El patrimonio del valle de Katmandú, en peligro tres años después del terremoto
La UNESCO quiere incluirlo en la lista de Patrimonio de la Humanidad en Riesgo. El Gobierno cree que la decisión tendría efectos negativos para el turismo, principal fuente de ingresos
Hace tres años que la tierra se estremeció en Nepal. El terremoto del 25 de abril de 2015 ocasionó 9.000 muertos y más de 22.000 heridos en el pequeño país del Himalaya de 30 millones de habitantes. A la catástrofe humana, se añadieron los daños materiales que afectaron a 900.000 familias y mermaron la rica herencia cultural del pueblo nepalí. Los desperfectos ocasionados por el desastre en el conjunto arquitectónico del valle de Katmandú, uno de los dos lugares considerados Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO –el otro es Lumbini, ciudad en la que nació Buda–, siguen hoy vigentes.
“Se tardarán 10 años más en la reconstrucción”, dice desde la sede de la UNESCO en Nepal, su responsable Christian Manhart. Según los datos del Gobierno, de los 753 templos que fueron destruidos o dañados a causa del temblor, solo 83 han sido reconstruidos y otros 56 están en diferentes fases de reconstrucción. Ello afecta principalmente a la capital, Katmandú, y las ciudades vecinas que conforman el valle del mismo nombre; y que tiene una de las mayores concentraciones de edificios patrimonio de la humanidad del mundo. “Creemos que estos monumentos deberían ser incluidos en la lista de Patrimonio de la Humanidad en Riesgo”, añade Manhart.
No es la primera vez que la sede de esta agencia de la ONU pide tal cosa. Pero, como ocurrió en 2015 y en 2016, el Comité de la UNESCO ha rechazado la propuesta pese al análisis del Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (ICOMOS, por sus siglas en inglés) y la insistencia del equipo de Manhart. El Gobierno de Nepal también se niega a incluir el valle de Katmandú en la lista de riesgo, al considerar que tendría consecuencias negativas para el turismo; motor económico nacional. El flujo de visitas volvió a las cifras habituales en 2016, con 753.000. Aunque en 2014, 790.000 personas viajaron a Nepal, el número se redujo a 539.000 tras el desastre natural.
Por su parte, Manhart subraya que la petición de su equipo no es una crítica al Gobierno local y que, al contrario de lo que piensa el Ejecutivo nepalí, la inclusión de ese conjunto en la lista en peligro podría revertir positivamente atrayendo más donaciones que acelerasen las actividades de reconstrucción. Para la reparación del patrimonio, UNESCO Nepal está negociando cuatro millones de dólares además de los dos millones que ya le han hecho llegar sus donantes. Algunos de ellos, como India o China, los principales, también han comprometido hasta 50 millones de forma bilateral. Pero la reconstrucción avanza despacio.
“La dificultad no estriba en reconstruir. Sino en reconstruir mejor”, aclara Manhart, quien menciona eternos debates entre expertos para decidir entre materiales modernos y externos, o tradicionales y locales. “Esto supone retrasos de medio año”. Desde el punto de vista técnico, los principales problemas de Nepal son la escasez de mano de obra cualificada y de materias primas de calidad. Por un lado, muchos obreros nacionales emigran a países del golfo en busca de mejores salarios. Por otro, el diminuto país enrocado entre los dos titanes asiáticos importa casi todos los bienes de India y China. “Hemos hecho excavaciones en los templos de la plaza de Durbar [principal plaza de la capital] para ver si los cimientos estaban dañados, no tiene sentido reconstruir si no hay una buena base”, insiste el director de la agencia, que trabaja en colaboración con la Universidad local de Tribhuvan y el Departamento de Arqueología del Ministerio.
A los problemas técnicos se une la pobre praxis del gobierno y algunas autoridades locales. “No hay un mecanismo de decisión rápido y robusto debido a la inestabilidad que ha vivido el país”, explica Manhart. Tras décadas de vaivenes políticos –incluyendo el asesinato de la familia real, un cambio de régimen y una guerra civil– Nepal dejó la sucesión de gobiernos interinos a los que se había acostumbrado y celebró las primeras elecciones generales el año pasado después de aprobar una nueva constitución.
“Después del terremoto de 1934, las decisiones del rey se ponían en práctica mucho más deprisa. Pero eso no quiere decir que fuesen mejores. De hecho, muchos de los edificios que se reconstruyeron entonces, colapsaron hace tres años por la falta de una evaluación minuciosa de la situación”, aclara Manhart. Mientras el disfuncional sistema burocrático frena algunos proyectos, otros edificios han sido ya reconstruidos sin la debida consulta previa a los expertos ni el análisis necesario para evitar futuros daños. El Templo de Boudhanath, por ejemplo, ha sido restaurado con materiales de dudosa calidad por la necesidad de los establecimientos locales de reiniciar su actividad económica.
A la insistencia en incluir al complejo de Katmandú entre la lista de sitios en peligro, se une la alarma creada por Ambika Devi Luitiel, representante de Nepal en la sede de UNESCO, sobre del impacto que el calentamiento global tiene en el Himalaya. Para mitigar ese daño, se estableció ICIMOD, el Centro Internacional para el Desarrollo Integral de la Montaña. La cadena montañosa más grande del mundo es el principal aliciente del turismo nacional y uno de los dos patrimonios naturales del país. Junto al Parque Nacional de Chitwan y a los dos patrimonios culturales de la UNESCO, conforman el rico legado de Nepal.
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