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Kim Jong-un, de paria global a diplomático a destajo

El líder norcoreano va a reunirse con tres de los grandes líderes mundiales en otros tantos meses

Macarena Vidal Liy
El líder norcoreano, Kim Jong-un, durante una visita oficial al presidente de China, Xi Jinping, este martes en Pequín.
El líder norcoreano, Kim Jong-un, durante una visita oficial al presidente de China, Xi Jinping, este martes en Pequín.KCNA (REUTERS)

“¿Qué tengo yo, que mi amistad procuras?”. El verso de Lope de Vega bien podría aplicarse estos días al líder norcoreano, Kim Jong-un. En el plazo de apenas cuatro meses ha pasado de ser un líder paria, al que el presidente estadounidense Donald Trump amenazaba con destruir a sangre y fuego, a llevar a cabo una actividad diplomática desenfrenada, digna del político más trotamundos. Tras reunirse este lunes por sorpresa en Pekín con el presidente chino, Xi Jinping, en las próximas semanas tiene previsto celebrar sendas cumbres con el jefe de Estado surcoreano, Moon Jae-in, y el propio Trump. El primer ministro japonés, Shinzo Abe, pide también sitio en la cola de reuniones.

Es todo un cambio para el joven líder de 34 años, que en sus seis años al frente de Corea del Norte no había salido de su territorio, ni había recibido a ningún líder extranjero, alimentando así su aura de misterio y la de su país, al que los tópicos describen como el más aislado del mundo. Su contacto más conocido con una personalidad del mundo exterior había sido con Denis Rodman, el excéntrico exjugador de baloncesto estadounidense que le organizó un partido de antiguas estrellas de la NBA en Pyongyang.

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El cambio, paradójicamente, comenzó cuando Corea del Norte completó su última prueba de misiles hasta el momento, en noviembre pasado, al lanzar con éxito un cohete intercontinental. Kim Jong-un proclamó que había alcanzado la paridad estratégica con Estados Unidos, la gran meta militar de su régimen. Si hasta entonces intercambiaba insultos barriobajeros con Trump —viejo chocho”; “hombre cohete”—, en poco más de un mes su tono era insólitamente conciliador. El 1 de enero causaba estupor en las cancillerías al declararse abierto a la participación de su país en los Juegos Olímpicos de Invierno en Pyeongchang, en Corea del Sur.

Tras el éxito de aquella prueba de misiles, “Corea del Norte ya ha conseguido la capacidad de disuasión que buscaba. Estados Unidos no puede permitirse que, aunque las posibilidades sean de un 20%, Corea del Norte dispare un misil y llegue a su territorio”, apuntaba Tong Zhao, experto en seguridad nuclear del Centro Carnegie-Tsinghua en Pekín, en una charla en vísperas de la visita de Kim a la capital china. “Al haber alcanzado ya el nivel de seguridad que creía necesario (para garantizar la supervivencia de su régimen), se lanza ahora a una campaña de acercamiento diplomático”.

Para ese giro, al factor militar se le suma la habilidad diplomática surcoreana, el rigor chino en el cumplimiento de las sanciones internacionales y la naturaleza impredecible del presidente estadounidense, del que no hay que dar por supuesto que ningún comentario suyo sea solo un farol.

La campaña diplomática, según Zhao, tiene como objetivo final una normalización de relaciones que permita relajar las sanciones internacionales y relanzar el desarrollo económico del paupérrimo país, incluido un medio rural donde las condiciones de vida son casi medievales pese a un tímido crecimiento. “Quieren construir viviendas de buena calidad, que tengan un aislamiento decente”, explica. Una de las promesas a su pueblo que hizo Kim Jong-un al llegar al poder fue que nunca más se verían obligados a repetir los padecimientos de los años de hambruna en los noventa. Desde 2016, el desarrollo económico es una de las dos metas oficiales, al mismo nivel que el auge militar.

Tras el deshielo olímpico, vino la oferta de reunión con el presidente surcoreano, y el caramelo de tratar sobre su programa de armas nucleares con Trump. Un caramelo que, ante la sorpresa mayúscula de todo el mundo -incluidos algunos de sus propios asesores- el impredecible presidente estadounidense aceptó impulsivamente.

Si bien en un primer momento pareció que la Casa Blanca podría recular, la reunión por sorpresa este lunes en Pekín entre Kim y Xi parece confirmar que las negociaciones van en serio.

La visita a Pekín, en tren blindado, como hacía su padre Kim Jong-il, tomó al mundo por sorpresa. Las relaciones entre los dos países, teóricamente grandes aliados, hace años que no pasan por su mejor época, desde que Kim ordenó ejecutar a su tío Jang Song-thaek, buen amigo del gobierno chino. No había trascendido absolutamente nada sobre la reunión.

Pero China sí notificó del encuentro a Washington. Kim habrá querido recibir de Xi —con quien Trump mantiene una buena sintonía personal— una valoración fiable sobre el impulsivo exmagnate. Y Xi habrá querido remachar que China debe ser parte imprescindible del proceso de negociación.

De momento, la primera parada en la vía diplomática de Kim parece haber sido un éxito. “Tenemos una alta consideración de esta visita”, dijo Xi, según la agencia de noticias Xinhua, durante el encuentro, que abre la vía a una reconciliación en las relaciones. El presidente chino destacó “el momento especial y la gran significación” del viaje.

“Desde el punto de vista norcoreano, les interesa llegar a cualquier reunión con Moon o con Trump habiendo apuntalado y reparado hasta cierto punto sus relaciones con Pekín”, comenta Paul Haenle, director del Centro Carnegie-Tsinghua sobre Política Global.

“Igual que Kim puede haber sentido que ganaba capacidad de presión contra Xi por haber negociado independientemente cumbres con Trump y Moon, ahora puede sentir más confianza sabiendo cómo están las cosas con Pekín antes de iniciar esas mismas reuniones”, añade Haenle. No es mal comienzo para un debutante en las cumbres internacionales.

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Sobre la firma

Macarena Vidal Liy
Es corresponsal de EL PAÍS en Washington. Previamente, trabajó en la corresponsalía del periódico en Asia, en la delegación de EFE en Pekín, cubriendo la Casa Blanca y en el Reino Unido. Siguió como enviada especial conflictos en Bosnia-Herzegovina y Oriente Medio. Licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid.

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