Petro reivindica la huella árabe en Colombia con cargos en el Gobierno y la diplomacia
El presidente colombiano se reafirma como un aliado de la causa palestina frente al horror de la guerra en Gaza

El abuelo paterno de Susana Muhamad, la ahora exministra de Ambiente de Gustavo Petro, migró hace cien años desde un pequeño pueblo cerca de Ramala, en Cisjordania, para entrar a Barranquilla por Puerto Colombia. El apellido de la nueva ministra colombiana de las Culturas, Yannai Kadamani, también tiene un origen árabe, más concretamente libanés. La bisabuela y los abuelos maternos de Mauricio Jaramillo Jassir, el viceministro de Asuntos Multilaterales de la Cancillería, emprendieron una travesía parecida desde Belén para asentarse en Barranquilla. Ellos tres han sido los representantes más visibles, pero no los únicos, de la reivindicación que ha hecho Petro de la huella de las comunidades colombo-árabes en su Gobierno. Aunque los apellidos de Oriente Medio no han sido inusuales en la política colombiana, en este caso el presidente ha sido un abanderado de largo aliento de la causa palestina, lo que lo ha llevado a posicionarse sobre la guerra en la Franja de Gaza y a condenar al Estado de Israel.
Esa huella se extiende ahora al servicio diplomático, como recordó Petro en la presentación del nuevo Gabinete, la semana pasada en un teatro en el corazón de Bogotá. En la tarima, junto a Kadamani y otros seis ministros, ocupaban una silla solo dos embajadores, los encargados de las relaciones ante Arabia Saudí y Qatar. En Riad estará Rayan Barkachi, un médico caleño de ascendencia libanesa, y en Doha la internacionalista barranquillera Odette Yidi, cofundadora del Instituto de Cultura Árabe de Colombia y docente de varias universidades. El mandatario dedicó a cada uno palabras amables, que destacaban esas raíces hundidas en Oriente Medio. “Les presentó a Odette, que es hija de palestino, artesano del nácar”, dijo sobre la embajadora en Qatar. “El pueblo Caribe colombiano es, en mucho, árabe”, enfatizó el mandatario esa noche. “Esa comunicación entre América del Sur y el mundo árabe, que a través de Colombia estamos tratando de construir, tiene unos objetivos”, apuntó, que incluyen “detener la masacre en el mundo”.
La historia es conocida. Los inmigrantes de lengua árabe comenzaron a llegar a cuentagotas a Colombia a finales del siglo XIX, desde territorios como Líbano, Siria y Palestina, entonces bajo dominio del imperio turco otomano. Se instalaron principalmente en municipios del Caribe –como Lorica–, donde por cuenta del pasaporte les solían llamar “turcos”. Los nombramientos recientes son una novedad en la política exterior colombiana, que se propone proyectar la imagen de un país de migrantes, multicultural y con una diáspora árabe importante. Durante su viaje el mes pasado por Emiratos Árabes Unidos, Qatar y Arabia Saudí, Petro ya había explicado que con los nuevos representantes diplomáticos en esos países y Líbano, todos de origen árabe y nacidos en Colombia, busca “una relación comercial, turística, cultural y política más fuerte con el mundo árabe, que permita unir nuestros pueblos y ampliar nuestra mirada sobre el mundo”.
La reciente apertura de la Cancillería a distintos grupos étnicos, indígenas, afrodescendientes y raizales, abarca también a esa diáspora para una región en la que el mandatario ha puesto particular atención. El énfasis que Petro pone en la cuestión palestina “es coherente con el discurso que ha tenido a lo largo de su recorrido político en función de la defensa de los derechos humanos”, observa Luis Fernando Vargas, profesor de relaciones internacionales de la Universidad Eafit, aunque matiza que la política exterior colombiana debe basarse en el interés nacional, más allá del reconocimiento o no de Palestina.
El llamado sur global, a través de la causa palestina, “ha adquirido una voz y un posicionamiento común que lo hace mucho más visible”, apunta la internacionalista Margarita Cadavid, profesora e investigadora de la Universidad del Rosario, en Bogotá. La designación de segundas y terceras generaciones de colombo-árabes en el servicio exterior, en varios casos con destacados currículos, apunta, tiene que ver con el hecho de que Colombia está tratando de diversificar y de ampliar su política exterior, que ha estado guiada tradicionalmente por el réspice polum, mirar al norte, o el réspice similia, mirar hacia los semejantes.
La tradición colombiana ha intentado mantener buenas relaciones tanto con Israel como con Palestina. Petro, sin embargo, es conocido como un aliado de la causa palestina desde hace años, y ha redoblado esa postura a partir de la guerra en la Franja de Gaza. El hoy presidente ha condenado con insistencia lo que considera un genocidio perpetrado por Israel, ha roto relaciones con el Gobierno de Benjamin Netanyahu –incluso llegó a pedir su captura a la Corte Penal Internacional– y ha llamado con insistencia a que cese la violencia. El canciller palestino, Riad Al Maliki -quien creció en Colombia-, incluso lo condecoró por ese apoyo incondicional.
La cuestión palestina cobra relevancia para Colombia por varias razones, explica Jaramillo Jassir, desde su doble perspectiva de analista y viceministro de Exteriores. Cuando los árabes se distanciaron de la causa palestina, en la arena internacional el progresismo reivindicó esas banderas por su afinidad con los movimientos de liberación nacional. En Colombia, Petro ha mostrado un compromiso con Palestina y a lo largo de su vida política ha sido muy crítico con cualquier vejamen de colonización, intervencionismo y militarismo en Oriente Medio. Y además, recuerda, la diplomacia sudamericana ha defendido el régimen multilateral, los derechos humanos y las cortes internacionales. “Israel básicamente está haciendo una guerra no solamente contra Palestina, sino contra la multilateralidad que siempre ha defendido Colombia”, apuntilla Jaramillo Jassir, un internacionalista de larga trayectoria, con doctorado en Ciencia Política, que estuvo vinculado al sistema de medios públicos antes de llegar el mes pasado a la Cancillería. El poder de convocatoria del presidente, valora, lo ha posicionado como un líder del sur global: “El tema de Palestina permite confirmar ese liderazgo”.
La ruptura de Petro con Israel
La dilatada crisis diplomática entre Colombia e Israel ha estado salpicada por insultos de todo tipo hasta desembocar en la ruptura total de relaciones, anunciada por el presidente Gustavo Petro el pasado 1 de mayo en medio de las marchas por el día del Trabajo. “Por tener un Gobierno, un presidente genocida”, dijo entonces en referencia a Netanyahu. Ese distanciamiento ha venido de la mano de los gestos de solidaridad con los palestinos.
Desde finales de los años sesenta, Colombia había mantenido relaciones con Israel, pero también ha respaldado resoluciones de la ONU en apoyo al pueblo palestino. El Gobierno de Ernesto Samper (1994-1998) abrió la puerta para la llegada de la misión palestina a Colombia, y el de Juan Manuel Santos (2010-2018) reconoció oficialmente a Palestina como Estado justo antes de entregarle el poder a Iván Duque (2018-2022). Colombia era el único país sudamericano que aún no lo había hecho. Duque, en cambio, tomó partido a favor de Israel, como ya lo había hecho su mentor político, Álvaro Uribe (2002-2010), en especial en asuntos de seguridad. Con la llegada de Petro a la Casa de Nariño hubo un nuevo giro a favor de la causa palestina. Más de un observador recuerda que cuando era alcalde de Bogotá, en 2015, ya había firmado un acuerdo que convertía a la capital colombiana y a Ramala, capital administrativa de Palestina, en ciudades hermanas.
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