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El tratado de libre comercio entre la UE y EE UU resucita el discurso antiglobalización

Los grupos contra el TTIP crecen en Europa conforme avanzan las negociaciones entre ambos bloques

Belén Domínguez Cebrián

Las negociaciones entre Estados Unidos (EE UU) y La Unión Europea (UE) sobre el tratado comercial y de inversión entre ambos bloques ha despertado a un fenómeno que, desde hace casi diez años, estaba adormilado: los grupos antiglobalización.

Manifestantes en contra de la firma del TTIP en Hannover (Alemania).
Manifestantes en contra de la firma del TTIP en Hannover (Alemania).WOLFGANG RATTAY (REUTERS)

Los movimientos sociales contrarios al TTIP (como se denomina el acuerdo por sus siglas en inglés) crecen en la UE conforme Washington y, sobre todo, Bruselas pisan el acelerador para tener redactado un documento antes de que el presidente Barack Obama salga de la Casa Blanca. Y la oposición va tomando fuerza.

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Según explican los opositores al TTIP —representantes de ONG, políticos y activistas— la diferencia que marca el sentimiento de rechazo al tratado comercial con EE UU del que marcó las sonadas protestas altermundistas de principios de siglo (contra el G8 en Alemania, el Banco Mundial en Barcelona o de la Organización Mundial del Comercio (OMC) en Seattle) radica en la organización. "Hay elementos de continuidad, pero ahora [el movimiento] está mucho mejor organizado y coordinado. Es paneuropeo", explica Ernest Urtasun, europarlamentario catalán del grupo de Los Verdes en Bruselas y asistente en varias protestas antiglobalización a principios de los 2000.  

Con él coincide la portuguesa Luisa Santos, directora de relaciones exteriores de Bussines Europe, la patronal europea, y fiel defensora del acuerdo comercial. "Hay factores similares [a antes]. La gente que protesta está en contra de la globalización y del comercio internacional en general", explica. Tom Kucharz, de Ecologistas en Acción, lleva 20 años luchando en contra de la política comercial internacional de la UE y desde su experiencia cuenta que el movimiento anti TTIP —y CETA, el acuerdo de libre comercio entre Bruselas y Canadá— está siendo "impresionante" y añade varios factores que en los movimientos antiglobalización de hace años no estaban presentes: la suma de sindicatos, organizaciones profesionales y empresariales, municipios y gobiernos regionales. 1.600 localidades en la UE se han declarado ya oficialmente contrarios a la firma de este acuerdo comercial, entre ellas Barcelona.

Otro punto de continuidad entre las protestas antiglobalización que comenzaron en EE UU en 1999 es que la ideología que impera en las protestas callejeras anti TTIP es habitualmente de izquierdas y progresista. “La extrema derecha [como el Frente Nacional francés de Marine Le Pen] también está en contra de la firma de este tratado, pero por diferentes motivos”, explica Lola Sánchez, eurodiputada de Podemos. Y los ilustra: el puro nacionalismo y el puro proteccionismo, característicos de las utraderechas ideológicas. Santos, sin embargo, discrepa e ilustra que en el referéndum holandés sobre el tratado comercial entre la UE y Ucrania los más activos fueron los votantes de Partido Por La Libertad (PVV, por sus siglas en holandés) del ultraderechista xenófobo Geert Wilders.

1.600 localidades en la UE se han declarado ya oficialmente contrarias a la firma de este acuerdo comercial

Una oposición in crescendo

La plataforma anti TTIP inició en 2015 una Iniciativa Ciudadana Europea para “demostrar a los políticos que existe mucha oposición al TTIP y al CETA [el acuerdo comercial entre la UE y Canadá]” y poder comenzar un debate público, explica el grupo de presión en su página web. A día de hoy, ya han conseguido más de 3,4 millones de firmas de los cuatro millones que se fijaron como objetivo.

El hecho de que el movimiento antitratado comercial con EE UU —encarnado en la plataforma Stop TTIP, gestionada desde Alemania— haya tomado fuerza con el paso del tiempo ha forzado a la comisaria de Comercio, Cecilia Malmström, a ceder en algunas de sus peticiones: arrojar más transparencia en todo el proceso negociador o modificar el controvertido tribunal de arbitraje (ISDS, por sus siglas en inglés) como único método de resolución de conflictos entre una empresa inversora y un Estado. “La oposición presiona y eso está funcionando”, avanza Urtasun. Santos achaca la crecida de las protestas a que hay un "desencanto generalizado" hacia el sistema político en Europa, que ha encontrado en el TTIP un "vehículo" de desahogo.

Precisamente fue en Alemania —que junto con Austria es uno de los países más reticentes a la firma del TTIP— donde el presidente Obama alentó recientemente la firma del tratado para crear una de las mayores zonas de libre comercio en el mundo: ambos bloques representan el 40% del PIB mundial y, según los expertos más optimistas, la UE podría elevar sus exportaciones a EE UU un 25%. “El acuerdo es el mejor camino para crear empleos y crecimiento. El tratado reforzará el comercio y el mercado laboral en América y Europa”, declaró el presidente estadounidense, según el diario alemán Bild.

Bélgica aún no se ha pronunciado oficialmente sobre el TTIP, pero sí respecto al CETA, el acuerdo con Canadá, y el resultado no fue positivo al acuerdo. La semana pasada el parlamento de la región de Valonia anunció su oposición al CETA por lo que según Kucharz, sería una contradicción que diese luz verde a un acuerdo de condiciones similares con EE UU.

Francia, uno de los pesos pesados de la UE, se muestra cada vez más reacio a la firma del TTIP y, según anunció recientemente el presidente, François Hollande, su Gobierno presentará excepciones al tratado como ya lo ha hecho con el sector cultural. Francia “se reserva el derecho a decir no [al TTIP]”, sentenció el primer ministro, Manuel Valls, la semana pasada coincidiendo con la visita de Obama a Europa.

España, por su parte, no ha presentado excepciones al Tratado; o al menos no se han hecho públicas. Fuentes europarlamentarias lo achacan a que históricamente este tipo de tratados comerciales se han acatado “sin discusión alguna”. Pero lo que los grupos anti TTIP critican es el “silencio absoluto” del Gobierno y demás partidos a mantener un debate sobre este macro tratado. “Eso genera opacidad y automáticamente impulsa a la gente a querer estar informada y protestar”, explica Sánchez. En España aún falta crear diálogo y debate, opina la eurodiputada que paradójicamente pone de ejemplo a la canciller Ángela Merkel: “Ella al menos ha opinado en público sobre el tema, ha generado debate. Aunque sea para defenderlo”, matiza.

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