Los pescadores británicos enarbolan la bandera del ‘Brexit’
El sector de la pesca, disgustado con las políticas comunitarias de cuotas, se ha convertido en una de las voces más claras a favor de la desvinculación de la UE
El barco de Gramen Stives se llama Girl Pamela. Es mediano y con el casco blanco algo deslucido por los embates del mar. Por hoy ha acabado de faenar y atraca en el puerto de Newlyn, en Cornualles. A bordo, enfundado en unos vaqueros húmedos y un polar negro, el pescador recoge varios aparejos y enrolla una cuerda para las redes de arrastre. En uno de los mástiles del barco, aleteando por el viento incesante, destaca una bandera roja con la leyenda ‘We want our waters back. Vote to Leave’ (Queremos que nos devuelvan nuestras aguas. Vota por la salida). Stives, que presume de ser un pescador de cuarta generación y que ríe cuando afirma que conoce las aguas del sur de Inglaterra mejor que a su esposa, lo tiene claro. En el referéndum del jueves sobre la permanencia de Reino Unido en la UE votará por el Brexit. “La Unión Europea está destruyendo nuestra industria pesquera. Son un hatajo de políticos indocumentados que nos imponen cuánto debemos pescar y que dejan que barcos de fuera copen nuestras aguas”, declara tajante.
Como el apasionado Stives, de 45 años, el sentimiento a favor del Brexit entre los pescadores de Newlyn —uno de los mayores puertos de Reino Unido en ganancias y el que tiene más pescadores censados— es prácticamente unánime. Creen que las cuotas acordadas en Bruselas para cada uno de los Estados miembros —un sistema que establece límites de captura (en toneladas o número) para la mayoría de las poblaciones de peces de interés comercial y que se reparten en forma de cupos nacionales— perjudican a los británicos. Y esos argumentos no sólo se oyen en estas apacibles tierras del sureste de la isla, a muy pocas millas de Francia. Los pescadores de todo el país —desde el escocés puerto de Frasenburgh hasta el norirlandés de Lough Neagh— se han puesto a la vanguardia del discurso por el Brexit. El debate sobre la desvinculación de la UE ha unificado a un sector históricamente diverso y fragmentado y ha alumbrado incluso una campaña llamada Fishing for Leave (La pesca por la salida).
En barcos de toda la isla ondean banderas blancas y azules con el lema de esa iniciativa. También otras, como la del Girl Pamela, que ha repartido el partido euroescéptico y xenófobo UKIP (Partido de la Independencia de Reino Unido), una de las voces más virulentas por el Brexit, que con un discurso muy crítico con la política pesquera comunitaria está ganando partidarios entre los pescadores. En realidad, su líder, Nigel Farage, centra su campaña por la salida (que no forma parte de la oficial) en tóxicas soflamas contra la inmigración. Pero, en definitiva, su objetivo blindar el país; también sus aguas.
John Jacklin, pescador desde hace 35 años, asegura que la política pesquera comunitaria —“absolutamente entrometida”— es profundamente injusta con Reino Unido. Se dedica a capturar bacalao, gallos, rape y bacaladillas y cuenta que las cosas han cambiado mucho, y para peor, desde que empezó a faenar con su padre y su abuelo en las aguas de Cornualles. Jacklin, con el pelo moreno ensortijado y la piel curtida por el sol, critica que en las aguas de la zona, mientras los británicos tienen un tercio de las cuotas de especies como la liba —un pescado blanco—, sus vecinos franceses se benefician del resto. También se queja de que barcos comunitarios pero censados en Reino Unido “roben” parte de las cuotas que corresponden a pescadores británicos. “Navegan con la Union Jack, pero no aportan nada al país; no son de aquí”, afirma.
