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Los británicos se hacen belgas como antídoto frente al ‘Brexit’

Los expatriados de las Islas interesados en obtener la nacionalidad en Bélgica se multiplican

Helen y Thomas Benson, madre e hijo, en su casa de Bruselas antes de ir al Bélgica-Gales de la Eurocopa.Foto: reuters_live | Vídeo: D. Álvarez / Quality
Álvaro Sánchez

Hasta hace casi dos semanas, los Zimmer Benson nunca habían pensado en hacerse belgas. Esta familia británica afincada en Bruselas, donde viven más de 8.000 ciudadanos de las Islas —un tercio de los que hay en todo el país—, se proclama ante todo europea, y aunque adoran los típicos mejillones con patatas fritas belgas y una vez eliminada Inglaterra apoyaron a Bélgica en la Eurocopa, en su día a día no falta el té de la cadena Marks & Spencer, programas de la BBC desde el sofá y la lectura del diario The Guardian.

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Desde hace unos días, sin embargo, son una familia en busca de una nueva identidad: la salida de Reino Unido de la UE les ha empujado a iniciar los trámites para obtener la nacionalidad belga. "No quiero sentirme extranjero aquí", explica David Zimmer, consultor de relaciones públicas nacido en Manchester hace 65 años. "Mi país se va a ir de la UE, pero yo no quiero irme", argumenta su esposa, Helen Benson, lobista de las empresas de refrescos originaria de Londres. Tanto ellos como su hijo Thomas lidiarán en los próximos meses con el papeleo por obtener la doble nacionalidad.

El suyo no es un caso aislado. El Brexit ha llevado ante las ventanillas de información a cientos de británicos en las últimas jornadas. "A las ocho de la mañana del día siguiente ya había gente", comenta con asombro Delphine Bourgeois, concejala de Asuntos Europeos del distrito bruselense de Ixelles. La presencia del Parlamento y de miles de expatriados en su barrio —de los que 1.510 son británicos—, explican que una edil tenga una cartera tan poco local como la suya. En su zona, 80 británicos pidieron información sobre cómo obtener la nacionalidad belga durante los cinco días laborables que siguieron a la consulta. En todo 2015 fueron solo tres. Algo similar sucede en otro foco anglosajón, Uccle, donde viven 785 británicos y ha habido 25 peticiones. "Es mucho más de lo habitual", reconocen.

El fenómeno no es exclusivo de barrios con fuerte presencia británica. En el distrito de Watermael-Boitsfort, donde viven 282 ciudadanos de las Islas, han recibido en pocos días 23 demandas. En los dos últimos años solo había habido una. "Hemos notado un aumento del interés por nacionalizarse poco corriente. Todo el mundo sabe que es por el Brexit", afirman desde la oficina de Woluwe-Saint-Lambert, al este de Bruselas. Esta situación, que se repite en otros lugares de la capital de la UE, evidencia la inquietud con que la comunidad británica ha acogido el resultado del referéndum.

Entre los más preocupados están los más de un millar de funcionarios que ejercen su labor en las instituciones europeas. La semana pasada la Comisión les convocó a una reunión y la sala se llenó con 450 de ellos. El mensaje fue el mismo que los líderes comunitarios han repetido en los últimos días: "Nada cambia de momento. Haremos todo lo posible por apoyar al personal británico".

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El recado trata de ser tranquilizador, pero a veces las palabras —y más cuando incluyen horizonte temporal— no son suficientes. Los funcionarios no solo temen por su empleo: en el aire están cuestiones como las pensiones, la asistencia de sus hijos a las escuelas europeas o el futuro de los contratados temporalmente. "Quiero seguir trabajando en la Comisión", alega Deborah Philips, asistente británica de 44 años que acudió a la reunión poco después de solicitar la nacionalidad belga. Para conseguirla es necesario llevar en el país al menos cinco años y pagar varias tasas que suman más de 200 euros. Si la solicitud incluye errores hay que pagar de nuevo, por lo que las oficinas repartidas por toda la ciudad cumplen la labor de orientar a los interesados.

Aunque tristes por el Brexit, a los Zimmer Benson no parece que vaya a costarles demasiado asumir su nueva condición de belgas: en la mañana del pasado viernes pusieron rumbo a Lille vestidos con la camiseta de los llamados diablos rojos para animar a Bélgica en su choque de cuartos de final de la Eurocopa ante Gales, en el que finalmente fueron eliminados del torneo. El más ilusionado era Thomas, de 15 años, nacido en Bruselas aunque sin pasaporte belga todavía. Gran aficionado al fútbol, su corazón se divide entre el país de origen de sus padres y el lugar en el que ha crecido. "Si fuera contra Inglaterra no apoyaría a Bélgica", se decanta dubitativo tras pensárselo unos segundos.

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Sobre la firma

Álvaro Sánchez
Redactor de Economía. Ha sido corresponsal de EL PAÍS en Bruselas y colaborador de la Cadena SER en la capital comunitaria. Antes pasó por el diario mexicano El Mundo y medios locales como el Diario de Cádiz. Es licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla y Máster de periodismo de EL PAÍS.

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