Un ex primer ministro malasio, acusado de abuso de poder y corrupción
Najib Razak, que perdió las elecciones el pasado 9 de mayo, fue detenido el martes en su vivienda
Las cosas se complican para Najib Razak. El que fuera primer ministro malasio hasta perder inesperadamente las elecciones del pasado 9 de mayo, que dieron por primera vez en la historia del país la victoria a la oposición, ha sido acusado de tres cargos de abuso de poder y uno de corrupción en un tribunal de la capital, Kuala Lumpur. Los cargos están relacionados con el presunto desfalco de miles de millones de dólares de un fondo de inversión estatal que él mismo creó en 2009 para espolear el desarrollo económico nacional.
Tras pasar la noche en prisión después de ser detenido el martes en su vivienda de Kuala Lumpur, Najib llegó a primera hora del miércoles al tribunal con el semblante aparentemente relajado y ataviado con un traje de chaqueta azul marino y corbata roja. Escoltado por un fuerte dispositivo de seguridad, el ex primer ministro, de 64 años, entraba en la corte para escuchar los cargos en su contra.
El tribunal le acusó de tres delitos de abuso de poder vinculados al desvío de fondos de un total de 42 millones de ringgit (unos 20 millones de dólares) de SRC Internacional, una exfilial del fondo bajo sospecha, el 1Malaysia Development Berhard (1MDB). También le acusó de corrupción por aceptar un soborno de otros 42 millones de ringgit para otra operación financiera relacionada con SRC Internacional, creada en 2011 por Najib para impulsar inversiones en recursos energéticos en el extranjero en el marco del 1MDB. Los supuestos delitos se cometieron entre 2011 y 2015 (Najib llegó al poder en 2009).
Según el código penal malasio, los cargos de abuso de poder acarrean cada uno una pena máxima de 20 años de cárcel, una multa y una serie de azotes con un látigo de ratán, de los que Najib podría quedar exento por su edad. La ley anticorrupción establece otros veinte años de pena máxima por la aceptación de sobornos y una multa cinco veces superior a la mordida.
El caso será a partir de ahora transferido al Tribunal Supremo de Malasia, donde Najib tendrá oportunidad de presentar su alegato. El ex primer ministro se ha declarado inocente hasta la fecha, tal y como reiteraba en un vídeo grabado antes de su detención y divulgado el martes en las redes sociales.
“Como cualquier ser humano, no soy perfecto. Pero creedme, las acusaciones contra mí y mi familia no son todas verdad”, reivindicó. A su llegada al tribunal de Kuala Lumpur, varios simpatizantes recibían con gritos de “¡Libertad!” al primer exlíder malasio que se sienta en el banquillo.
El departamento de Justicia de EE. UU. cifra el dinero malversado en 4.500 millones de dólares, de los cuales 681 habrían acabado en una cuenta personal de Najib. El ex primer ministro, a quien la policía también ha requisado de su hogar familiar un botín de obsequios de lujo -entre ellos valiosas joyas y bolsos de prestigiosas marcas- por valor de 273 millones de dólares, atribuyó en el pasado la transferencia a su cuenta a un donativo de un príncipe saudí.
Aunque su versión fue aceptada por la Comisión Anticorrupción y la Fiscalía de Malasia en 2016, cuando aún era primer ministro, la situación dio un giro radical el pasado 9 de mayo. Entonces, y de forma inesperada, Pakatan Harakan, la coalición formada por el “padre” de la industrialización de este país asiático, el exdirigente de 92 años Mahathir Mohamad, vapuleó en las urnas a la formación de Najib, en el poder desde la independencia de Malasia en 1957. Mahathir regresaba quince años después (gobernó entre 1981 y 2003) con la promesa de acabar con la corrupción de Najib, en su día compañero de filas de la Organización Nacional de Malayos Unidos (UMNO), integrada en la coalición exgubernamental, Barisan Nasional.
“No queremos buscar venganza, solo restaurar el imperio de la ley”, dijo un jovial Mahathir en su cita con los medios la mañana de resaca electoral. Su promesa de que las investigaciones se desarrollarían de forma expedita se ha ido cumpliendo. Inmediatamente después de su victoria, Mahathir puso en marcha un equipo especial para investigar el posible comportamiento delictivo de los individuos responsables de la gestión del 1MDB, que acabó acumulando pérdidas de unos 9.000 millones de dólares. En consecuencia, la policía rastreó en busca de pruebas las viviendas y oficina de Najib y su esposa, Rosmah Mansor, a quien se adjudican los costosos complementos hallados en el domicilio familiar. Las autoridades de inmigración prohibieron la salida del país a Najib y Rosmah ya en mayo, y Mahathir, casi desde su investidura, transmitía su confianza en tener temprano un caso en su contra.
Ese momento parece haber llegado ahora. El prestigio político de Mahathir está en juego; el escándalo fue clave en su victoria electoral, y el primer ministro, que estableció la investigación del 1MDB como una prioridad de su mandato, se ha comprometido a recuperar los fondos defraudados.
Una tarea titánica, a juzgar por las propias ramificaciones del escándalo: de los 4.500 millones de dólares que se estiman desfalcados, unos 1.000 habrían sido blanqueados en Estados Unidos con la compra de propiedades inmobiliarias, yates, joyas y obras de arte. Otra figura clave de la investigación es el empresario Jho Low, sospechoso de blanquear más de 360 millones de dólares del 1MDB. Low, cercano a Najib y Rosmah y huido de Malasia, habría llevado la corruptela hasta Hollywood, regalando al actor Leonardo DiCaprio un Picasso y un Basquiat con dinero robado del fondo y ostentosos diamantes a la modelo Miranda Kerr.
Una compleja trama que salió por primera vez a la luz tras una filtración a una periodista británica en 2015, y que desde entonces se investiga, además de en Malasia, en una docena de países, entre ellos Estados Unidos, Suiza y Singapur.
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