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Un imputado clave de la trama rusa en EE UU decide declararse culpable

Rick Gates, acorralado por sus negocios sucios con Ucrania, acepta el trato con el fiscal especial. El ex jefe de campaña Paul Manafort, acusado de pagar a políticos europeos para que favoreciesen al Gobierno proruso de Ucrania

Jan Martínez Ahrens
El imputado Rick Gates, en Washington.
El imputado Rick Gates, en Washington. Alex Brandon (AP)

El incendio anda cada día más cerca de Donald Trump. Un tercer imputado en la trama rusa ha decidido colaborar con el fiscal especial, Robert Mueller, en la investigación que trata de dilucidar si el equipo del actual presidente se coordinó con el Kremlin en la campaña de intoxicación contra la demócrata Hillary Clinton. El hombre que ha dado el paso es Rick Gates, un antiguo colaborador de campaña de Trump. Aunque los cargos que se han presentado contra él son de índole financiera, su proximidad al entorno del republicano y su asociación con Paul Manafort, antiguo jefe de campaña y también imputado, le convierten en una pieza clave de las pesquisas.

Tanto Gates como Manafort, en su época de lobistas, trabajaron en la red de intereses del presidente ucranio, Viktor Yanukovich (2010-2014), un aliado del líder ruso Vladímir Putin. Las investigaciones han determinado que, fruto de este vínculo, movieron en paraísos fiscales unos 75 millones de dólares y que unos 30 millones fueron blanqueados en operaciones inmobiliarias en Estados Unidos. Ambos, además, intentaron ocultar al fisco sus operaciones con una densa red de sociedades pantalla. “Ocultaron la existencia y propiedad de compañías y cuentas bancarias, y declararon falsamente que no tenían cuentas en el extranjero”, señala el escrito de acusación.

Gates ha aceptado declararse culpable de conspiración financiera y de haber mentido al FBI sobre una reunión que Manafort mantuvo con un congresista sobre Ucrania en 2013. Con este paso se suma a los otros dos imputados que han aceptado colaborar con el fiscal especial: al exconsejero de seguridad Michael Flynn, y al asesor electoral George Papadopoulos, quien trató de concertar una cita entre Donald Trump y Vladímir Putin. Manafort, de momento, se niega a pactar con Mueller, quien el viernes le acusó de haber pagado entre 2012 y 2013 dos millones de euros a políticos europeos (de los que no se dio identidad) para hacer lobby en favor del Gobierno proruso de Ucrania.

El objetivo inicial de las pesquisas era determinar si el equipo de Trump se coordinó con el Kremlin en las elecciones de 2016. Ese umbral, sin embargo, hace tiempo que se superó. En busca de indicios de colusión, obstrucción a la justicia o abuso de poder, Mueller ha ampliado su investigación a los estados financieros y fiscales del propio presidente y su entorno. Es por esta vía que han sido sorprendidos Manafort y Gates.

La amplitud de estas pesquisas ha puesto nerviosa a la Casa Blanca y ha desatado una fuerte ofensiva contra Mueller y su equipo de 17 superagentes. Ante estos ataques, el fiscal especial se ha vuelto aún más impenetrable. Nadie sabe en qué le están ayudando el ex consejero de seguridad Nacional ni el antiguo asesor Papadopoulos. Pero pocos dudan de que el cerco tiene como objetivo el propio presidente y su entorno familiar.

En esta línea de investigación el papel del nuevo colaborador del FBI puede ser clave. A diferencia de Manafort, que abandonó el cargo en agosto de 2016, Gates se mantuvo en el equipo de campaña hasta el día de las elecciones y luego participó en el comité de investidura. Con Trump en el poder, siguió acudiendo a la Casa Blanca con frecuencia.

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Sobre la firma

Jan Martínez Ahrens
Director de EL PAÍS-América. Fue director adjunto en Madrid y corresponsal jefe en EE UU y México. En 2017, el Club de Prensa Internacional le dio el premio al mejor corresponsal. Participó en Wikileaks, Los papeles de Guantánamo y Chinaleaks. Ldo. en Filosofía, máster en Periodismo y PDD por el IESE, fue alumno de García Márquez en FNPI.

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