“El ‘caso Odebrecht’ deja atrás la idea de que hay personas intocables en América Latina”
El representante destaca la fortaleza de las instituciones de países como Chile y Costa Rica
La lucha contra la corrupción en América Latina avanza a distintas velocidades. El continente afronta numerosos retos en plena investigación del caso Odebrecht, la trama corrupta continental en la que la constructora brasileña pagaba sobornos para hacerse con contratos de obras públicas, y la crisis institucional de Venezuela, el país de la región con el peor índice de percepción de la corrupción, que elabora Transparencia Internacional (TI). El director para las Américas de TI, Alejandro Salas (Ciudad de México, 1969), se refiere a estos temas a su paso ayer por Madrid para participar en el diálogo Corrupción en América Latina: de la impunidad a la respuesta ciudadana, organizado por EL PAÍS y Casa de América.
Pregunta. ¿Cuál es el balance de la lucha contra la corrupción en América Latina?
Respuesta. Uno de los factores que determina que haya más —o menos— corrupción es la fortaleza de las instituciones. Esto varía mucho de país a país. Tenemos, por ejemplo, a Venezuela, donde la institucionalidad democrática está completamente debilitada. La presidencia es muy fuerte con respecto al resto de instituciones, aquellas que la tendrían que vigilar: contralorías, fiscalías, tribunales electorales, entre otras, que no cumplen esa función, que son muy débiles, y que con eso facilitan que la corrupción surja.
En el otro lado del espectro están países como Chile o Costa Rica, con instituciones sólidas, más establecidas. En Chile la policía es muy respetada, es considerada muy limpia; hay jueces muy profesionales, muy autónomos frente al poder político. Y en el medio está el resto de países.
P. ¿Hacia dónde va la tendencia general del continente?
R. Esa tendencia es mixta. Brasil es el caso que más hemos visto en la prensa en los últimos años por el escándalo alrededor de la petrolera estatal, Petrobras, y el esquema de la investigación Lava Jato. Un grupo de empresarios extraía recursos de esta empresa pagándoles sobornos a funcionarios y a la vez este dinero iba a financiar campañas de diferentes partidos. Ahí la debilidad institucional es tremenda. Pero al mismo tiempo, en el mismo país, la Policía Federal, las fiscalías, algunos jueces como Sérgio Moro demuestran que pese a este desgaste también hay unas instituciones con un comportamiento de primer nivel y una solidez de alguna manera envidiable en otros países.
P. En el caso Odebrecht lo determinante fue la confesión a la justicia estadounidense.
R. A los que estamos interesados en combatir la corrupción nos preocupa lo que está pasando con el presidente, Donald Trump, porque la colaboración con Washington ha sido muy importante. Estados Unidos —sin decir que allí no haya corrupción, en todos los países existe— ha desempeñado un papel clave en algunas investigaciones. En el caso Odebrecht, el presidente de la firma, Marcelo Odebrecht, y otros ejecutivos revelaron los pagos de sobornos que hacían principalmente en 10 países latinoamericanos. Eso es lo que está poniéndole presión a las autoridades de dichos países para que actúen. También está el caso de la FIFA, en la que la corrupción era un secreto a voces. Fue en Estados Unidos donde empezaron a procesar las acusaciones. Su papel es muy importante, pero no puede reemplazar a la justicia de cada país.
P. ¿Qué aprende América Latina tras descubrirse el escándalo de Odebrecht?
R. Dentro de la desgracia que es darse cuenta de lo extendido que estaba el problema, creo que va a dejar cosas muy importantes. Va a quedar la colaboración entre Fiscalías o Procuradurías de los diferentes países. El procurador brasileño invitó a sus pares a Brasilia hace un par de semanas, firmaron un acuerdo y ya están intercambiando información. La gran corrupción no pasa solo dentro de las fronteras de un país. El año pasado, por ejemplo, estuvo el caso de los Panama Papers. Otra cosa importante es que en América Latina, donde existe la idea de que hay personas intocables, ahora estamos ante el “que caiga quien caiga”. Nadie se hubiera imaginado a Marcelo Odebrecht en la cárcel, un empresario poderosísimo, o a políticos de primer nivel.
P. Guatemala es un ejemplo de colaboración internacional contra la corrupción. ¿Puede replicarse ese modelo en el resto del continente?
R. La negociación para establecer la Cicig [Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala, apoyada por la ONU] tomó varios años y ha mostrado resultados muy interesantes y útiles para el país. Ese modelo puede servir de base para otros, pero hay que hacerlo aprendiendo las lecciones de lo bueno, lo malo y lo feo de lo que haya pasado en Guatemala. Incluso en Honduras crearon una comisión similar, una versión que no tiene tantos dientes, por decirlo de alguna manera. En este caso, hay un fiscal y un grupo de investigadores respaldados por la OEA [Organización de Estados Americanos], pero no tienen tanto poder como la Cicig.
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