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Tribuna
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La paz entre la Manigua y Nueva York

La última conferencia de las FARC en armas

Diana Calderón

Ya están todos juntos: más de 350 periodistas acreditados, miembros de las Naciones Unidas, guerrilleros aún armados, incluso condenados a quienes se les levantaron las órdenes de captura temporalmente, en medio de la Manigua, en los Llanos del Yarí entre los departamentos colombianos del Caquetá y Meta. Están en una vereda de nombre El Diamante, para la Décima y última Conferencia de las FARC antes de su transformación en movimiento político.

Desde hace semanas, convierten los cambuches en dormitorios y construyen la infraestructura necesaria para recibir a los participantes, se calcula que unos mil, que por primera vez serán testigos y le informarán al mundo qué es una conferencia guerrillera y por qué esta es la más importante en la historia de las FARC.

Para que podamos entender hay que ir al pasado, a 1982, en la séptima conferencia de esa organización, cuando las FARC establecieron la estrategia para tomarse el poder en un período de 20 años. Estaba aún vivo Jacobo Arenas, considerado su ideólogo. Tuvo lugar también en el departamento del Meta, pero en La Uribe. A los 3 años fundarían como brazo político a la Unión Patriótica.

Pasados 11 años, en 1993, durante la octava conferencia, se tomaron decisiones que escalaron la guerra a los niveles más cruentos: las FARC hicieron toldo aparte del Partido Comunista y crearon sus propias milicias en un partido clandestino popular que siempre cargó con la imagen de Simón Bolivar como escudo y crearon los bloques departamentales con 4 comandantes por frente, para liberar a Colombia en su imaginario, y en el nuestro, para acabarla.

Es clave que aprovechen su propia conferencia también para demostrar que no hay trampas, que no hay mentiras, que su decisión es cierta

2016. Han pasado 23 años. No lograron la toma del poder, dejaron a su paso cientos de muertos y millones de víctimas, y se reúnen en la que será la más esperada de sus conferencias, la que no ha sido convocada para establecer los lineamientos y la estrategia militar sino la de la política, la de las tesis que recuerda Ariel Avila era como les llamaba Manuel Marulanda, su líder, cuando de decisiones políticas se trataba.

Esta última conferencia, que tiene el riesgo de convertirse en un show teñido de verde y armas para la morbosidad natural de cientos de espectadores, va a determinar, a definir el futuro de la guerrilla como partido político, también visibilizará las posibles disidencias de los que preferirán quedarse en el negocio del narcotráfico y de la criminalidad. Se sabrá qué frentes no se acogen a la decisión del Secretariado de firmar la paz y poner fin a 50 años de conflicto. Y será la última, la última conferencia de las FARC en armas.

Y ocurrirá bajo los reflectores de los medios que por primera vez asistiremos en libertad y sin el ruido de aviones fantasmas y las linternas apagadas mientras dormíamos en cambuches, en las noches heladas de esa selva tupida donde el calor se vuelve inclemente con los primeros rayos del sol en la mañana, para poder entender, preguntar, conocer sus rutinas, adentrarnos en esas horas de justificaciones eternas y diálogo de sordos. Ocurrirá a los ojos del mundo. Para quienes las historias de “los barbudos” fueron inspiradoras y para quienes eran y siguen siendo inadmisibles.

En momentos en que además el presidente Juan Manuel Santos ha reconocido la responsabilidad del Estado en el genocidio de los miembros de Unión Patriótica, entre ellos dos candidatos presidenciales, Jaime Pardo y Bernardo Jaramillo Ossa, y con el compromiso de que nadie vuelva a ser asesinado por razones políticas y mientras en otra selva pero de cemento, en Nueva York, en la sede de las Naciones Unidas tendrá lugar la otra cumbre, la mundial, para que la comunidad internacional se entere del acuerdo con las FARC y de todos los recursos que necesitamos para cumplir los compromisos de sustitución de cultivos, desminado y desarrollo en todas las áreas en las regiones más afectadas por la violencia.

El escenario es muy importante porque, precisamente, gracias a las Naciones Unidas esta semana entró en funcionamiento el mecanismo tripartito que debe verificar que después del 26 de septiembre cuando se firme, de nuevo y finalmente en Cartagena el acuerdo, los guerrilleros empezarán a caminar hacia los 27 puntos de ubicación donde dejarán para siempre sus armas en una decisión que no puede tener retorno.

Sí será un show, el de los Llanos del Yarí, y ojalá se guarden ciertas formas y se eviten discursos altisonantes que hieran o asusten y pongan en riesgo la votación por el Sí. Habrá concierto y baile, homenajes, y aunque es inevitable y en cambio muy deseable que podamos ver el adiós a los fusiles de las FARC, es clave que aprovechen su propia conferencia también para demostrar, probar que no hay trampas, que no hay mentiras, que su decisión es cierta y que la generosidad de los colombianos no armados, de aceptar la verdad como única forma de reparación y no castigo, habrá valido la pena por la reconciliación.

Diana Calderón es directora de informativos y de @hora20 de Caracol Radio Colombia. Twitter @dianacalderonf

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