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Refugiados de una decena de nacionalidades sacan adelante un hotel de Viena

El Magdas se abrió como un proyecto de negocio social de Cáritas para apoyar la integración laboral de asilados

Sara Velert
Anita Arakelian, refugiada siria, en el hotel Magda.
Anita Arakelian, refugiada siria, en el hotel Magda.

El cierre de las fronteras y el endurecimiento de la ley de asilo han marcado en los últimos meses la respuesta austriaca a la crisis de los refugiados. De la integración de las miles de personas acogidas (el año pasado se presentaron 90.000 solicitudes) se habla sobre todo para destacar las dificultades. “Es uno de los mayores retos de los próximos años”, admitió hace unos días el nuevo canciller, el socialista Christian Kern.

En el hotel Magdas de Viena ya asumieron ese reto hace algo más de un año al abrir las puertas con una plantilla formada mayoritariamente por refugiados. La apuesta por la integración de la diversidad se nota nada más entrar. En la pared de la derecha, un mosaico de rostros de diversas nacionalidades, y junto a la recepción, una pila de maletas como símbolo de la huida de la persecución y de la guerra.

Del conflicto de Siria escapó a finales de 2014 Anita Arakelian, de 28 años y cristiana ortodoxa, que ahora sonríe a los clientes desde la recepción. Tras dejar Damasco y llegar a Viena a través de Turquía, ella y su madre vivieron en centros para solicitantes de asilo cinco meses hasta obtener el estatus de refugiadas. Con los papeles en la mano, Anita buscó trabajo y lo encontró en el hotel Magdas. “Ha sido un nuevo comienzo. Aquí trabajamos gente muy diversa, de culturas distintas, pero es tranquilo”, cuenta Anita, que traía experiencia en el sector de la hostelería de Siria y tenía a parte de la familia en Viena, por lo que hablaba algo de alemán al llegar. “Pero si no piensas en trabajar, la integración es muy difícil”, señala.

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De esa premisa parte también el proyecto del hotel, lanzado por Cáritas Viena. “Hacía tiempo que Cáritas constataba en sus centros la dificultad de los refugiados para encontrar trabajo [En otoño de 2015, casi 19.000 estaban registrados en el servicio austriaco de empleo]. Las empresas tienen prevención a emplearlos y muchos no tienen una formación acorde a los niveles austriacos, a veces ni siquiera una educación básica terminada”, explica Gerhard Zwettler, el director del hotel. “Por eso se ideó este proyecto de social business (negocio social), para demostrar que sí es posible crear oportunidades para ellos”, añade.

El plan arrancó con la reconversión en hotel de una residencia de ancianos situada junto al parque de la noria gigante de Prater. Con 57.306 euros reunidos a través de una acción de crowdfunding como fondo inicial arrancó la reforma del interior del edificio, en buena medida con material reciclado y ayuda de voluntarios. Con sofás donados y retapizados, lámparas de colores alegres y pósters en las paredes con lemas como “¡feliz diversidad!” se ha creado un espacio moderno y atractivo. Cada habitación es distinta, y en todas ellas cuelgan obras de estudiantes de la Academia de Bellas Artes.

Con un crédito de 1,5 millones de euros a cinco años firmado por Cáritas, el hotel de 88 habitaciones se inauguró finalmente en febrero de 2015 con una plantilla de 30 trabajadores, de los que 20 son refugiados de países como Afganistán, Bangladés, Irán, Irak, Siria, Somalia, Gambia, Guinea y Nigeria. El resto son empleados con experiencia en el sector que también proceden de distintos países, entre ellos Holanda y Polonia. En las instalaciones del Magdas (que separado como “mag das” significa “me gusta esto” en alemán) se mezclan 16 nacionalidades y se hablan 20 lenguas distintas, se cruzan culturas, religiones e historias personales. “Es como tener el mundo entero en un salón”, dice Zwettler.

Todos los refugiados contratados (60% de hombres y 40% de mujeres) han pasado por un periodo de formación y cobran el sueldo básico del convenio austriaco de hostelería (1.450 euros). “Nuestro deseo es que tomen confianza y si quieren busquen otros trabajos para mejorar”, explica el director. Además, se les apoya con conferencias y un “entrenamiento intercultural” para prevenir conflictos y mejorar su relación con el país de acogida y entre los propios trabajadores. “Llegan de otras culturas y situaciones difíciles. Se les exige mucho y yo admiro su capacidad, están muy motivados”. Pero no siempre sale bien: el año pasado, un refugiado de Guinea-Bissau cayó en una depresión y se marchó. “Le superaron los recuerdos de la huida por mar”. Algunos otros ya han cambiado a otros trabajos, y alguno no ha llegado a empezar por dificultades de adaptación al empleo en un hotel.

El hotel es un proyecto social, pero también un negocio. El Magdas espera entrar el año que viene “en números negros” y empezar después a generar beneficios con los que devolver el crédito. El primer año de funcionamiento lo ha cerrado con 22.000 pernoctaciones. El proyecto se ha planificado para cinco años. “Cáritas no se dedica a llevar hoteles, pero quería enviar una señal hacia fuera con este proyecto”, según Zwettler. Transcurrido un lustro, tal vez la opción sea un traspaso.

Los clientes siguen llegando y hay peticiones para organizar eventos de empresa en cartera. La agenda cultural del hotel, entre otras tareas, la lleva José López, de 30 años y de Murcia, que tras licenciarse en filosofía y hacer dos máster se apuntó al servicio de voluntariado europeo. Quería vivir un tiempo en Viena y conocía el proyecto: “Es una gran experiencia. Se trabaja con gente muy diversa y como para muchos de ellos es el primer trabajo tienen una motivación especial”.

Unos llegan atraídos por la iniciativa, otros por una reserva como cualquier otra. Es el caso de Dimos Kaniouras, oftalmólogo de 53 años que viajó a Viena con su hija para asistir hace diez días a un concierto de AC/DC. Su agencia de viajes le contrató la estancia. “Te sientes como en casa y los trabajadores son muy amables”, opina. “Lo busqué en Internet y vi que lo llevan refugiados. Es especial. Esta gente está llena de posibilidades y busca una nueva vida. El hotel es la imagen real de esto”.

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Sobre la firma

Sara Velert
Redactora de Internacional. Trabaja en EL PAÍS desde 1993, donde ha pasado también por la sección de Última Hora y ha cubierto en Valencia la información municipal, de medio ambiente y tribunales. Es licenciada en Geografía e Historia y Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS, de cuya escuela ha sido profesora de redacción.

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