El de Jacklin y Stives es el argumento principal del 92% de los pescadores británicos que, según un estudio llevado a cabo por las universidades de Aberdeen y Surrey publicado esta semana, votarán por la salida. “Se sienten frustrados, afirman que la Bruselas está controlando las aguas británicas y consideran que no habrá grandes diferencias en el comercio si dejamos de pertenecer a la Unión. Pocos piensan en el mercado común”, apunta Craig McAngus, profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad de Aberdeen y uno de los autores de la investigación.
Así lo creen la mayoría de propietarios de embarcaciones medianas y pequeñas, cuyo comercio fundamentalmente interior, explica Paul Trebilcock, el representante de los pescadores de Cornualles, en su despacho frente al puerto de Newlyn, el que fue la última parada del Mayflower antes de enfilar la ruta hacia el nuevo mundo. “Los dueños de los barcos más grandes están más abiertos a la opción de permanecer en la UE porque temen las consecuencias económicas de la salida”, incide.
De nuevo en el puerto, Louis Mitchell ordena los cangrejos y las cigalas que ha capturado en su pequeña embarcación. “Yo votaré por la permanencia. Dudo que las cosas vayan a cambiar para mejor”, dice mientras se remanga el jersey impermeable amarillo. Sonriente y bonachón, explica que apuesta por la Unión Europea sobre todo por su hijo, dueño de uno de los barcos más grandes del puerto. Le inquietan los efectos que tendría salir del mercado comunitario para su negocio.
La pesca supone el 0,2% del PIB de Reino Unido. En el país hay unos 6.400 buques y unos 13.000 pescadores a tiempo completo; un 14% menos que hace diez años. Una reducción por la que muchos marinos culpan a Bruselas y a la penetración de buques extranjeros. La pesca es un sector relativamente pequeño en un país de 64 millones de habitantes, pero en esta campaña sobre el Brexit está siendo muy vistoso. A puertos como el de Newlyn han acudido políticos de ambos bandos, deseosos de virar hacia su lado las encuestas que, este domingo van igualadas con una ligera ventaja para el Brexit, pero cambian cada día. También se ha dejado ver por la zona el ministro de Agricultura, Alimentación y Pesca, George Eustice, que es originario de Cornualles y que, hasta que se convirtió en partidario del Brexit, era considerado en estas tierras como un pequeño traidor, debido a las negociaciones y los acuerdos con Bruselas.
Bryce Stewart, profesor de Políticas Medioambientales de la Universidad de York y que ha estudiado bien el impacto de las políticas de cuotas en el país, reconoce que en el pasado la política pesquera común se hizo mal, tanto en términos biológicos como económicos. “Los cupos se fijaron muy por encima del asesoramiento científico y muchas poblaciones de peces se redujeron —como el bacalao en el mar del Norte—, lo que perjudicó tanto al medio ambiente como a los pescadores”, dice. Sin embargo, este experto reclama que las cuotas actuales no sólo no perjudican al país, sino que además ayudan a que la pesca sea más sostenible.
“Reino Unido tiene una de las industrias pesqueras más rentables de Europa. De hecho, posee el 30% de las cuotas pero sólo tiene el 13% de la superficie marítima; con lo cual, está mejor que la mayoría de los otros países de la UE”, afirma Stewart, que añade que aunque para algunas especies o zonas Reino Unido parezcan en desventaja, realiza entre el 20% y el 30% de sus capturas en aguas de otros países. Un análisis similar es el que hace el think tank The New Economics Foundation, que expone que las cuotas son esenciales para la sostenibilidad del sector y recuerda que es Reino Unido, y no Bruselas, quien las negocia y decide.
Ninguno de esos argumentos convencen a Gramen Stives. Tampoco el hecho de que la política comunitaria le permita pescar en otras aguas, respetando las cuotas. “Nuestro mar es más rico, tenemos mucha más variedad de peces. Por eso otros quieren pescar en nuestras aguas”, afirma. Con o sin Brexit, Stives desconoce si su familia seguirá siendo una estirpe de pescadores. “Tengo sólo un hijo, de 12 años. Y ahora mismo piensa más en el fútbol que en el pescado y la Unión Europea”, ríe.
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