al inaugurar el foro parisino la elección "por mayoría" de políticos con discursos "homófobos, misóginos" y que sostienen que "la tortura está bien para conseguir la información que necesitas".
"Tenemos que trabajar con las sociedades para que no teman lo diferente", sostuvo la actual Alta Comisionada de Derechos Humanos de la ONU.
Hace 20 años, ningún gobierno osó oponerse a la aprobación en la Asamblea General de Naciones Unidas de la Declaración sobre defensores de derechos humanos. Anderson no tiene nada claro que, de repetirse el voto hoy, sería igual de unánime. “Estamos viendo un esfuerzo concertado de parte de una serie de gobiernos para hacer retroceder la idea de los defensores de derechos humanos, y para desafiar la idea de que estos deberían gozar de protección internacional”, denuncia. Por eso, y ante la reunión especial que se celebrará en la ONU en diciembre sobre los defensores de derechos humanos, desde la cumbre de París, donde también se reunieron por primera vez las organizaciones hace dos años, han lanzado un llamamiento ciudadano para exigir a los gobiernos que “cesen los ataques, las estrategias de difamación y de estigmatización” de los defensores de derechos humanos y que “los protejan realmente”.
Pese al panorama sombrío, Anderson dice que no hay que tirar la toalla. “Los derechos humanos siempre han sido una lucha”, recuerda. “Siempre tendremos autócratas y corruptos que intentarán hacer retroceder los derechos humanos, así que tenemos que buscar siempre cómo movilizar y defender” a la sociedad. La “buena noticia”, subraya, es que “el movimiento de derechos humanos nunca ha sido más fuerte. Hay más defensores haciendo más cosas buenas en más países del mundo que nunca antes”. Y las generaciones más jóvenes son también, en general, “más tolerantes”. Ahí está la reciente descriminalización de la homosexualidad en la India, apunta. Con todo, advierte, no hay que olvidar que la defensa de los derechos humanos “es una lucha” constante. “Y tenemos que ganarla”.
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