“Pedimos perdón porque necesitamos sanar las heridas”
La exguerrillera de las FARC Camila Cienfuegos habla de la etapa que se abre en Colombia tras el fin del conflicto armado
Con 14 años dejó de su casa y se enmontañó, que es como dicen en Colombia, su país, para agarrar un fusil y meterse en la guerrilla. Tras toda su vida en la guerra, la comandante Camila Cienfuegos (Valle del Cauca, 1977) fue una de las mujeres de la insurgencia que estuvo en La Habana durante la larga negociación de la paz. Formaba parte de la subcomisión de género. Se declara feminista, a pesar de haber formado parte de un grupo fuertemente patriarcal, jerarquizado y acusado de utilizar la violencia sexual (al igual que otros grupos armados legales e ilegales) como un arma de guerra. Cienfuegos lo niega y recuerda los estatutos del grupo insurgente en pro de la igualdad de hombres y mujeres. Molesta ante la afirmación, reitera que jamás existió un mandato para que se dieran esas violaciones, y que si ocurrieron, señala, fueron siempre a modo particular. Terminada la entrevista y apagada la grabadora, pide reiterar ese punto y subraya el papel de la Jurisdicción Espacial para la Paz (JEP), que se encargará durante 15 años de juzgar a exguerrilleros de cualquier delito, violencia sexual incluida.
Pregunta. ¿Está Colombia hoy más cerca de la paz, tras un año de la firma del acuerdo?
Respuesta. Relativamente sí, formalmente la guerra ha terminado, pero mientras no se implementen los cambios que están en el papel, el avance no será real. Si no se ejecuta lo que firmamos, no habrá paz.
P. ¿Cuáles son las principales dificultades para que la paz sea haga efectiva?
R. La extrema derecha no quiere la paz. Nosotros hemos cumplido nuestra palabra y el Gobierno en parte, pero un sector de la sociedad no la quiere. Y uno de los motivos es que la paz tiene una gran desventaja: no genera dividendos, como lo hace la guerra.
P. Dicen que la indiferencia de parte de los colombianos mata más que las balas.
R. Sí, y esa parte de falta de solidaridad e insensibilidad también está en los medios de comunicación. De alguna forma parece que si no hay muertos, no hay titular. En Colombia nos hemos acostumbrado y no contamos con periodistas que sepan visibilizar la paz. Entre todos hicimos que la guerra fuera lo ordinario.
P. Usted nació en un país en guerra, se enroló en las filas de la insurgencia siendo una adolescente y hasta hace un año no supo qué era la dejación de armas. ¿Sabría qué es la paz?
R. La guerra no se vive simplemente por haber militado en las FARC, tiene muchas más dimensiones. La guerra son las bombas, la metralla, sí, pero también la miseria, el abandono del campo colombiano, la falta de atención a los derechos de las mujeres, que no tengan derecho a unas tierras, a una educación, a una vida más allá de la esfera privada…La paz es una reforma rural integral, es acceso a la educación, es que se respete el derecho a la vida, es hacer una política distinta de la del uso de las armas. Paz es respeto a la vida, que haya libertad de pensamiento, de opinión, que no nos asesinemos por decir lo que pensamos, es ejercer de verdad una democracia, también para nosotros [las FARC].
P. Habla de respeto a la vida. ¿Eso lo entenderán también las víctimas de las FARC?
R. Sí, porque nuestra lucha nunca pretendió hacer daño a nuestro pueblo. Siempre tuvo una intencionalidad política y buscó una salida negociada. Y si nos equivocamos alguna vez, hemos pedido perdón a quien hicimos daño. Sí, nos hemos acercado a esa gente a la que pudimos hacer daño y les hemos pedido perdón. Perdón porque necesitamos sanar heridas, reconciliarnos y dejar los rencores y odios. Si los que estábamos frente a frente nos hemos dado la mano y hablado con el adversario, que no enemigo, si hemos podido entender que nos enfrentamos innecesariamente porque ninguno entendía al otro… creo que debemos buscar entendernos. Porque además, a nosotros (exguerrilleros o activistas en defensa de los derechos humanos) nos siguen matando, prácticamente una persona por semana. La violencia sigue su curso en Colombia.
P. ¿Cómo es la vuelta a la sociedad civil, tras toda una vida en la guerra?
R. Nosotros siempre estuvimos en la sociedad, con las comunidades. Nosotros estábamos donde no estaba el Estado con escuelas, puestos de salud, construyendo carreteras… Vivíamos el día a día de esa sociedad históricamente marginada. Y seguimos con ellos, especialmente ahora, tras el acuerdo. Somos hijos e hijas de las comunidades y siempre hemos estado con ellos. Estamos trabajando en proyectos productivos y haciendo capacitaciones y pedagogía de la implementación de los acuerdos y de la importancia de incluir el enfoque de género en una nueva Colombia.
P. Sorprende en sus biografías que una de las primeras cosas que aparecen es su autodefinición como feminista.
R. Soy una firme defensora de las mujeres. Hay que tener en cuenta que a nosotras, un 30% de la organización, siempre nos han tachado de ser “las compañeras” , las asistentes y mujeres de los guerrilleros. Y eso no era cierto, en la guerrilla hombres y mujeres cocinaban, batallaban, aprendían y se formaban sin distinción de géneros. No se ha contado que somos mujeres empoderadas que luchamos por nuestros derechos, por el acceso a la tierra, por la igualdad, por participar en la esfera política, por todos los derechos vulnerados de las mujeres en Colombia y en todas partes.
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