La desigualdad en Brasil siguió igual en los Gobiernos Lula y Rousseff
Un informe revela que los más ricos fueron los más beneficiados en los Gobiernos del país sudamericano
Cuando Thomas Piketty lanzó su libro Capital del Siglo XXI puso la desigualdad en el primer plano del debate político mundial. Su texto, con un mar de datos y reflexiones sobre las consecuencias económicas y sociales de la inequidad, tenían, sin embargo, un límite: centraban su análisis en los países de mayores ingresos. No había dados comparables, por ejemplo, de Brasil, uno de los países más desiguales entre las grandes economías globales. Ese problema comienza a ser resuelto con la publicación de datos inéditos por investigadores brasileños que utilizaron la misma metodología del francés. Las cifras, que abarcan un período de 1927 a 2013, ponen incluso en duda algunos consensos de la última década en el país, como el hecho de que la desigualdad ha caído sustancialmente durante los Gobiernos de Lula da Silva y Dilma Rousseff.
En 2012, el 1% más rico de la población de Brasil (poco menos de 1,5 millones de personas en un país de casi 200) concentraba el 24,4% de toda la renta del país. Seis años antes, en 2006, el mismo 1% acaparaba un 22,8%. Si la medida para la desigualdad es el índice de Gini (cuanto más cerca del número uno, más desigual), tampoco hay cambios: el índice para 2006 (último del primer mandato de Lula), 2009 y 2012 son 0,696, 0,698 e 0,690, de acuerdo con los cálculos de Marcelo Medeiros, Pedro Souza y Fabio Castro - los dos primeros investigadores de la Universidad de Brasilia y del IPEA, un instituto estatal de investigación económica.
La solución que la dictadura ha dado para la crisis económica y fiscal de 1964 a 1967 fue hacer un ajuste recessivo brutal. Por varios caminos, las decisiones político-económicas disminuyeron el coste del trabajo y aumentaron las ganancias de capital Pedro Ferreira de Souza
Es un cambio radical. En los cálculos que se venían publicando en Brasil, el Gini era 0,539 para 2006, 0,516 para 2009 y 0,498 para 2012. O sea, datos inequívocos de una caída. La diferencia está en la metodología utilizada por el trío brasileño y por Piketty. La gran contribución de esta línea de investigación, pionera en Brasil, está en usar datos del impuesto de la renta, y no solo los recogidos en encuestas por muestra de viviendas familiares. En Brasil y en el resto del mundo, ese tipo de encuesta es un extracto de hogares que acaban subestimando la renta de los más ricos: quizá porque son menos accesibles, quizá porque tienen menos habilidad o intención de hablar de manera precisa sobre sus ganancias.
Los nuevos números no cuestionan los avances para los más pobres durante los Gobiernos de Lula y Rousseff, cuando cerca de 40 millones de personas salieron de la pobreza. Los investigadores dicen que hubo aumento de la renta y como consecuencia mayor bienestar para grupos de la base de la pirámide. El problema es que eso no ha alterado de manera importante la parcela relativa al 1% más rico. Fueron los más ricos que, proporcionalmente, ganaron más con la década de crecimiento de Brasil.
“A la mitad más pobre de la población le correspondió solo el 11% de todo el crecimiento de los ingresos entre 2006 y 2012. La mitad del crecimiento total se la ha apropiado el 5% más rico y el 1% (más rico) al 28%. Cada persona de esa pequeña élite formada por el 1% más rico se ha quedado con una fracción 127 veces mayor del crecimiento del ingreso”, escriben los investigadores.
El papel de la dictadura
Los estudios con datos tributarios también lanzan luz sobre el pasado económico de Brasil. Un trabajo reciente del investigador Pedro Ferreira de Souza ha producido una inédita línea de la desigualdad de Brasil en el tiempo, desde antes de la crisis de 1929 hasta hace dos años. En la investigación, en el último año desarrollada en la Universidad de California (Berkeley), Souza relaciona los ciclos políticos brasileños y la desigualdad. Hubo aumento de la inequidad durante la II Guerra Mundial, cuando la incipiente industria nacional se benefició de la sustitución de importaciones. En el periodo posterior y hasta la llegada en la dictadura brasileña (1964-1985), cae el índice.
