Estados Unidos apuesta por la paz de Santos
Washington espera que se apruebe el acuerdo para acabar con “la última Guerra Fría de las Américas”
El secretario de Estado John Kerry se quitó su sempiterno traje de corbata y, aunque claramente no es su prenda favorita, aceptó ponerse una guayabera blanca para participar, como máximo representante de Estados Unidos, en la firma del acuerdo de paz entre el Gobierno colombiano y las FARC en Cartagena el lunes. Si no hubiera sido por un problema de agenda, habría ido también el vicepresidente, Joe Biden. Unos días antes, el propio presidente, Barack Obama, destacaba el respaldo al acuerdo negociado en La Habana como uno de los éxitos de su política exterior en su discurso ante Naciones Unidas, donde además se reunió con su par colombiano, Juan Manuel Santos. Y en vísperas del plebiscito de este domingo en el que el Gobierno de Santos espera ratificar su apuesta por la paz, seis decenas de congresistas, tanto demócratas como republicanos, enviaron una carta de apoyo al proceso.
“Creemos que ha llegado el momento de la paz”, resumía esta semana el portavoz del Departamento de Estado Mark Toner el sentir de Washington. Estados Unidos ha hecho una apuesta decidida por la paz negociada en Colombia, en la que ve la culminación de muchos esfuerzos propios por ayudar a un país al que llegó a considerar casi un Estado fallido y, también, el cierre de un capítulo en toda la región.
“Esta es la última guerra de la Guerra Fría en las Américas, así que simbólicamente, también es importante pasar la página en la historia colombiana y en la regional”, recuerda Dan Restrepo, antiguo asesor de Obama para América Latina y hoy miembro del centro de pensamiento Center for American Progress de Washington.
Una apuesta por el sí
Aunque Washington asegura que respetará el resultado del plebiscito sea cual sea su desenlace y que no dejará de apoyar a un país al que lleva respaldando casi tres lustros, todo en su estrategia y maquinaria se ha centrado en una victoria del sí.
Esa estrategia del futuro posconflicto se llama Paz Colombia, un nuevo plan revelado meses antes de la histórica firma de la paz, durante la visita de Santos a Obama en la Casa Blanca en febrero. Son unos 400 millones de dólares enfocados en ayudar en los múltiples desafíos que afrontará Colombia en esta nueva etapa en la que tendrá que seguir ampliando la presencia institucional en zonas adonde el Estado nunca llegó, trabajar en la reintegración de los guerrilleros y apoyar a las víctimas de un conflicto que ha durado más de medio siglo.
Para Restrepo, de origen colombiano, más allá del respaldo económico y político, el Paz Colombia tiene un valor agregado. “Estados Unidos tiene la mala costumbre de declarar la victoria anticipada e irse para casa o al próximo problema”. Es lo que sucedió, lamenta, tras los procesos de paz en Centroamérica. El nuevo plan posconflicto para Colombia, que “da un buen empujón para la continuidad del apoyo estadounidense” al país sudamericano, es “en parte, fruto del aprendizaje de las experiencias en Centroamérica”.
Éxito compartido
Otra de las razones del decidido apoyo estadounidense a la paz negociada en Colombia es que la siente un poco como un triunfo propio, después de tres décadas de respaldo a través del Plan Colombia a los gobiernos de diverso signo en Bogotá.
“El proceso de paz no habría sido posible sin un reajuste en la correlación de fuerzas entre un Estado débil y actores fuertes y violentos como las FARC y las fuerzas paramilitares”, recuerda Michael Shifter, presidente del Diálogo Interamericano. En retrospectiva, el programa podría haberse mejorado, sobre todo si no se hubiera centrado tanto, dice, en la lucha contra el narcotráfico. Con todo, el Plan Colombia, gestado durante la presidencia de Bill Clinton y mantenido hasta la de Obama, a través de dos mandatos republicanos, “contribuyó de forma importante a la modernización y refuerzo del Estado, especialmente a las fuerzas de seguridad del país”, afirma Shifter, que participó en la comisión de expertos que en 1999 presentó las recomendaciones para el plan al que EE UU destinó más de 10.000 millones de dólares en los últimos 16 años.
La incógnita sobre el próximo inquilino en la Casa Blanca, en menos de cuatro meses, no inquieta demasiado a los expertos en relación, al menos, con la continuación del respaldo a Colombia. “Hay un consenso bastante fuerte en el Congreso a favor del proceso de paz”, apunta Restrepo. Además, acota Shifter, en el pasado, “de acuerdo con la mayoría de parámetros, la cooperación funcionó según lo acordado y llevó a resultados positivos”. Estos días, señala, “Washington no puede apuntar a muchos otros éxitos similares. Así que querrá preservar este”.
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