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Colombia y el reto de convivir después de la guerra

La campaña Vamos Colombia afronta un nuevo año de acciones para la reconciliación y la reinserción laboral de exguerrilleros y víctimas

Hace cinco años a José Villamil, de 70, le dijeron que tenía dos días para abandonar su finca. La guerrilla de las FARC había puesto punto final a sus sueños y proyectos agrícolas. Villamil había dejado su casa en el departamento andino de Tolima 30 años atrás, para instalarse en el Caquetá, departamento amazónico. Su ilusión era encontrar un futuro con el cultivo de la coca. “Yo era agricultor y sembraba coca también, porque todo el mundo lo hacía. Era un cultivo muy beneficioso en ese tiempo y me fue bien. Que de pronto, uno no sabe manejar las cosas, es otra cosa”, explica José.

Antes de iniciarse el proceso de paz con el Gobierno de Juan Manuel Santos a finales de 2012, el departamento del Caquetá estaba sitiado por tres o cuatro frentes de las FARC. Villamil, como tantos otros, era un campesino en medio de los caminos armados. “Yo estaba en zona guerrillera. Estuve 30 años allá en medio de ellos. O colaborabas con la guerrilla o te ibas”. El haber colaborado para subsistir no fue suficiente: “Hubo un censo agrícola a nivel nacional. Pero en mi zona, la guerrilla no permitió hacerlo. Tomándome una cerveza con compañeros se me ocurrió decir: ¡Qué ignorancia esta gente! ¿Por qué no permiten hacer el censo?”.

Alguien que debió escucharle se lo comunicó a mandos de las FARC. Le llamaron. “Venga señor para acá”, le dijeron. “Si usted no está de acuerdo con las orientaciones de nosotros, si no nos hace caso a lo que le estamos diciendo, es mejor que busque la manera de emigrar”. Villamil tuvo que dejarlo todo y se instaló en Florencia, capital del Caquetá, con un hijo y un nieto. “Tengo lo que llevo puesto”, afirma el ahora líder comunitario del asentamiento urbano La Ilusión, en ese municipio.

Voluntarios por la paz

Precisamente en Florencia se celebró, el pasado noviembre, el evento de cierre de Vamos Colombia. Una campaña impulsada por la Fundación ANDI (Asociación Nacional de Empresarios de Colombia) para implicar a la empresa privada en la reinserción laboral de población vulnerable. Esta fundación ha logrado agrupar a 140 empresas que incluyen población vulnerable en su actividad, ya sea empleándolos directamente o de forma indirecta incluyéndolos en su cadena de valor.

Entre esa población vulnerable se encuentran los exguerrilleros desmovilizados tras el acuerdo de paz y las víctimas desplazadas por el conflicto.

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Según la Oficina del Alto Comisionado para la Paz del Gobierno de Colombia, 12.200 guerrilleros dejaron las armas desde que se firmó el acuerdo de paz en diciembre de 2016. A estos hay que sumarle los desmovilizados históricos, que ascendían a casi 60.000 antes del acuerdo.

Alrededor de 250 voluntarios llegados de todo el país y reclutados por las empresas afiliadas a ANDI se agruparon en un campamento a las afueras de Florencia. Ahí, se organizaron para realizar, durante cuatro días, actividades culturales, talleres y obras de reconstrucción de instalaciones en las comunidades más necesitadas. Todo con el fin de regenerar un tejido social que permita a las empresas dinamizar las zonas de postconflicto.

“No esperábamos esta ayuda que estamos recibiendo. Aquí la gente está sorprendida. Aquí no hay apoyo por parte del gobierno, sólo de las ONG, que han colaborado con la comunidad para reconstruir los centros sociales”, explica Villamil, que ostenta el cargo de secretario de acción comunal del barrio La Ilusión.

“Hoy, con el proceso de paz se respira otro aire. Al menos a nivel local. Porque lo que están haciendo a nivel nacional con la candidatura de Timochenko a la presidencia.. Es duro…Pero así es la vida y la política”, comenta con resentimiento Villamil. Un resentimiento hacia las FARC que debe aprender a gestionar cuando ve que algunos exguerrilleros son ahora sus vecinos.

Es el caso de Fabián Parada, de 28 años, antiguo miembro del frente 62 de las FARC desde 2012. “Voy a ingresar, voy a ayudar a pelear por esa causa”, se dijo Fabián en su día. “Al principio veía los ideales de las FARC como algo bueno, contrariamente a lo que decía el Gobierno de que eran unos terroristas. En mi infancia la guerrilla hacía cosas hermosas y luego, cuando fui guerrillero también”. Pero pronto Fabián se dio cuenta de que esos ideales se iban perdiendo y sintió que la guerrilla ya no luchaba por el pueblo sino por el bienestar propio. “Comenzaron a perder la credibilidad cuando se comenzó a mezclar todo lo que tiene que ver con coca o con muertes de personas inocentes”.

Fabián se une ahora a la causa de la reconciliación y, consciente de su pasado, relata lo difícil que a menudo le resulta esa convivencia con los vecinos. La relación entre víctimas y exguerrilleros también preocupa a Neira Plaza, de 47 años, otra víctima del conflicto que salió desplazada hasta dos veces y ahora preside la junta de acción comunal de La Ilusión.

La experiencia le dice a Neira que “a un reinsertado hay diferentes maneras de tratarlo". "Hay que tener cuidado porque han sufrido mucho y son diferentes a los civiles. Algunos han dejado las montañas a causa del sufrimiento. A veces reaccionan con violencia ante propuestas u órdenes porque están acostumbrados a eso. En general, un civil se maneja más fácilmente”.

A pesar de alguna tensión, el ambiente que se respira en el asentamiento La Ilusión es de paz y esperanza. Esa es la impresión que se lleva Milena Holguín, una contable de 28 años que forma parte de los 250 voluntarios que han participado en el campamento de Vamos Colombia en Florencia.

“He hablado con personas que han estado en el conflicto y, por ejemplo, perdieron familiares o partes de su cuerpo. Ellos no hablan de odio ni nada, ellos de lo que hablan es de superación. Tú los ves trabajando y luchando”, relata. Milena se acogió a la oportunidad que le ofrecía su empresa de participar en este voluntariado y recorrió los 600 km que separan Bogotá de Florencia para estar dos días con los vecinos. “Estas personas probablemente no necesitan a un voluntario que les pinte el centro social. Pueden hacerlo ellos o contratar a alguien. Pero el hecho de que me den la oportunidad para que yo pueda venir acá a acompañarlos, me enseña a mí, como ciudadana, que la indiferencia no es la respuesta”

La paz con esta guerrilla abrió a Milena lugares donde antes la guerrilla y demás grupos armados no permitían a nadie entrar. Algo que, “como colombiana, me emociona muchísimo y me hace ver un futuro muy prometedor”. 

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