El investigador ha reforzado el papel del régimen militar brasileño en la historia de la grieta entre pobres y ricos en Brasil. Por los datos de Souza, es posible acompañar el salto en la concentración de la renta en los primeros años del período de los generales. En 1965, un año después del golpe militar, la fracción recibida por el 1% más rico, era cerca de 10% del pastel total. Solo tres años después, la cifra llega al 16%. En otras palabras, si en 1965 el 1% más rico ganaba cerca de 10 veces la renta media del país, en 1968 ese número subió a 16 veces.
Los números contradicen el "hay que crecer el pastel para después distribuirlo” adoptado por la dictadura brasileña. Durante años, la dirección económica del régimen ha repetido que el salto de la inequidad que ya aparecía en las cifras era un efecto colateral del rápido crecimiento de Brasil a partir de 1968 - el llamado ‘milagro brasileño’-.
Los números contradicen el 'hay que hacer hacer crecer el pastel para después distribuirlo' adoptado por a dictadura brasileña
“Todo cambió muy rápido después de la ruptura institucional en 1964 y no hay ninguna explicación mejor para el salto de la desigualdad. La solución que la dictadura dio para la crisis económica y fiscal de 1964 a 1967 fue hacer un ajuste recesivo brutal y con represión. Por varios caminos, las decisiones político-económicas disminuyeron el coste del trabajo y aumentaron las ganancias de capital”, describe Souza.
Por una teoría de la desigualdad en Latinoamérica
Sobre los datos de antes de los 60, también inéditos, el investigador dice que aún no tiene una interpretación definitiva sobre la caída de la desigualdad: era un ciclo democrático, de sustitución de importaciones, de urbanización. Una pista es que en Argentina, también una economía primaria en transformación, el comportamiento es parecido.
"Lo que los datos están mostrando es que las explicaciones clásicas de la desigualdad tal vez no sirvan para todos los países del mundo. Tal vez no exista una explicación general, sino explicaciones locales", dice Marcelo Medeiros, su supervisor en la universidad brasileña.
El cuestionamiento es particularmente importante porque ahora se puede comparar mejor el comportamiento de la desigualdad en los países desarrollados y en Brasil. Souza recuerda que, al contrario de lo que el sentido común puede inducir a pensar, los países desarrollados tuvieron, en el comienzo del siglo XX, niveles de desigualdad próximos al de los países latinoamericanos y de Brasil en la misma época. Ahora, las tasas se han alejado: mientras el 1% más rico en la Francia retiene el 10% de la renta, en los EE UU la tasa es del 20%. En Brasil, el 25%.
“No hay casos muy conocidos de países que hayan salido de un nivel brasileño de desigualdad y gradualmente, sin sobresaltos o catástrofes, hayan llegado a niveles de desigualdad franceses, por ejemplo. No quiero sonar pesimista, tal vez inventemos algo para resolver eso”, comenta el investigador, sin mucha convicción. Es un pensamiento sombrío, aún más cuando un Brasil en crisis discute como salir del mayor retroceso del PIB en 25 años sin perder los avances en términos de combate a la desigualdad y pobreza.
Sea como sea, Marcelo Medeiros dice que los niveles de desigualdad de Brasil son disfuncionales tanto para la democracia como para la economía del país. Para él, la crisis debe ser tomada como una oportunidad para cumplir un reto esencial: reformar el sistema tributario de Brasil y cobrar más impuestos a la renta de los ricos - una discusión también el alza en otros círculos latinoamericanos.
1% más rico en la Francia retiene el 10% de la renta, en los EE UU la tasa es del 20%. En Brasil, el 25%
“Dinero es poder. Si el dinero está demasiado concentrado, la capacidad de influir en la política está excesivamente concentrada, lo cual es malo para la democracia. La segunda razón es que, cuando se tiene este nivel de concentración como en Brasil, se pierde una de las principales virtudes del sistema capitalista que es la competencia productiva”, concluye.
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