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Keita logra la reelección en Malí

Un 67,17% de los votantes apoyan al presidente, en unos comicios marcados por la elevada abstención

José Naranjo
Ibrahim Boubacar Keita, presidente de Malí y vencedor en las elecciones, deposita su voto en primera vuelta, el pasado 29 de julio.
Ibrahim Boubacar Keita, presidente de Malí y vencedor en las elecciones, deposita su voto en primera vuelta, el pasado 29 de julio.Luc Gnago (REUTERS)

Con un 67,17% de los votos, Ibrahim Boubacar Keita (IBK) ha sido reelegido presidente de Malí para un nuevo mandato de cinco años tras imponerse en la segunda vuelta de los comicios presidenciales a su rival y jefe de filas de la oposición, Soumaïla Cissé, quien ha alcanzado un 32,8% de apoyos. Este desenlace, anunciado por el Gobierno este jueves a través de la televisión pública ORTM, es prácticamente idéntico al de las elecciones de 2013. La tasa de participación ha sido baja, incluso inferior a la primera vuelta, y se sitúa en el 34,54%.

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La proclamación de resultados se produce en un contexto de especial tensión postelectoral con las fuerzas del orden y el Ejército patrullando de manera visible las calles de Bamako y vigilando muy de cerca a los principales líderes de la oposición. Cissé ya había anunciado que rechazaría estos resultados al considerarlos el resultado de “la dictadura del fraude” y había instado a los malienses a “rebelarse” contra esta nueva victoria de IBK. Sin embargo, la misión de observación de la Unión Europea y otras no encontraron indicios de fraude, aunque sí numerosas irregularidades.

Y es que estas elecciones han estado salpicadas de dificultades. En el norte y centro del país cientos de colegios electorales (800 en la primera vuelta y 490 en la segunda) no pudieron abrir sus puertas debido a la inseguridad y la violencia protagonizada por distintos grupos terroristas y rebeldes que desde hace años se han hecho fuertes en Malí sin que la intervención militar francesa o de Naciones Unidas haya podido con ellos. El peor incidente se vivió el pasado domingo cerca de Niafunké (Tombuctú) donde el presidente de un colegio fue asesinado por hombres armados.

Además, el censo electoral ha estado rodeado de dudas por la supuesta aparición de un millón y medio de votantes más de los previstos, la distribución de los nuevos carnés de voto biométricos no ha sido fluida y ha impedido que miles de personas ejercieran su derecho y el voto por delegación ha amparado un posible fraude. Todas estas circunstancias ya fueron objeto de recurso por parte de la oposición ante el Tribunal Constitucional, pero este falló en contra y permitió que las elecciones siguieran su curso.

En las próximas horas se esperan protestas en las que se conocerá la verdadera dimensión de la capacidad movilizadora de la oposición, frente a la que IBK ya ha advertido que no permitirá que las calles de Bamako se incendien como ocurriera en Gabón o Burundi. El hastío de buena parte de la población ante una clase política salpicada de escándalos de corrupción, que no se renueva y que no ha sido capaz de resolver sus problemas cotidianos (paro, educación, sanidad, pobreza), algo que sin duda es clave para entender ese 34% de participación, pesará sobre los acontecimientos de las próximas horas.

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En todo caso, salvo que el Constitucional diga lo contrario ante el más que previsible recurso de la oposición, IBK deberá tomar posesión el próximo 4 de septiembre con un claro desafío sobre la mesa, la reactivación de los Acuerdos de Paz de Argel, firmados en 2015 y que hasta el momento han tenido una limitadísima aplicación por los constantes quebrantamientos tanto por parte de los grupos armados como del propio Ejército. La extensión de la violencia hacia el centro y países limítrofes y el creciente odio entre comunidades, como atestigua la matanza de peuls en la región de Mopti en los últimos meses, es una de sus tareas más urgentes.

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Sobre la firma

José Naranjo
Colaborador de EL PAÍS en África occidental, reside en Senegal desde 2011. Ha cubierto la guerra de Malí, las epidemias de ébola en Guinea, Sierra Leona, Liberia y Congo, el terrorismo en el Sahel y las rutas migratorias africanas. Sus últimos libros son 'Los Invisibles de Kolda' (Península, 2009) y 'El río que desafía al desierto' (Azulia, 2019).

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